El 2 de octubre los colombianos votarán por sí o por no a los acuerdos de paz de La Habana. Paralelamente, sectores organizados de la vida política y de la sociedad quieren convocar a los ciudadanos, por medio de otro referendo, para que establezcan cuál ha de ser la “familia colombiana”.
Los días 24 y 31 de agosto cerca de cien ciudadanos se acercaron al Senado para expresar su posición sobre la adopción por parejas homosexuales. Las audiencias públicas tuvieron lugar frente a la decena de senadores miembros de la comisión primera, que deben decidir si le dan paso o no a esta iniciativa.
La solicitud de abrir este debate fue hecha por la senadora Viviane Morales, liberal y cristiana. Ella es una figura pública y miembro de la poderosa Iglesia Casa sobre la Roca, que dirige un antiguo e influyente periodista anticomunista. En los años noventa Viviane Morales había logrado hacer adoptar por el Congreso la ley de libertad de cultos, que permite desarrollarse a las iglesias diferentes a la Católica. Hoy en día estas iglesias (pentecostales, cristianas, evangélicas) son una de las fuerzas mejor organizadas del país. En el Congreso tienen más diputados que la izquierda.
Viviane Morales llevó a cabo su campaña actual con la ayuda de su marido, Carlos A Lucio, un ex guerrillero del M 19, antiguo compañero de clase en el Liceo Francés de Bogotá de Ingrid Betancourt (en los ochenta había hablado de secuestrar a los niños de su ex colegio), que por los vaivenes de la política colombiana se convirtió en asesor de los paramilitares y, más recientemente, en ferviente evangélico.
Luego de las decisiones recientes de la Corte Constitucional de permitir a las parejas homosexuales casarse y adoptar, Viviane Morales inició una recolección de firmas contra la adopción de niños por estas parejas. Las más de 2 millones de firmas recogidas le permiten pedir que se haga un referendo sobre el tema.
Colombia es laica desde 1991, pero el nombre del dios de los cristianos figura en el preámbulo de la Constitución; muchísimas escuelas son administradas por órdenes religiosas; hay crucifijos en muchos edificios públicos, incluso en las altas cortes; por último, en este país donde las costumbres han cambiado mucho, es sin embargo difícil decirse ateo.
En las audiencias de agosto los ciudadanos fueron al Congreso para presentar sus argumentos. El “interés de los niños” fue invocado de manera sistemática, especialmente por quienes se oponían a esta adopción. Siguiendo la argumentación de la senadora, la decisión de la Corte considera la adopción como un derecho de las parejas homosexuales, en vez de tomar en cuenta el interés de los menores.
Su proyecto de ley busca una familia colombiana ideal para adoptar a los niños. Según el grupo que la respalda, esto se garantiza con un hombre y una mujer. Este criterio sería determinante para asegurar la calidad de la educación de los niños. El argumento es curioso, especialmente en un país donde los menores han padecido enormes violencias: según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, entre 2008 y 2016 cerca de 250 mil niños sufrieron agresiones, violencias, violaciones, maltrato y abandono. La mayoría de estas violencias fue ejercida por el entorno cercano de los menores: su familia heterosexual “normal”.
Pero los 32 senadores pertenecientes a todos los partidos (salvo el Polo Democrático Alternativo, de izquierda) que han anunciado su respaldo a Viviane Morales no parecen preocupados por este tipo de preguntas. Por lo demás, las violencias contra los niños son pocas veces discutidas en el espacio público. En cambio, el “interés de los niños” despierta fantasmas increíbles sobre los homosexuales.
NO SE PUEDE.
