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Un liderazgo apenas incipiente y en recuperación. Colombia

“Al alcalde de se subió el estrato”


 


El 25 de mayo se inició en Bogotá con un nuevo paro del transporte público, esta vez liderado por la Asociación de pequeños transportadores, Apetrans, que agrupa 24.500 propietarios de buses y colectivos.


 


Con tranquilidad y decisión, el representante de Apetrans, Alfonso Pérez, aseguró en declaraciones radiales que las mesas de trabajo definidas con la alcaldía desde el 3 de mayo (una vez levantado el anterior paro de transporte) no han servido para nada, toda vez que los mandos medios que llegan en representación de la alcaldía no tienen ningún poder de decisión. Por demás, los grandes monopolios del transporte aspiran a controlar una mayor parte de transmilienio, el sistema de transporte “masivo” en construcción en la ciudad.


 


Expresan los pequeños propietarios que con el Alcalde ya no se puede conversar, pues “se le subió el estrato a la cabeza” y ahora no escucha a nadie.


 


La actual alcaldía de Bogotá había levantado muchas expectativas, pues a su cabeza se sitúa un viejo dirigente sindical, activista de izquierda, que pese a su pasado y su condición popular, no pierde ocasión para decirle a los medios de comunicación que él no es de izquierda. Pero más que ese gesto están sus actos de gobierno, caracterizados por un silencio profundo con los temas y las problemáticas de los sectores populares. Una alcaldía que no rompió con el diseño estratégico de ciudad que heredó, conservando la privatización de vías públicas y la construcción de un sistema de transporte monopolizado por los grandes empresarios.


 


Por eso los pequeños propietarios protestan. Alegan que las rutas a las cuales son relegados, por el crecimiento de Transmilenio, no son rentables, y demandan participación en el sistema masivo de transporte que desde hace 5 años está en construcción en la ciudad.


 


El paro que lideran el 25 de mayo, se sintió con fuerza en las primeras horas de la mañana, cuando miles de bogotanos, de manera especial los que viven en las barriadas de los extramuros, tuvieron que caminar largos trayectos para acceder a un sistema de transporte.


 


Confiado en su capacidad de represión, el alcalde tensionó todo el pie de fuerza de la ciudad, militarizó calles y avenidas, y en operativos relámpagos, sofocó núcleos de protesta de los taxistas, que en algunos sectores de la ciudad se sumaba a la protesta, demandando mantenimiento de la malla vial, cada vez más deteriorada.


 


Obreros y empleados en huelga


 


Desde hacía muchos años Colombia no presenciaba la protesta obrera y de los trabajadores públicos. Pero en esta coyuntura es de especial significación el paro nacional que realizan desde hace quince días 38 mil empleados del sector de la justicia, en demanda de mejor remuneración. Durante dos semanas se han visto todos los juzgados y fiscalías del país cerrados. Pero de igual manera Medicina Legal, dependencia encargada del levantamiento de cadáveres y entrega de los mismos a sus deudos. La respuesta del actual Gobierno no se ha dejado esperar: dilación u ofrecimiento de pequeños incrementos salariales que en nada recomponen los desvalorizados ingresos de estos profesionales.


 


Igual sucede con los obreros del carbón. Por una parte los trabajadores de Glencore, en la Jagua de Ibirico, en paro desde hace el 17 de mayo por la negativa patronal a considerar sus reivindicaciones, donde se destaca la demanda de incorporación de los contratistas (2000) como trabajadores de la empresa, inversión directa en obras en beneficio de toda la población (salud) donde está localizada la mina (La jagua de ibirico), recuperación de las vías deterioradas por las tractomulas de la multinacional, y alza salarial.


 


Por otra parte, los 2000 mineros de la mina Pribbenow (en La Loma- César), de la empresa Drummond y los que trabajan en el embarque de carbón en Santa Marta, en paro desde el 22 de mayo en reclamo de mejores condiciones de trabajo, respeto a los procedimientos de cargos y descargos, aportes para el estudio de sus familias, prima por contaminación ambiental, etcétera.


 


Todo indica que por la actitud de las multinacionales, estos paros van para largo.


 


La salud continúa enferma


 


En el sector salud la situación no es mejor. Sus trabajadores en Montelíbano, departamento de Córdoba, entran en cese indefinido de labores por que desde hace más de 12 meses no les cancelan mesadas, sin tener en cuenta cesantías y otros.


 


El paro obligado por la hambruna de numerosas familias no hace sino recordar que la salud en Colombia está enferma. Cada día las noticias informan de pacientes que pese a su grave estado no son atendidos, siendo remitidos en lo que se conoce como “el paseo de la muerte” de hospital en hospital, a ver cual quiere atenderlo.


 


El derecho a la salud ya es un mero recuerdo para los más pobres, el 70% de los colombianos. En cada hospital, en horas matutinas se conforman extensas filas de pacientes para ver si tienen la suerte de ser atendidos. Entre más grave es la enfermedad (entre más caro es el tratamiento) más difícil es que sea atendido.


 


Indígenas fuertemente reprimidos


 


En días anteriores, entre el 15 y el 20 de mayo, los indígenas Nasa en el Cauca, reunidos alrededor de la Cumbre social y política, al igual que campesinos que se situaron en otros sitios del Cauca, fueron brutalmente reprimidos por las “fuerzas del orden”, que sin consideración alguna retomaron la vía Cali – Popayán cerrada a la altura del municipio de Piendamó por los asistentes a la Cumbre. El saldo final lo dice todo: 4 asesinados, 2 a bala y otros ahogados por la gran cantidad de gases lacrimógenos lanzados por las fuerzas de a pie y desde dos helicópteros con que la policía reforzó el operativo, que sin duda alguna, posterga la lucha por la “liberación de la madre tierra”, pero no da solución a los reclamos indígenas.


 


Fuego ”amigo”


 


El día 22 de mayo sucedió algo que indica con toda nitidez la descomposición que sobrelleva el Estado colombiano. En el municipio de Jamundí, limité entre los departamentos el Valle y el Valle del Cauca, un grupo especial de la policía compuesto por diez miembros, en misión antinarcóticos, fue aniquilado por un grupo de alta montaña del ejército.


 


En Colombia ya han sucedido estos “errores” por fuego amigo, que luego de algunas investigaciones quedan reveladas como lo que son: fuerzas enfrentadas por la protección de narcotraficantes o de su “mercancía”. Todo parece indicar que esta vez no es la excepción.


 


Las elecciones del 28


 


Lo que sorprende es que en medio de una campaña electoral, estos hechos no sean conjugados ni liderados por una opción de izquierda. Por voz apagada se escucha la reivindicación de estos trabajadores y de sus problemáticas, y con poco acento se abordan temas delicadísimos como la privatización de la salud, la reforma agraria, la finalización de fumigaciones de cultivos de uso ilícito, el papel de los nuevos liderazgos sociales, la solidaridad de clase, la denuncia de las repetidas reformas laborales y sus efectos sobre la calidad de vida en Colombia, entre otros temas.


 


Es evidente que el menguado movimiento social colombiano, y su dirigencia –en incipiente recuperación–, aun no retoman capacidad total como para intentar una coordinación de conflictos y mucho menos para relacionar lucha electoral, lucha social y lucha política. Pero lo que sí se hace evidente, es que hacia ese norte hay que enrutarse. Los resultados del 28 de mayo indicarán el tiempo que esto se tomará, pero con seguridad un resultado sorpresivo (segunda vuelta o triunfo) ayudaría mucho a ello, en tanto brindaría ánimos para superar el temor que recorre todo el país y encierre ensimismados miles de activistas.


 

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