magine un invernadero… Un lugar cerrado para concentrar el calor y favorecer el cultivo de las plantas… O sienta cómo la temperatura de su cuerpo aumenta tras cubrirse totalmente con una cobija… La Tierra está experimentando un proceso similar.
Tal como lo grafica el ex vicepresidente de EE.UU., Al Gore, en su documental “Una verdad incómoda” (2006), a nuestro planeta ingresa la radiación solar, una parte se queda en la atmósfera, que es fundamental para vivir, mientras que la otra sale. Hasta ahí todo bien. Pero hay un problema: el aumento de gases fósiles en la atmósfera, principalmente dióxido de carbono (CO2), generado, en su mayor parte, por las industrias y vehículos, impide que el exceso de radiación sea expulsado, por lo que el calor se queda atrapado produciendo el efecto invernadero y el calentamiento de la Tierra.
Según un reciente estudio del Global Carbon Project (GCP), que reúne a científicos de universidades del mundo, las emisiones de CO2 alcanzaron 8.700 millones de toneladas en 2008, un nuevo récord que marca un alza de 2% con respecto a 2007. El estudio registra, además, que las emisiones de CO2 vinculadas al uso de energías fósiles, sobre todo en los países en desarrollo, aumentaron un 29% entre 2000 y 2008. Todo este incremento de gases ha provocado una destrucción del sistema climático, por lo que es mejor hablar de cambio climático que de calentamiento global.
Así lo explica la directora de Cambio Climático del Ministerio de Medio Ambiente de Ecuador, Carolina Zambrano, quien detalla que este proceso, que incluye las variaciones de temperatura, también genera cambios en los patrones de precipitación, circulación atmosférica y marina. “Es mucho más general, no es solo un calentamiento de la Tierra, porque, incluso, la gente se pregunta ¿por qué es calentamiento global, si ahora tengo más frío?”, manifiesta Zambrano, quien representará a Ecuador, desde mañana hasta el 18 de diciembre, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que se realizará en Copenhague (Dinamarca), donde participarán 15.000 delegados de 191 países.
El objetivo de esta conferencia es negociar un acuerdo sobre la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, que sustituya al Protocolo de Kioto de 1997. Meta que Zambrano considera difícilmente se acuerde en diciembre, más bien cree que las reuniones continuarán después de Copenhague.
Y es que la mencionada cumbre, en vez de crear optimismo, genera pesimismo entre los científicos, sobre todo por la última reunión realizada en Barcelona (España) previo al encuentro de Copenhague, porque las negociaciones concluyeron sin que Europa, EE.UU. y países en vías de desarrollo redacten un borrador de acuerdo sobre el porcentaje de reducción de emisión de gases de aquí al 2020. Sin embargo, China, EE.UU. e India plantearon después ofrecimientos. El primer país se comprometió a reducir su intensidad carbónica entre el 40% y el 45% para 2020 en relación a 2005, mientras que el segundo anunció que desea reducir en 17% sus emisiones. Pero aquí viene el condicionante: lo hará, siempre y cuando los otros países, desarrollados y emergentes, cumplan también con sus promesas. India, en cambio, ofreció rebajar la intensidad de sus emisiones en un 20 a 25%, entre 2005 y 2020, pero se niega a aceptar un pacto vinculante.
Inundaciones, sequías
Según el Grupo Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), que trabajó con Al Gore en el documental, si se mantiene el ritmo actual de emisiones de CO2, procedentes de la quema de combustibles fósiles, las consecuencias serán incontrolables. Las inundaciones, sequías y un aumento del nivel del mar serán más frecuentes. Por eso detalla que los países industrializados deben reducir sus emisiones entre un 25 y 40% en 2020 respecto a 1990, para que el calentamiento global no supere los 2 grados centígrados sobre la época preindustrial.
La temperatura media actual de nuestro planeta es de 15 grados centígrados, tal como lo confirma desde la Antártida el científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) del Ministerio de Ciencias e Innovación de España, Andrés Barbosa, quien explica que los cambios de clima en la Tierra han sido frecuentes a lo largo de su historia. Pero detalla que en la actualidad se ha detectado una tendencia en el aumento de la temperatura promedio del planeta de más de medio grado en el último siglo, en concreto 0.8ºC desde 1880.
Los trabajos del IPCC pronostican que la temperatura promedio de la Tierra podría subir +1,1 a +6,4 grados centígrados en 2100, con un valor medio “comprendido con más seguridad” entre +1,8 y +4ºC.
Sin embargo, de acuerdo con un diagnóstico de la cumbre en Copenhague, facilitado a este diario por la ONU, aunque las tasas de emisiones se estabilicen a los niveles actuales, en solo 20 años más (de emisiones) tendríamos un 25% de probabilidad de que, aunque tuviéramos cero emisiones después de 2030, el calentamiento excederá los 2ºC. Algunos científicos apuntan a que el aumento no puede ser superior a 1,5 grados, ya que hay países muy vulnerables por ser costeros, como los estados del Índico y otros, como Holanda y Bangladesh.
