A Nessa.
Papi, papi conocí al hombre de mi vida. Casi todos los días, entre los doce y los diecisiete años, solía decirle esto a mi padre, y obviamente hablaba de personas diferentes todas las veces. Él solía reírse y acostumbraba a decirme que no hay afán en el amor y que le hacía recordar a la inolvidable Susanita, una de las amigas de Mafalda.
Mafalda siempre fue mi personaje favorito, pero he de aceptar que fui una Susanita del “amor romántico” más tiempo de lo que hubiera querido, y que mi mejor amiga del colegio tenía más actitudes de Mafalda que yo. Recuerdo que por ella conocí al grupo inglés “The Beatles”.
Para continuar con mi relato, quisiera primero hablar de lo que entiendo, o mejor, de lo que he ido entendiendo sobre el “amor romántico”. Marcela Lagarde, feminista mexicana, habla del “amor romántico” como una representación de un modelo occidental que determina cómo se han relacionado los hombres y las mujeres a lo largo de la historia, por lo que hace un barrido por el amor cortés, la época victoriana y el amor burgués. Asimismo, menciona que, aunque la época contemporánea se caracteriza por una transformación en los roles de género, las formas de relacionamiento amoroso persisten. En la práctica perdura la desigualdad y continúa imponiendose lo qué significa enamorarse, los sentimientos que hemos de pasar por nuestro cuerpo; cómo, cuándo, en dónde, y quién es y quién no es la persona indicada para amar1. De la misma manera, Coral Herrera dice que en la sociedad occidental se construye el “amor romántico” a partir de la forma en que ésta se organiza social, económica y políticamente. En ese sentido, aclara que lo romántico es político y su construcción surge del contexto social. Si en este momento nuestro contexto está supeditado por el capitalismo y el patriarcado; lo que se supone podría ser una forma de relacionamiento, justa, equitativa y edificante, resulta en la subordinación de las mujeres por parte de los hombres2.
Continuando con mi relato, cuando entré a la universidad, mi susanitez (le llamaremos así a la característica de enamorarse a diario de alguien diferente, o de idealizar a alguien con: “es la persona que me acompañará el resto de mi vida”) empezó a incluir mujeres en la escena.
Estudié en una universidad muy heteronormada, y aunque existían personas con orientaciones sexuales diversas que lo manifestaban públicamente, yo no fuí tan valiente para animarme, vivía mi susanitez heterosexual abiertamente y mi susanitez lésbica en secreto, y de esto solo hablaba con mi gran compañera de la universidad. Incluso, en algún momento, solo por un par de días, ella fue “la mujer de mi vida”. Sin embargo, con el resto de mis amigues, siempre sentí vergüenza, y si hablaba de una mujer quedaba en algo artístico, porque estudié Arte, y era muy fácil esconderlo con esa excusa de la estética, y de ahí no pasaba. Igual, yo creo que era fácil identificar que por ese entonces también me gustaban las mujeres.
Años después, quizás con el paso del tiempo y ya en mi rol de profesora, me di cuenta que mi susanitez no solo era una característica con personas a quienes sexualizaba, sino con todas en general. En otras palabras, entendí que solía idealizar a todas las personas con quiénes interactuaba. En un inicio, no fue evidente. Entonces, vivía una forma de relacionamiento muy tóxica que ahora se que está enmarcada en ese “amor romántico” del que hablan Lagarde y Herrera. Solía esforzarme mucho para poder encajar en todos los contextos con todas las personas, sin importarme a mí misma, no prevalecían mis necesidades ni mis límites, solo los de las personas con quienes estaba interactuando.
Esto no solo pasó con mis relacionamientos amorosos y amistosos, esto pasó también con mi trabajo y con mi familia. Creo que ahora puedo decir que durante muchos años fui una persona que no soy, y sentía que quiénes me rodeaban de forma directa o indirecta me planteaban qué y qué no debía ser, y yo me amoldaba a eso, yo estaba simplemente para complacer a todas las personas que me rodeaban.
Cuando me di cuenta de esto y del daño que causa no lograr ser la persona que todas las personas esperan que seas o por el contrario, si no sucedía lo que esperaba que otra persona debía hacer o ser, sentía una gran angustia. Eso me impedía ser feliz totalmente y no me dejaba aceptarme. No me permitía ver quièn soy realmente.
En un inicio pensé que todo giraba en torno a no aceptarme como lesbiana, y por esa razón, hace aproximadamente cuatro años “salí del closet”, así le llamo porque durante mucho tiempo no pude disfrutar de mi identidad de género y de mi orientación sexual de una manera tranquila, libre y segura y, en efecto, esa es la triste sensación. Desde el primer momento mi madre y mi hermano fueron el soporte más sólido que necesité en este mundo tan heteronormado en el que habitamos.
