Las palabras fluyen a través de una selva peligrosa. Durante más de seis años, Noël Saez fue un hombre casi invisible, con una misión de una magnitud intrincada: conseguir que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) liberaran a los rehenes en su poder, entre ellos a la franco-colombiana Ingrid Betancourt. Dos obstáculos ahogaron la misión del emisario francés: las mismas FARC y el Ejecutivo del presidente colombiano Alvaro Uribe. Los pormenores de lo que a lo largo de seis años fue una obsesión están expuestos en el libro El emisario: entre selvas, ríos, reuniones secretas, traiciones, manipulaciones y operaciones encubiertas, las 245 páginas del libro de Saez narran las vicisitudes de un agente secreto y su íntima convicción: 1, las FARC estaban dispuestas a liberar a los rehenes; 2, la operación Jaque, que en julio de 2008 desembocó en la liberación de Ingrid Betancourt, de los tres rehenes norteamericanos y de once personas más, fue posible porque dos comandantes de las FARC traicionaron a la guerrilla.
El emisario francés era el lazo entre París y la selva. Noël Saez, a quien sus detractores llaman “008”, fue primero cónsul general en Bogotá entre 2000 y 2004 y luego enviado especial de Francia y del actual presidente Nicolas Sarkozy a Colombia. Las memorias de este agente secreto abarcan muchas misiones en el extranjero, pero su papel en la negociación con las FARC hace de este capítulo un tema central. En las primeras páginas de la obra, Saez admite que quiere restaurar la verdad sobre una cuestión que se apoderó de su vida. El ex emisario escribe: “Ingrid vivió seis años encerrada en la jungla y, durante seis años, no es excesivo decir que yo y mi familia vivimos en su huella, en su burbuja, al ritmo de las noticias que nos llegaban, de los llamados desesperados de su madre, de sus hijos, de los rumores enloquecedores, de las esperanzas, de las dudas, de las decepciones”.
Hoy bajo el fuego de las críticas de la prensa francesa, que le achaca su fracaso en liberar a Ingrid Betancourt, y de acusaciones de dudosa procedencia por parte del gobierno colombiano, que lo acusa poco menos de connivencia con las FARC, conviene leer el libro de Noël Saez como lo que es: las peripecias de un emisario bajo mandato de un gobierno, Francia, autorizado por otro, Colombia, a entrar en contacto con un grupo insurgente, las FARC, para liberar a una serie de rehenes que eran objeto de un inmundo chantaje. Misión compleja, por encima de toda lectura moral. El relato de Saez es precisamente eso: un cara a cara con la violencia, la traición, las manipulaciones y los intereses a la vez contradictorios y cambiantes de los actores, sea los armados, Bogotá y las FARC, o los diplomáticos, Francia y Venezuela. Saez cuenta que un día el ex número dos de las FARC, Raúl Reyes, le dijo: “Nunca hubiésemos secuestrado a Ingrid Betancourt si ella no nos hubiese provocado”. Lo esencial del libro está en la crónica de estos seis años de negociaciones y en la convicción que Saez transmite sobre la decisión de las FARC de liberar a los rehenes.
Entre las páginas 144 y 145 del libro El emisario hay una serie de fotos tomadas por el autor durante sus viajes a Colombia para encontrarse con las FARC, concretamente con Raúl Reyes. Una de ellas muestra, sentados en torno a una mesa, a Raúl Reyes, al mismo Saez y a Jean-Pierre Gontard, el emisario suizo. Reyes está escribiendo en una computadora y, según Saez, en esa reunión, organizada el 15 de junio de 2007, se acordaron las modalidades de liberación de los rehenes y se adoptó “el principio de darles la prioridad a las mujeres y a los enfermos”. Las fechas son importantes, ya que entre mediados y finales de 2007 la boca de la selva empezó a abrirse para los rehenes a lo largo de un proceso que condujo, en enero de 2008, a la liberación unilateral de los primeros rehenes canjeables. Noël Saez sostiene entonces que las FARC estaban convencidas de la necesidad de liberar a los secuestrados. En el último capítulo del libro, “Autopsia de una operación ‘perfecta’”, Saez describe lo que ocurrió unos días antes de que, mediante un operativo de inteligencia bautizado Operación Jaque, el ejército colombiano liberara a los rehenes más preciados, es decir, Ingrid Betancourt y los norteamericanos.
