Adoum (1926 – 2009) fue secretario privado de Pablo Neruda. Y alguna vez el poeta chileno exclamó que el ‘Turco’ (como también se conoció a ‘Jorgeenrique’), era el mejor poeta de América. Él reía.
Y reía con rostro infantil y con cierta dosis de molestia. “Mira, no me hagas daño. Si vas a hacer declaraciones de este tipo en mi país, en el que yo humildemente publico con tanto sacrificio y esfuerzo, la gente va a decir: ¿Y este es el mejor poeta de América?”, dijo al autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada para no sobredimensionar sus trabajos.
Aquel perfil bajo entre la parcela de escritores locales fue una seña suya. El escritor ecuatoriano Abdón Ubidia recuerda esta declaración de Adoum: “Entre Marx y una mujer desnuda, él la llamó humildemente un ‘Texto con personajes’ (como subtituló la obra); pero yo la llamaría un poema con personajes. A pesar de ser narrativa, Entre Marx y una mujer desnuda se lee como un gran poema, de la misma manera que los experimentos lingüísticos que ahí presenta son la manera en que Jorge Enrique Adoum indagaba en el lenguaje cotidiano y sus usos en nuestro país”.
Sobre el reconocimiento de su obra, Miguel Donoso Pareja, quien además fue amigo de Adoum, expresa que él sabía de la importancia de sus trabajos, pero “no era vanidoso ni pedante”. Y precisamente esa cercanía con el recién fallecido autor hace que Donoso diga que “el país pierde al más importante autor ecuatoriano del momento”.
Jorge Enrique Adoum convivió con algunos de los más grandes escritores latinoamericanos y de otras latitudes a manera de compañeros.
Así, estrechó sus manos con las de Julio Cortázar, Eduardo Galeano y José Saramago, además de con aquella estela de autores que gestaba la década del 60 en París, Francia. Incluso con las figuras del ‘Boom’ Latinomaericano, del que fue considerado parte.
Ese mismo círculo estuvo ligado con una sola dirección, la izquierda, y con varios caminos para circular sus ideas: la novela, el ensayo, la dramaturgia y, sobre todo, la poesía.
“Alguna vez le oí decir al maestro Jorge Enrique una cosa que desde entonces la he incorporado a mi trabajo: la poesía no sirve absolutamente para nada, excepto para vivir”, recuerda del poeta el director de Publicaciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), Fabián Guerrero.
Además -sigue Guerrero, también poeta- “pude constatar la hermandad entre lo que significa su palabra y la coherencia de su actuar entre la ética y la estética…”.
Su accionar estuvo ligado a la izquierda, aquella que valoraba, por encima de todo, la libertad y el sentido de pertenencia a una tierra, la suya, Ecuador.
Muchos de sus textos analíticos e incisivos, como por ejemplo, ‘Ecuador, señas particulares’, ‘Poesía del siglo XX’, ‘Sin ambages’, entre otros, analizan la producción lírica ecuatoriana y significión del país y su cultura.
Ese vínculo estrecho con la cultura local lo recuerda Pablo Guayasamín, hijo del pintor Osvaldo Guayasamín: “Jorge Enrique era un hombre de una sensibilidad muy grande. El fue quien dio la pauta para la creación del pasillo La vasija de barro. Una de las estrofas más bellas de esa canción es de Jorge Enrique”.
Sus ideas sobre la izquierda eran contundentes. Incluso en una entrevista con este diario, el año anterior, dijo: “Cuando la revolución pasa a ser caudillista, en vez de estar gobernada por un partido, y en su lugar hay un hombre, ese es un peligro. Creo que China cayó en eso, y ahora no es que estén pasando al otro extremo. Ya hay experiencias: Unión Soviética, China, los países de Europa Central, pero tengo la impresión de que una revolución siempre se está improvisando. No es lo mismo el sentido del trabajo que hay en China que el de América Latina. La revolución uno la está inventando siempre, según el pueblo en que se haya desarrollado. No se pueden copiar las revoluciones. Eso es algo comprobado desde hace mucho tiempo”.
Y muchas veces por no estar de acuerdo con gobiernos vivió fuera del país en una suerte de autoexilio. Un caso: cuando en Ecuador en 1963 se dio el golpe militar, Adoum, quien estudiaba en París, decide quedarse. Previo a esto trabajó para la Unesco en su comité de redacción del Correo. Y con ello visita países como Egipto, India, Japón, Israel, entre otras naciones.
La obra de Jorge Enrique Adoum integra, aproximadamente, 38 textos fue reconocida con algunas distinciones.
El autor, por sus inclinaciones sociales, estuvo nominado para el premio Miguel de Cervantes en el 2004 y 2009. También para el Rómulo Gallegos. En 1960 recibió el Casa de las Américas, de La Habana, por el tomo “Dios trajo la sombra”, de la serie “Los cuadernos de la tierra”. En Ecuador recibió, entre otras distinciones, el premio Eugenio Espejo.
A partir del deceso de Adoum varios entes gubernamentales enviaron sus condolencias. Así lo hizo el Gobierno, la Comisón Legislativa y el Ministerio de Cultura. Este último, a través de su ministro, Ramiro Noriega, dijo que “se continúe leyendo la obra del escritor Jorge Enrique Adoum, como homenaje al poeta, ensayista y narrador…”.
El Gobierno ayer analizaba declarar luto nacional por la muerte del autor.
Algunas frases del artista
“No puedo escribir sobre yo-yo-yo. A mí me interesan los problemas sociales, me interesa un yo que pueda simbolizar a muchos, si no a todos”.
“A las muchachas yo les aconsejo que escriban sobre erotismo ‘después de’ hacer el amor no ‘en lugar de’…”
“Aquí le hemos llamado revolución a cualquier cuartelazo, lo cual prueba que necesitábamos una verdadera, y creo que la estamos viviendo”.
Redacción Cultura
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Guayaquil
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