Aunque aceptarme como realmente soy frente a mi madre y mi hermano fue el punto de partida de una nueva yo, no fue la solución para mi “susanitez”. Algo seguía sucediendo y el camino sería más largo. Seguía ilusionándome y desilusionándome de les amores, de les amigues, del trabajo, y de la familia. Había algo más que me estaba causando dolor y aún no podía saber qué era o cómo podía identificarlo. Y fue así como me sentí perdida en el “amor romántico”. En diciembre del año pasado me estaba quedando difícil conciliar el sueño, y este síntoma solo me llevaba a sumergirme en las redes sociales en mi celular. En una de esas noches de insomnio y redes sociales encontré lo que sería el mensaje que me permitiría entender por qué estaba tan perdida. Era la foto de un grafitti que decía: “En caso de decepción rompa la expectativa”.
Este mensaje me dio vueltas en la cabeza durante varios días, quizás porque no había entendido lo evidente de todo esto. Las expectativas que otres ponían sobre mí me llegaban a afectar significativamente, porque yo también se las imponía a todas las personas con quienes me relacionaba. Fue así como entendí que no es solo el “amor romántico” lo que nos afecta, sino la forma que nos impusieron para idealizar ese “amor”. Lo romántico es una construcción social que se encarga de idealizar, con la finalidad de obtener el tan anhelado príncipe azul, o esa pareja perfecta, así que idealiza lo que debe ser y cómo debe ser el matrimonio, una demostración más del amor, y también idealiza la maternidad, característica con la que fundamentan el rol de las mujeres3.
Este descubrimiento, que es más bien reciente, transformó mi forma de relacionamiento con el mundo entero. Es un proceso que he empezado y aunque estoy segura de que aún falta mucho por concientizar y transformar, ahora estoy segura de lo que no quiero en las formas en que me relaciono con las otras personas. Porque quisiera nunca saber qué quiero, para así poder disfrutar las novedades y aprendizajes que puede haber en relacionarme con las otras, los otros y les otres.
Para terminar, aunque ni mi padre, ni mi mejor amiga del colegio, la que se parece a Mafalda, están vives, ya que coincidencialmente murieron en el 2009, me hubiera gustado tener la oportunidad de hacerles parte, no solo de mi orientación sexual y mi lugar político sobre ser lesbiana, sino sobre mi gran descubrimiento gracias al camino que decidí emprender en el feminismo.
El “amor romántico” es la base de la dominación del patriarcado, y nos pone en desigualdades que de entrada marcan y destinan el poder en las mayorías, en este caso, en favor de los hombres cisgénero. No se cuál hubiera sido la respuesta de ella o de él, pero con certeza sé que hubiera sido una buena discusión, porque ambes tuvieron siempre la facilidad de resaltar la Susanita que me habitó durante mucho tiempo.
* Decirle a una mujer que es una perdida es decirle que ha incumplido con todo lo que se esperaba de ella, así que nosotras queremos reivindicar ese perderse de las mujeres, porque han fracturado el molde patriarcal que las acecha. En Relatos de Mujeres Perdidas presentaremos tres narraciones acerca del “amor romántico”. Son muchas las palabras, las ideas, los dolores que nos atraviesan cuando la palabra amor, sobre todo el tradicional y heteronormado aparece, estos relatos son apenas la manifestación catártica de lo que sentimos las mujeres y hoy nos atrevemos a colectivizar. Son escritos subjetivos, potentes, hablan de experiencias individuales en la que quizá alguna lectora se encuentre. La experiencia del desamor es y será distinta para todas, aunque lo claro en este momento en el que las potencias feministas ya no se pueden obviar, es que no tenemos por qué sufrir, que estamos para ser felices y amadas en libertad y justicia. por eso reivindicamos la escritura y desde los feminismos aplaudimos a las mujeres que se relatan a sí mismas.
En ese orden, estas narrativas están hiladas como un tritono disonante y subversivo. Esa figura musical se ha considerado siniestra desde el Medioevo, y las mujeres que aquí tejen sus historias, se han hecho cada vez más feministas y más siniestras. En sus historias perdidas encontraron algo de conexión con su identidad y potencia, así que aquí está la tercera entrega de nuestro quinto tritono.
Erika Rodríguez Gómez
1 Flores Fonseca, Verceli Melina. (2019). “Mecanismos en la construcción del amor romántico. La ventana. Revista de estudios de género, 6(50), 282-305. Recuperado en 01 de mayo de 2021, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-94362019000200282&lng=es&tlng=es.
2 Asuar Gallego, Beatriz. (2018). Coral Herrera: “Se ha disfrazado de amor lo que es control y dominación”. Público. Recuperado en 1 de mayo de 2021, de https://www.publico.es/sociedad/amor-romantico-coral-herrera-disfrazado-amor-control-dominacion.html
3 Flores Fonseca, Verceli Melina. (2019). “Mecanismos…”, op. cit.
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