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Más que rendición de cuentas, requerimos un gobierno de la gente y para la gente

Más que rendición de cuentas, requerimos un gobierno de la gente y para la gente

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Pregunta 5. Los congresistas deben rendir cuentas de su asistencia, votación y gestión.

¿Aprueba usted obligar a congresistas y demás corporados a rendir cuentas anualmente sobre su asistencia, iniciativas presentadas, votaciones, debates, gestión de intereses particulares o de lobbistas, proyectos particulares e inversiones públicas que haya gestionado y cargos públicos para los cuales hayan presentado candidatos?

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–Véalo, ahora sí está por aquí, con las promesas de siempre…

Este es uno de los comentarios más comunes que se escuchan en los barrios cuando está en curso alguna campaña electoral.

Y, sí, no están equivocados quienes así expresan su malestar, inconformidad y desconfianza con los políticos profesionales, con quienes sin vergüenza alguna repiten cada tantos años el rito electoral –su recorrido por barrios, centros de estudio, plazas, y otros lugares–, precisamente en época de votos. Allí, rodeados de su cohorte de aduladores, y de quienes llegan a pedir algún favor, repiten como si fueran una caja de música todo aquello que harán si son elegidos, o reelegidos, como es común entre congresistas, concejales y ediles.

–“Les aseguro, en los meses que vienen pavimentaremos estas calles, construiremos el centro de salud que ustedes están reclamando hace 20 años…”, promesas, promesas, en un decir que los hace aparecer como si ellos fueran los dueños de lo que es de todos, cuando simplemente son una circunstancia temporal dentro de la maquinaria gubernamental, la misma que debemos desmitificar hasta que todos comprendamos que nada de lo que allí hacen unos y otros es imposible de realizar por cualquiera de nosotros, eso sí, siempre y cuando lo asumamos como un ejercicio colectivo, abierto, sincero.

Estos personajes, políticos de oficio, privatizadores de lo colectivo y deformadores del mismo sentido y deber ser de la política, sin vergüenza alguna, una y otra vez, cada cuatro años, o menos, le aseguran a sus posibles electores lo que no harán, pues son tantos los compromisos que adquieren que no pueden cumplir con todos ellos, ni con la mayoría de los mismos y, claro, todo queda ahí, como un decir. Su consecuencia inmediata: potenciar el desinterés y la incredulidad de las mayorías sobre la política, mucho más cuando ésta queda reducida a un asunto formal, al procedimiento mecánico de elegir y ser elegido.

Estamos ande la democracia formal, al más liberal de los ejercicios de la representación, algo que desdibuja el sentido profundo de la democracia, un ritual trasformado en espectáculo, y en mercancía, donde unos compran votos y otros conciencia. La gente sabe esto, como sabe de promesas e incumplimientos, pese a lo cual sale a ver qué logra de uno u otro político, pues esa es su posibilidad de que algún día el Estado se deje ver con algo. Así, instrumentalizados por los políticos de oficio, tratan de vengarse utilizando a esos políticos en beneficio propio.

Al así suceder, lo que emerge es un Estado que parece distante, ajeno al común de los mortales… Por el contrario, el reto ante el cual está la humanidad toda para abrir espacio hacia una libertad a plenitud, así como una vida en justicia y felicidad, es que ese Estado sea tan cercano a la totalidad social que esa misma gente lo simplifique, develando su funcionamiento, haciéndolo cada vez más cercano a todos y cada uno, superando el funcionamiento burocrático que hoy tiene y que los oprime, llevando muchas de sus funciones, entre ellas seguridad y defensa, a las manos de todos… buscando que la máquina deje de estar al servicio de pocos y cada vez más esté al servicio de todos, por ejemplo con la garantía, de verdad verdad, de que la salud, educación, transporte, vivienda, agua, luz, sea gratuitos y universales, socializando de esta manera lo que todos aportamos a ese mismo Estado a través de nuestro trabajo, el cual él recoge a través de impuestos, hasta acercarlo a su extinción por tornarse innecesario.

