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Un alcalde peor para la mayoría

Un alcalde peor para la mayoría

 

El actual regidor de Bogotá instauró como eslogan de su actual período en la alcaldía el sonoro “Bogotá, mejor para todos”.

Con ese lema tan pretencioso, y sin entrar a valorar el masculino genérico siempre excluyente, la ciudad no está siendo buena para casi nadie. Ni siquiera para sus ricos seguidores del norte capitalino.

Al margen de sus falsos títulos, de sus postizas poses de progresista y ecologista, de sus intervenciones marcadamente antisociales y otras meteduras de pata que jalonan sus quince meses al frente del consistorio más importante del país, el ínclito político continúa jodiendo a esa mayoría a la que se suponía iba a beneficiar con una ciudad mejor.

¿Peña qué? Losa. Sí, señoras y señores. Enrique Peñalosa es toda una lápida para una ciudad de por sí compleja pero que se merece algo más que un mediocre gestor para mantener una vida cultural rica, una movilidad decente y una educación distrital meritoria para quienes la necesitan, que son una gran parte de esta urbe de oficiosamente nueve millones de habitantes.

La última sonada ha sido la propuesta de incrementar el precio del pasaje del Transmilenio, el sistema integrado de transporte que él mismo puso en marcha en su anterior etapa en la alcaldía.

A partir del uno de abril, el pasaje cuesta dos mil doscientos pesos. Un diez por ciento más que antes cada viaje. Un porcentaje redondo en un país cuyo gobierno ha aprobado tan sólo un siete por ciento de subida del salario mínimo. Ese salario está oficialmente en 737.717,- pesos. Si usted utiliza al menos dos viajes al día para dirigirse a su trabajo, gastará cuatro mil cuatrocientos pesos. Si debe acudir cinco días a la semana, unos veintidós días al mes a su labor, necesitará 96.800,- pesos para sus desplazamientos. Algo más del trece por ciento de ese salario. Existe en algunas empresas un auxilio de transporte que por normatividad está en $77.700 pesos mensuales. Eso no cubre el gasto señalado.

Un sistema que a mi juicio es bueno, con sus limitaciones, pero que se está quedando pequeño, que está mal llevado y peor gestionado. Esa figura extraña en la que diez empresas se reparten los ingresos, porque beneficios los debe de tener, pero es el erario público el que cubre los gastos. Vamos, una chapuza. Eso sí, sin la que creo que esta ciudad sería todavía más caótica de lo que es.

Las filas en las estaciones son inmensas, los apretones (y en ocasiones por desgracia algo más) incontables y el mal servicio lo común. Incluso en las horas “pico”, de mayor afluencia de personas en el sistema, en las que debería haber mayor frecuencia de paso de autobuses, es usual ver cómo varias unidades no se detienen a cargar pasajeros con el luminoso de “retomando servicio”; un nuevo eufemismo que ha sustituido al anterior, “en tránsito”, pero que supone lo mismo. No cubren las demandas.

 

transmilenio 1

Aspecto de la estación de Universidades a las siete de la mañana de cualquier día laborable.

 

A eso hay que añadir que los conductores, la gran mayoría , y digo los porque las, que son todavía pocas, manejan bastante mejor, conducen como si transportaran bloques de hormigón. Sin el menor cuidado, con prisas que apenas permiten que la gente acceda y descienda, y con frenadas a destiempo y curvas arriesgadas. La prueba está en el alto número de accidentes de los vehículos, y eso que, en la mayor parte de sus recorridos, disponen de dos carriles en cada sentido para desenvolverse. En el período 2012-2015, según datos oficiales de la alcaldía, hubo 1.458 accidentes con el resultado de 79 personas muertas y 1.779 heridas.

Tampoco es que la ciudadanía se porte muy educadamente. Obstruyen el paso de personas a los vehículos, se quedan en las puertas aunque su destino no sea la siguiente parada y hay un gran número de “colados” en el sistema.

Para más complicaciones en los costos, no hay ningún tipo de abonos para reducir los precios a la gente del común. Usted puede adelantar carga la tarjeta con, pongamos, veinte mil pesos (1 euro aprox. 3.000 pesos) y el billete le cuesta lo mismo. Ahora, con la subida, han ampliado el tiempo disponible para hacer un transbordo sin pagar todo el pasaje y te cubre hasta dos viajes a crédito de la tarjeta si te quedas sin saldo.

El sistema Transmilenio mueve cerca de 2,3 millones de viajeros al día. Por lo que la caja diaria, aunque haya gente que se cuele y una parte de la población tenga algún beneficio por ser de escasos recursos, es elevada. Mucho como para que según la Secretaría de Movilidad de Bogotá el déficit en 2016 alcanzara los $661.000 millones de pesos.

Los votantes de Peñalosa, ese sector poblacional de estratos 5 y 6, los más altos, y residentes en el norte o noroccidente de la ciudad, no se mueven en transporte público. Ellos son de esas ciudadanas y ciudadanos que diariamente ocupan las calzadas moviendo sus carros de 1.200 kilos para desplazar una sola persona de apenas 100. La mayoría de los automóviles que se ven circulando, más bien atascando, las vías urbanas van ocupados únicamente por el conductor.

La situación de la movilidad en esta gran capital es bastante difícil y de complicada solución, y más por el poco interés político en abordar el problema de manera integral y con propuestas válidas. Y el metro sigue siendo una quimera. Eso sí, de oro. Porque el dinero que ha “desaparecido” en este sueño y los cada vez más elevados costos de su implementación lo sitúan en un nivel inalcanzable.

Este es el panorama del transporte, caro y saturado, en la Bogotá mejor para todos.

 

 

Información adicional

Autor/a: J.Ignacio Chaves G.
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: PaterasalSur

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