El golpe es doblemente duro para Nicolas Sarkozy. El estado de
gracia que lo protegía duró menos de un mes. Aunque la derecha salió de
las urnas con la mayoría absoluta necesaria para gobernar, Sarkozy vio
estrecharse su espacio. Ya no contará con la confortable mayoría
calculada sino que, además, perdió en el camino al segundo hombre de su
gobierno, el ex primer ministro Alain Juppé y actual titular de la
cartera de Ecología y Desarrollo Sustentable. Ese ministerio era una de
las prioridades fijada por Sarkozy. Juppé era el único responsable
gubernamental con rango de ministro de Estado: ayer fue derrotado en la
región de Burdeos e inmediatamente anunció su renuncia al gobierno.
Ello conducirá a que Sarkozy haga cambios más profundos en el gabinete,
tanto más cuanto que, según todos los analistas, la movilización
repentina de los electores de izquierda se originó en un error cometido
una semana antes de la segunda vuelta por el ministro de Economía, Jean
Louis Borloo. El responsable de la economía tuvo la mala idea de evocar
la existencia de un nuevo impuesto, la llamada TVA social. Ese
incremento de los impuestos suscitó una áspera polémica con la
izquierda que, al final, benefició a los socialistas incluso si, el
jueves pasado, Sarkozy corrigió al ministro diciendo que no habría
ningún impuesto suplementario. Símbolo de esa distorsión del
electorado, la gran mayoría de los colaboradores cercanos de Ségolène
Royal que, luego de la primera vuelta, estaban en pésima posición para
la cita de este domingo, fueron electos.
Los resultados de anoche sorprendieron a todos los protagonistas de
la política nacional. Los analistas constatan que la disparidad entre
las dos vueltas es anormal. Frédéric Dabi, director del departamento
opinión de la encuestadora IFOP, señala: “Es la primera vez que se da
semejante discontinuidad entre las dos vueltas de una elección
legislativa. En la primera vimos la ratificación y la ampliación del
voto presidencial. En la segunda se produjo una corrección, con un
fuerte empuje de la izquierda”. El politólogo francés estima que la
controversia que surgió con la TVA social fue el elemento clave de la
resurrección socialista. De hecho, el electorado de izquierda se
movilizó más que el de la derecha. Los votantes conservadores creyeron
tal vez en la futurología de los sondeos de opinión que vaticinaron una
ola azul de votos para Sarkozy y se quedaron en casa.
El diputado de derecha Yves Jego afirmó anoche que “la historia de
la TVA social hizo salir a los electores de izquierda que se habrían
quedado en casa”. Si el PS saltó anoche por encima del abismo que lo
esperaba –hasta hubo sondeos que evocaron 70 diputados para el PS–, el
Partido Comunista no se benefició con esa dinámica. Cada vez más
empequeñecido, el PC ganó anoche 15 diputados pero, en realidad, con
respecto a la Asamblea electa en 2002, perdió 7. El centro del
ultrapopular François Bayrou –18% en la primera vuelta de la elección
presidencial– salió casi del escenario legislativo con apenas 3 electos
frente a los 29 que tuvo en 2002. Aunque con menos amplitud que la
calculada, Sarkozy cuenta con las armas para llevar a cabo su proyecto
presidencial. El otro gran ganador –inesperado– es el Partido
Socialista. Las desgarraduras derivadas de las querellas internas
jugaron un papel nefasto en las urnas, tanto en las presidenciales como
en las legislativas. Pero el resultado de ayer le aporta un poco de
respiración electoral. El PS no se hundió. Permanece en la línea de
flotación con legitimidad para encarnar una oposición menos virtual que
la que le hubiese tocado asumir en caso de ola azul. Sin embargo, las
costosas divisiones no se desdibujaron. El politólogo Jean-Luc Parodi
comenta que los porcentajes de la elección “juegan a favor de que el
hundimiento se atrase. La operación quirúrgica hubiese sido urgente en
caso de estampida. Pero ahora, en el seno del PS, todos van a querer
atribuirse los beneficios del inesperado resultado”.
El voto de ayer puso término a un ciclo electoral que se inició hace
más de dos meses y cuya primera etapa fue la elección de Sarkozy con
53% de los votos frente a Royal. El centro del futuro se desplaza desde
ahora al corazón del PS. ¿Quién tendrá las riendas del partido? Por lo
pronto, el anuncio hecho anoche de que Ségolène Royal se separaba de su
compañero –padre de sus cuatro hijos– y jefe del PS sonó como una
declaración de guerra anticipada. La información estaba programada para
que apareciera en un libro la próxima semana, pero una confidencia
adelantó la fecha y tanto Royal como Hollande la confirmaron. “Le pedí
a François Hollande que dejara el domicilio y que viviera su historia
sentimental de su lado. Esa historia ya circula en los libros y los
diarios. Deseo que sea feliz”, dice Royal en el libro Los entretelones
de una derrota escrito por dos periodistas del servicio político de la
agencia AFP. Este detalle personal de la separación de la pareja tiene,
no obstante, una clara lectura política. Los autores de un polémico
libro sobre Ségolène Royal, La mujer fatal, de Raphaëlle Bacqué y
Arianne Chemin, resaltaron que esa información “confirma que los
conflictos en el seno de la pareja pesaron sobre la campaña electoral y
sobre la manera en que fue llevada a cabo”.
Pesaron y sin dudas pesarán. La sucesión de François Hollande tiene
tres actores: Ségolène Royal, el ex primer ministro Laurent Fabius y el
ex ministro de Economía Dominique Strauss-Kahn, favorito del electorado
nacional pero no de los militantes socialistas, que prefieren a Royal.
Según los autores de La mujer fatal, la separación “hará de Royal una
mujer más libre y más elegible para los electores de la izquierda”.
Ségolène se muestra extremadamente ambiciosa y combativa en esas
páginas. Es, desde luego, candidata a la sucesión de su ex compañero y
apuesta por presentar un proyecto de renovación del PS. Si ese proyecto
es aprobado, “seré candidata al puesto de primer secretario”, precisa
Ségolène Royal. La segunda vuelta de las elecciones legislativas fue
polifónica: noche de divorcio oficial y resurgimiento electoral para
los socialistas y noche de victoria con algunos dolores de cabeza para
Nicolas Sarkozy.
Por Eduardo Febbro
desde París
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