Alexa Kleysteuber, jefa de proyectos de la Comisión Nacional de Medio Ambiente de Chile (Conama), manifiesta a El Telégrafo que según el informe científico del IPCC, los once años anteriores (1995 a 2006) figuran entre los más cálidos en los registros de la temperatura de la superficie mundial desde 1850.
De dicho informe se desprende que es muy probable que en los últimos 50 años los días y noches fríos hayan sido menos frecuentes, y que los cálidos han sido más habituales -menciona la experta- quien es optimista de que las potencias lleguen a un acuerdo global en Copenhague.
Al igual que Barbosa, el geólogo de la organización española Geólogos sin Frontera, José Antonio de San Antonio, se remonta al pasado. Detalla que los cambios climáticos se han registrado a lo largo de los cinco mil millones de años de existencia de la Tierra. Añade, además, que entre los años 1.500 a 1.600 hubo una ola de frío y luego llegó otra de calor que duró muchos años, hechos que quedaron en documentos escritos en aquella época, pero no existen estudios científicos que lo comprueben.
La diferencia -dice- entre aquellos cambios evolutivos de la Tierra con los actuales es que ahora se están dando de forma más acelerada. De San Antonio relata que hay constancia de que hace unos 360 millones de años hubo una extinción y prácticamente desapareció el 90% de las especies del planeta, pero se volvió a recuperar. “Por eso, cuando se habla de cambio climático, la atención debe recaer más en las personas, porque nos va a afectar mucho más. La Tierra se va recuperando con o sin nosotros”, menciona y recomienda que hay que tener cuidado y no atemorizar a la población.
El aumento de la temperatura -destacan los científicos- se produjo con la Revolución Industrial (1750 a 1840, 1880 a 1914) por la quema de combustibles fósiles, para satisfacer necesidades energéticas de la población.
Lugares extremos
Andrés Barbosa detalla que la temperatura media de la Tierra se establece con los valores de lugares extremos, como pueden ser los desiertos y los casquetes polares. “Un incremento de media de 3 o 4 grados implica cambios catastróficos”, sentencia.
Y añade que solo hay que imaginar que el incremento de alrededor de medio grado de promedio detectado hasta la fecha ha provocado efectos visibles, como aumento o disminución de precipitaciones y aumento del nivel del mar (0.8 a 3 milímetros en Europa) que está haciendo que algunas islas de Oceanía estén amenazadas. Se suma a ello, el retroceso de los glaciares en todas las zonas montañosas del mundo, incluidos los polos, el aumento del área de distribución de enfermedades transmitidas por insectos y la extinción de especies.
El investigador explica que la Antártida, junto con el Ártico, son dos de los lugares del planeta donde más rápidamente se está produciendo el calentamiento.
En la Antártida, la zona más afectada es la península antártica, donde ha aumentado la temperatura 0.6ºC en los últimos 50 años. Todo esto ha provocado que el 80% de los glaciares de la zona esté en retroceso, haya una disminución de la cantidad de hielo marino y una reducción asociada del krill (crustáceo), principal presa de la que se alimenta la mayor parte de la fauna antártica.
A septiembre de 2009, las concentraciones de CO2 en la atmósfera sumaron 384,78 ppm (partes por millón que se refiere a los miligramos que hay en un kilogramo). José Vicente Troya, del Programa de la ONU para el Medio Ambiente de Ecuador (Pnuma), explica que la meta es estabilizarlas a 450 ppm “y no pasar nunca ese umbral, que es el umbral crítico en el que todavía es manejable el impacto del cambio climático”.
La lectura inicial de Troya es que alcanzar un acuerdo global, jurídicamente vinculante, no se perfila como viable en Copenhague, a pesar de que eso es lo más anhelado. “A lo mejor se alcanza un acuerdo políticamente vinculante que mantenga las esperanzas de que en la futura conferencia (México 2010) se pueda concretar algo jurídicamente vinculante”, añade.
Otros científicos, como Fernando Valladares, del Instituto de Recursos Naturales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, y Juan José Sanz, investigador del Área de Zoología de la Facultad de Ciencias del Medio Ambiente de la Universidad de Castilla-La Mancha, mantienen similar pesimismo.
Tras los nulos acuerdos de la Cumbre sobre el Cambio Climático de Barcelona, Valladares considera que la de Copenhague supone un “tímido avance”.
Primero porque es difícil plantear recortes a las emisiones en el marco actual de crisis económica; segundo porque los países en vías de desarrollo quieren tener margen para aumentar o, al menos, no reducir sus emisiones; y tercero porque los gobiernos no han hecho sus deberes y llegan a la cumbre con poco trabajo avanzado.
José Sanz ve también con cierta incertidumbre que se produzca un acuerdo, pues hay muchas presiones de sectores sociales y económicos que lo dificultarán. Pero estamos viviendo desgraciadamente -enfatiza- un hecho único, “pues es la primera vez en la historia que un tema medio- ambiental obliga a los políticos a intentar adoptar acuerdos para afrontarlo”.
Diana Auz/Mónica Álvarez
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Periodistas
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