 

Privatización de la política

 

Parece increíble, pero esto de las promesas dilatadas e incumplidas, es un cuadro repetido una y otra vez a lo largo y ancho de nuestros países. A propósito de esto, algún escritor tituló uno de sus libros con una sentencia: “Al pueblo nunca le toca”.

¿Por qué sucede esto? Porque el gobierno, como dice la máxima de la democracia liberal, no es del pueblo ni para el pueblo, pero también porque quienes llegan a las instancias legislativas de todo nivel no surgen producto de un ejercicio común en donde la comunidad, apropiada de su destino, controla en sus manos el devenir de lo público, delegando en algunos de los suyos las funciones de representación, delegados que tendrían, si así funcionaran las cosas, que entregar informes de su gestión de manera constante, por lo menos cada mes o menos, y no cada año como lo proponen en la consulta motivo de este escrito.

Delegados, que además, tendrían que socializar con los suyos no solo lo hecho sino además la información que permita comprender el conjunto de intereses que se mueven en la instancia a la que asiste, así como explicando a quiénes (gremio o clase) representan. Un ejercicio de información que deberá tornarse en educación constante para que todos y todas procesen y comprendan cómo está organizado el Estado a todo nivel y cómo funciona, pasando para ello por el gobierno y todas y cada una de sus instancias.

Esta debería ser una labor espontánea, sin exigencia de nadie en particular, pues el delegado, en tanto parte de la comunidad entendería que su labor es de vocería, es decir, de recoger las demandas comunes y transformarlas en proyectos de ley, además de educar para que cualquiera esté en capacidad de llevar a cabo esa misma representación. Es decir, hacer de este cargo algo temporal, y por ello mismo rotativo, así como colectivo y deliberante.

Al así proceder, su participación en alguna instancia de elección popular no sería el sueño realizado para vivir de una cuota burocrática, transformándose por ese conducto en un político profesional (un artista de la palaba y del engaño), alguien que va a una instancia pública a servirse y no a servir, sino todo lo contrario, alguien que de manera circunstancial asume una responsabilidad colectiva, sabiendo que es temporal, con obligaciones expresas hacia el conjunto humano que deposita en él/ella su confianza para que haga conocer en ciertos espacios las necesidades, deseos y sueños de todos, y no solo los de él o ella; por tanto, un funcionario que llega a un espacio de estos a bajar y no a subir, un funcionario que su función, además de otras, es la de servir.

Proceder que sería un paso necesario hacia la desprofesionalización de la política, es más, hacia su desaparición como un asunto de algunos pocos, los mismos que con su proceder niegan y excluyen a todos; al así proceder también avanzaríamos hacia la reconstrucción del prestigio de la política como un asunto del conjunto social, los que ya no delegarían sino que acogerían como parte sustancial de su vida cotidiana el diseño y control de todo aquello que compete con lo común.

Si así fuera el proceder, quedaría confrontado y superado el desinterés hoy reinante por lo público, desinterés instalado en la mente de las mayorías por parte de quienes detentan el poder. Una vez recuperado este interés, tomarían forma las esclusas para que lo que es de todos no sea privatizado, cerrando con ello el paso a todo tipo de negociados y robos que se llevan a cabo en estas instancias, precisamente por que “lo que es de todos es de nadie”. Es esta una batalla contra el neoliberalismo, que no solo toma manifestaciones económicas, sino también políticas, ideológicas, culturales.

Entonces, la exigencia no es solo para la entrega diferida de informes a doce meses, no, la exigencia y reto es para que la política sea un asunto del interés del conjunto social, que los delegados a las instancias de elección popular sean rotativos, que los programas por impulsar surjan del debate cotidiano de las gentes, que los elegidos, así deben saberlo, de no cumplir con los mandatos recibidos podrán ser revocados en cualquier tiempo, que el control efectivo de la ciudadanía sobre lo que sucede al interior de estas instancias impida todo tipo de negociado, etcétera.

De así proceder, no solo habremos recuperado el sentido original y profundo de la política sino que habremos hecho realidad el sueño de darle cuerpo a un gobierno de la gente y para la gente.

 

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Información adicional

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Autor/a: Equipo desdeabajo
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente:

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