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Los lenguajes de la política y la información

Los lenguajes de la política y la información

La habilidad más importante de los políticos en general, tanto como de la sociedad civil y el sector privado, consiste en estudiar el lenguaje –de los opositores, los gobernantes, los lideres, los programas, dicho de un modo genérico. No solamente porque efectivamente hacemos cosas con palabras, o también, no solamente debido a que en numerosas ocasiones los políticos identifican a los fenómenos, procesos o estructuras con las palabras, sino además, y acaso principalmente, debido a que en el lenguaje suceden dos modos principales de realidad.

 

En efecto, la comunicación política consiste en dos elementos básicos: un sistema de estrategia y un sistema de encriptamiento y decriptación. El primero apunta al impacto en el mundo y a la capacidad comunicativa, que en numerosas ocasiones sirve como explicación para el liderazgo o la ausencia de liderazgo. Se lo conoce como comunicación estratégica; esto es, saber emplear el lenguaje que el público quiere escuchar, motivar a acciones y generar confianza.

 

Quizás las dos maneras más inmediatas de ilustrar este primer plano es el de Goebbels, el ideólogo del nazismo: “Una mentira repetida mil veces termina por convertirse en una verdad”. O la del político ultraderechista colombiano Gilberto Alzate Avendaño: “Calumnia!, que algo quedará”. O Robespierre, el habilidoso del lenguaje.

 

De otra parte, la comunicación política trata de los grados y modos de encriptación de mensajes, la selectividad del receptor del mismo, en fin, el manejo de los secretos y la información clasificada. Pues la política consiste en muy buena medida en el manejo de este tipo de información y el manejo del mismo frente a la sociedad, la oposición, o el gobierno, dependiendo del caso.

 

Comunicación estratégica, y encriptamiento y decriptación de las comunicaciones: dos caras de una sola y misma moneda. Dos niveles distintos de un solo y mismo fenómeno. Y en cualquier caso, el problema de la inteligencia política, y la inteligencia de y en la política.

 

En efecto, la verdadera inteligencia consiste en observar lo que dice y hace el político, un tema que genéricamente se conoce como de marketing político, que es la capacidad de divulgación de una idea, un plan, una acción, en general.

 

Pero, al mismo tiempo, y muy fundamentalmente, la inteligencia consiste al mismo tiempo en observar lo que el político no dice, lo que calla, o lo que dice muy pocas veces. Pues aquí se encuentran mensajes importantes, decisiones verdaderamente estratégicas, núcleos de poder sensibles. Por ejemplo, se trata de atender a los pocos que hablan, porque cuando lo hacen indican en direcciones que al cabo se revelan como determinantes. O a lo que se calla en momentos álgidos o críticos.

 

Análogamente a lo que revela el propio psicoanálisis.

 

Es a este último caso a lo que se refiere la comunicación en términos de criptografía. Para lo cual no se necesitan teorías conspirativas. Pues los líderes de todo orden expresan a través del silencio o en los modos como informan o se manifiestan sobre un suceso determinado. Sólo que los políticos están, por definición, expuestos a la luz pública de manera permanente y necesaria.

 

Más exactamente, la verdadera inteligencia consiste en saber encriptar o desencriptar las informaciones, comunicados, declaraciones o expresiones del mundo de la política, más allá del nivel o tamaño del auditorio, del medio de comunicación, de la ocasión misma. Literalmente: encriptar y desencriptar, y no ya simplemente en interpretar los mensajes y las voluntades.

 

En otras palabras, la política no se agota en las esferas de lo estrictamente público y evidente. Además, y acaso más fundamentalmente, la política es del ámbito de lo no-evidente, o lo no inmediato; semejante al efecto Doppler en física.

 

En verdad, como lo puso de manifiesto Claude Shannon, el padre de la teoría de la información, la información no consiste en el manejo de mensajes y contenidos de cualquier orden. Pues el riesgo en este caso consiste en una banalización de la política que puede conducir al psicologismo, al sociologismo, al historicismo, y a otras interpretaciones semejantes que terminan, al cabo, en discusiones interminables con cargas eminentemente subjetivistas y de mera opinión o posiciones partidistas a priori que acaban siendo fundamentalistas.

 

Por el contrario, todo el trabajo de Shannon consiste en señalar que la información se encuentra estrechamente vinculada a la incertidumbre, implica la sorpresa, y también la dificultad. Y muy significativamente, el hecho de que la información es entropía. Esto es, la información apunta a, y contiene a la vez, una medición de orden, o de desorden, según el bando o partido del político de que se trate. O del país, o del sector económico, o del bando militar.

 

En otras palabras, la información debe ser desprovista de contenidos psicológicos, emocionales, subjetivos, incluso aún cuando sean un sector, un bando, un partido, o una persona determinada quien habla. Este es un elemento sensible que la ciencia le arroja a la política, y permite comprender entonces la complejidad del mundo político mismo.

 

En verdad, si existe un único mensaje, no hay, por tanto, ninguna incertidumbre y, por consiguiente, no hay información alguna. Pero si son posibles distintos, numerosos mensajes, entonces no cabe descartar la incertidumbre, y es entonces cuando hay información. En otras palabras, la verdadera inteligencia política consiste en el trabajo con incertidumbre, y en el manejo de la misma. Y ulteriormente, en la medición de la misma.

 

La información comporta siempre mediciones de orden o de desorden, y lo que hace el oyente inteligente consiste en identificar, trabajar y medir al cabo la entropía que comporta dicha información. Entropía, que es el término técnico que designa un ámbito amplio y muy sugestivo pero que generalmente es desconocido en la ciencia y los estudios políticos que es la termodinámica. Y entonces, la termodinámica de los fenómenos y procesos alejados del equilibrio.

 

En otras palabras, la política no sucede en absoluto única y principalmente en la esfera de la opinión pública, de lo que anuncian constantemente los diversos medios de comunicación (de masas). Creer algo semejante es altamente ingenuo, éticamente irresponsable y políticamente peligroso.

 

Por el contrario, la política sucede además, y acaso de manera nuclear, en lo que se insinúa, se oculta, se desplaza, o se niega. Pues allí puede verse un movimiento específico (efecto Doppler) –es decir, literalmente, una dinámica–, y un comportamiento caracterizado por complejidad. Complejidad del tiempo y el momento, complejidad de las decisiones, en fin, la complejidad misma de los procesos y comportamientos.

 

El lenguaje de la política comporta, en consecuencia, dos niveles mínimos de complejidad: el de los público y evidente, y el de la incertidumbre y los contenidos clasificados. La inteligencia de la sociedad civil consiste en identificar ambos niveles y en trabajar con ellos.

Información adicional

Autor/a: Carlos Eduardo Maldonado
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Palmiguía

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