Las lesbianas y los gays serían fundamentalmente inaptos para educar a los niños. Apoyándose en un informe financiado por organizaciones ultra conservadoras de Estados Unidos –un estudio que ha sido ampliamente criticado por académicos y médicos1–, el proyecto de ley del referendo sostiene que, en comparación con niños de otras parejas, “los hijos de parejas homosexuales tienen tasas más altas de de-sempleo; votan menos; son menos buenos en la escuela; han sufrido agresiones sexuales por sus padres o por otros adultos; han sido forzados a tener relaciones sexuales; tienen una mala percepción de su familia; consumen más marihuana y tabaco; han tenido más problemas con la ley; cuando son mujeres, han tenido un mayor número de compañeros sexuales”.
¿Cómo se articulan las posiciones frente a este tipo de razonamiento? Estuve presente en las audiencias y pude observar ciertos aspectos que resultan reveladores del proceso colombiano. Así, resulta interesante anotar que la mayoría de los ciudadanos presentes eran juristas (abogados, estudiantes de derecho…).
A menudo en Colombia este tipo de temas, que repercuten en el conjunto de la sociedad, se abordan desde el punto de vista legal. Pero las leyes nacionales son un laberinto, con lo que inscribirse estrictamente en este campo puede dar lugar a debates interminables. Así, mientras para algunos el contenido del referendo respeta el orden constitucional, ya que la Carta define a la familia colombiana, “núcleo fundamental de la sociedad”, como estando formada por un hombre y una mujer, para otros viola los tratados internacionales y la Constitución, pues los derechos de las minorías deben ser respetados. En la misma lectura estrictamente jurídica, algunos se interrogaban no sobre el contenido del referendo sino sobre la posibilidad de someter esta pregunta a la decisión del pueblo colombiano.
Un segundo aspecto interesante fue observar que las personas más favorables a la adopción fueron académicos, sobre todo provenientes de las facultades de Bogotá, madres solas con hijos a su cargo, y por último algunos militantes de los derechos Lgbt. Las madres solteras asistieron al debate porque el proyecto de ley considera que la única familia idónea para educar a un niño es la que está constituida por un hombre y una mujer. Estas madres recordaron al auditorio que tan sólo una tercera parte de los hogares en Colombia funciona así. Algunas hablaron como madres que se volvieron cabeza de hogar después de la partida del cónyuge (un caso frecuente en este país); otras, como madres por decisión (por inseminación). Si se aprobara el proyecto de ley, la adopción por una persona sola sería imposible.
Una fracción de los expositores provenía de los grupos Lgbt. Un hombre gay y cristiano, una madre lesbiana, y jóvenes que han crecido con padres homosexuales dieron sus testimonios. Sus argumentos mostraban la normalidad de sus vidas. Refirieron el no abuso por sus padres o los amigos de ellos, su excelencia académica e incluso su falta total de interés por las drogas o el alcohol.
Este proyecto debe ahora transitar por el Congreso y por la Corte Constitucional. Grosero en su concepción, es muy posible que no prospere. Sin embargo, los movimientos cristianos no darán su brazo a torcer. Varias batallas se avecinan, y prueba de ello son las grandes manifestaciones a que ha dado lugar la promulgación de manuales escolares con un enfoque de igualdad de género.
En suma, están llegando nuevos temas a la escena política y pública, como son estos relativos a la “cuestión” Lgbt, un tema más asociado a los derechos individuales, al tipo de vida urbano antes que al rural, y en consonancia con debates de la modernidad que también se dan en muchos otros países. Queda sin duda mucho camino para ampliar la democracia en esta nueva etapa colombiana del “posconflicto”.
Por Olga L González, socióloga.
Véase https://en.wikipedia.org/wiki/New_Family_Structures_Study . Para las críticas véanse Ryan Jaslow (12-VI-12): “Kids of gay pa-rents fare worse, study finds, but research draws fire from experts”, en Cbs News, recuperado el 21-X-14; “Letter to the Editors and Advisory Editors of Social Science Research” (Pdf), julio de 2012; “Amicus Brief in Golinski versus Office of Personnel Management”, pág 23 (Pdf); John Becker (28-II-13): “In Supreme Court Brief, American Sociological Association Obliterates Claim That Same-Sex Couples Are Inferior Parents”, en el Huffington Post.
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