Sin disparar un sólo tiro. ¿Proeza de inteligencia militar o astuta manipulación? Para el emisario francés, la Operación Jaque fue un montaje fraudulento, una puesta en escena orquestada gracias a la colaboración de los hombres de las FARC que tenían a su cargo la vigilancia de los rehenes. Así, según cuenta Saez, en junio de 2008 se produjo el primer contacto con las FARC luego de la muerte de Raúl Reyes, ocurrida en Ecuador cuatro meses antes. El y el emisario suizo fueron convocados por las FARC a una reunión con Alfonso Cano, el hombre que reemplazó a la cabeza de las FARC a Manuel Marulanda. Saez informó al comisionado de Paz colombiano, Luís Carlos Restrepo, quien desautorizó la misión debido a que el ejército estaba llevando a cabo operaciones en la zona del encuentro. Las FARC cambiaron el lugar y el presidente colombiano, Alvaro Uribe, autorizó el viaje de los emisarios. El 26 de junio, los dos hombres salieron rumbo a la selva. Cano no vino, pero su representante se encargó de la negociación. Saez escribe: “Si el enviado especial de Alfonso Cano nos dice que la liberación de los rehenes es el único medio para que las FARC salgan airosas, eso quiere decir que su jefe piensa que ya no hay más obstáculos para esa liberación”.
Saez y Gontard regresaron a Bogotá el 30 de junio con la noticia de una pronta liberación: “Por primera vez en seis años dejamos a las FARC con el sentimiento de que estamos llegando a la meta”. El 1º de julio, los hombres se reúnen con Restrepo en la Embajada de Suiza para informarle sobre la nueva situación: “El principio de la liberación de los rehenes está ganado”. Para sorpresa de Saez, el comisionado de Paz les dijo a los emisarios que la negociación era una cosa del pasado, que el “gobierno va a cambiar de actitud frente a las FARC y que su nueva política consistirá en corromper a los mandos medios”. Al día siguiente, 2 de julio, Uribe lanzó la Operación Jaque que condujo a la liberación de Ingrid Betancourt y sus compañeros de infortunio. “Fin de la secuencia. Carlos Restrepo me engañó”, escribe Noël Saez.
A partir de ese punto, la narración del mediador francés se vuelve más densa, amarga. Saez se muestra convencido de que el gobierno colombiano lo utilizó para encubrir la Operación Jaque. Más aún, Saez cuenta cómo, según él, el gobierno pudo obtener la liberación de los rehenes sin violencia, apenas utilizando unos helicópteros maquillados con los emblemas del CICR, el Comité Internacional de la Cruz Roja, previa negociación secreta con Gerardo Aguilar Ramírez, alias César, que era el jefe del frente 1 que operaba en la zona del Guaviare donde estaban los rehenes. Para Saez, es así como fueron liberados Ingrid Betancourt, los tres rehenes norteamericanos y los once restantes. Quince de golpe, sin un cañonazo, con todo el mundo sonriendo y saludando los helicópteros. “¿Cómo creer que los guerrilleros dejaron que Ingrid, su rehén más emblemático, se vaya así?” La explicación, según Saez, es la siguiente: César –el comandante de las FARC– fue comprado. “Para mí, el presidente Uribe quiso hacer pasar por una proeza militar la traición de un comandante de las FARC.”
Volviendo hacia atrás en el tiempo, Noël Saez encuentra la explicación en una conversación que él y el canciller francés, Bernard Kouchner, mantuvieron en febrero de 2008 con el presidente Uribe y éste les informó que el ejército acababa de capturar a Luz Dary Conde, alias “Doris Adriana”, que era “la esposa de César, responsable de la logística para todo el bloque oriental de las FARC”. La conclusión de Saez es inmediata: cuando el helicóptero vino a buscar a los rehenes, “César y Gafas –el otro comandante– jugaron el papel para el cual habían aceptado ser generosamente pagados. Así permitieron que los tiraran al piso, que les vendaran los ojos y que les dieran algunos golpes para tornar más verosímil la versión oficial.” Jaque mate.
Por Eduardo Febbro
Desde París
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