Dice el senador Carlos Moreno de Caro para exculpar a los paramilitares de sus crímenes horrendos y de sus mezquinos latrocinios, y proponer que lo cobije una ley de perdón y olvido, y premio: -Es que medio país es de ellos. Sí: medio país es de ellos. Físicamente y políticamente. Por varias razones, que tal vez valga la pena enumerar antes de entregarles el otro medio país que todavía no es de ellos, como proponen personas en apariencia tan distintas y en fin de cuentas tan parecidas como Moreno de Caro y el presidente Álvaro Uribe Vélez. Medio país es de ellos porque se han apoderado por la fuerza de las tierras de dos o tres millones de personas que hoy piden limosna en los semáforos de todas las ciudades del país en donde todavía los políticos locales no se han robado los semáforos. Son los llamados ‘desplazados’. Colombia es, después del Sudán, el país que en proporción a su población más desplazados tiene en todo el mundo. Medio país es de ellos porque esas tierras robadas las han dedicado al lucrativo negocio de la siembra de drogas prohibidas. Además de paramilitares, son narcotraficantes. Medio país es de ellos porque están aliados con las Fuerzas Militares. Así se acaba de demostrar, frente a los políticos y los periodistas y los embajadores que llevan años negándolo, en el juicio que se le sigue al general Uscátegui por la matanza paramilitar de Mapiripán, hace seis años. Dijo el general, llorando, que no se atrevía a dar el nombre de su socio paramilitar del momento porque tenía miedo de que lo mandara matar. El militar está retirado. El paramilitar no. Medio país es de ellos porque, además de los recursos que sacan del tráfico de drogas y del robo de tierras a los pequeños propietarios, reciben auxilios de los latifundistas grandes, de los transportadores, de los comerciantes. Una vez le oí decir a un gran industrial que es a la vez latifundista que a los ‘paras’ les pagaba vacuna como a la guerrilla, pero “con cariño”. Medio país es de ellos porque han comprado las conciencias y financiado las campañas electorales de infinidad de políticos, desde el nivel veredal hasta el nacional. Uno de los más notorios jefes paramilitares se jactaba hace un año de que dos tercios de los congresistas habían salido elegidos gracias a sus presiones y amenazas, o con su dinero. Medio país es de ellos porque el Estado mismo, representado por el presidente Álvaro Uribe, que los llama “mal llamados paramilitares”, y por su ministro del Interior y de Justicia (¡qué vergüenza!) Sabas Pretelt, que les agradece en público la “donación” de unas tierras robadas para construir en ellas un club campestre en el que puedan retirarse a descansar, los reconoce como interlocutores válidos y legítimos. Interlocutores políticos: esa condición que les niega a las guerrillas. Medio país es de ellos, les pertenece, los apoya, porque, como decía el difunto doctor Darío Echandía, inútil “conciencia jurídica de la República”, como lo llamaban en sus tiempos, “nada hay más respetable en Colombia que una larga impunidad”. Esa larga impunidad de los paramilitares, que son impunes porque están armados, y están armados porque son ricos, y son ricos porque han robado, es la que quiere consolidar en términos jurídicos y políticos el doctor Luis Carlos Restrepo, alto comisionado de Paz.Sinceramente, yo no entiendo por qué le dicen ‘alto’ si se la pasa de rodillas.
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