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Adiós reelección

Adiós reelección

La presión de Washington y El Vaticano, junto a la creciente indignación ciudadana, obligaron al presidente paraguayo, Horacio Cartes, a renunciar a enmendar la Constitución para imponer su reelección. Desactivada la crisis política, el oficialismo colorado y la oposición se quedan sin candidatos potables para las elecciones de 2018.

 

Los carteles que anunciaban “Horacio Cartes presidente 2018-El pueblo pide reelección” ya estaban pintados y listos para ser sacados a la calle, igual que aquellos otros que, desde la acera vecina, pregonaban en lengua guaraní: “Nde tamante, ndaipori otro-Lugo 2018” (“Vos únicamente podrás ser, no hay otro-Lugo 2018”).

Tanto los militantes oficialistas del gobernante Partido Colorado, que responde al actual presidente Horacio Cartes, como sus ocasionales aliados, los de la izquierda del Frente Guasú, liderados por el ex presidente Fernando Lugo, y sus pares del ala disidente del Partido Liberal Radical Auténtico (Plra), estaban convencidos de que el proyecto de enmienda de la Constitución para imponer la figura de la reelección ya era imparable. A pesar de la crispación social y política que se extendía por el país, por el modo ilegal en que buscaban implementar la reelección, tras la quema del edificio del Congreso y una criminal represión policial que resultó en el asesinato de un joven dirigente político, el rekutú (“reelección”, en idioma guaraní), parecía inminente.

El proyecto de enmienda había sido aprobado en una sesión a puertas cerradas por un “Senado paralelo” con el voto de 25 senadores pro oficialistas y con ausencia opositora, aguardando ser tratado y aprobado en la Cámara de Diputados, donde se garantizaban al menos 44 votos de mayoría a favor, cuando repentinamente sonaron los teléfonos en la residencia presidencial de Mburuvicha Róga… y toda la historia cambió.

LA CARTA.

Fue el lunes 17 de abril, cerca del mediodía. Varios senadores del oficialismo y sus aliados acababan de entrevistarse con el embajador de Oea en Asunción, Diego Páez Bustamante, ante quien defendieron la actuación en torno al proyecto de la enmienda, y decidieron ir hasta la residencia del presidente a informarle sobre la reunión.

“Apenas llegamos, Cartes salió a nuestro encuentro, muy apurado, y nos pidió que lo acompañáramos a una audiencia con el arzobispo de Asunción, monseñor Edmundo Valenzuela, a quien debía entregarle una carta urgente”, relató a Brecha el senador Jorge Oviedo Matto, del partido Unace, uno de los aliados del oficialismo.

En el viaje hasta la sede del Arzobispado, Cartes les contó a sus aliados que en la carta le estaba comunicando a Valenzuela su decisión de renunciar a la posibilidad de ser reelecto. “Era algo que no esperábamos y que nos tomó totalmente de sorpresa”, destacó Oviedo Matto.

La carta al arzobispo, difundida minutos después desde la cuenta de Twitter de la Presidencia, cayó como un balde de agua fría sobre los sectores políticos y toda la opinión pública.

“He tomado la decisión de no presentarme, en ningún caso, como candidato a presidente de la República para el período constitucional 2018-2023”, aseguraba el mandatario en su carta, y lo presentaba como un gesto motivado por un mensaje del papa Francisco, en el que reclamaba“evitar todo tipo de violencia, buscando soluciones políticas”.

Con una expresión de visible asombro, los senadores colorados Juan Darío Monges y Lilián Samaniego salieron a declarar ante la prensa que el proyecto de enmienda de la Constitución seguía en pie. Pero el presidente del Partido Colorado, Pedro Alliana, los contradijo al admitir que “sin Cartes como candidato, el proyecto de reelección pierde fuerza”.

Los referentes de la oposición contraria a la enmienda dudaron entre salir a celebrar o mantenerse en pie de guerra. No era la primera vez que Cartes decía que no le interesaba la reelección, para luego demostrar que sí aspiraba a seguir en el cargo, incluso violando la Constitución. Pero sobre todo los opositores se habían quedado repentinamente sin la principal bandera que los mantenía unidos y con capacidad de movilizar a la ciudadanía, al igual que los oficialistas, se quedaron sin el candidato que evitaba que se canibalicen unos a otros.

Así que, por conveniencia mutua, ambos sectores mantuvieron vivo durante algunas semanas el fantasma de la enmienda, hasta que finalmente, en una histórica sesión del miércoles 26 de abril, los diputados resolvieron casi por unanimidad –por 78 votos y una abstención– rechazar la enmienda y archivar el proyecto hasta después de las elecciones.

PRESIONES.

La mayoría de los analistas coinciden en que la creciente indignación ciudadana, tras la quema del Congreso y el asesinato del joven liberal Rodrigo Quintana por la policía, tuvo mucha incidencia a la hora de echar atrás las pretensiones reeleccionistas de Horacio Cartes, posibilitando una salida a la crisis política. Pero esta indignación no resultó un elemento tan decisivo como la directa presión internacional que ejercieron Washington y el Vaticano.

Al día siguiente del “viernes negro” en que ardió el parlamento, el papa Francisco hizo su llamado a la calma, y personas del entorno presidencial mencionaron que hubo incluso una llamada telefónica directa del pontífice a Cartes, algo que no admitió el gobierno ni la Iglesia. Lo cierto es que ese mismo día el mandatario paraguayo convocó a los actores políticos a una mesa de diálogo, pidiendo que el arzobispo Valenzuela fuera el mediador. La mesa se instaló dos días después, y ante ella sectores de la oposición exigieron que se retirara el proyecto de enmienda pro reelección. Al no conseguirlo, decidieron retirarse y no se presentaron a las siguientes convocatorias.

Ante el fracaso de la mesa de diálogo, el Vaticano operó directamente para que Cartes renunciara a su pretensión de ser reelecto.

En el mismo sentido se ejerció presión desde el gobierno de Estados Unidos. Primero a través de un comunicado de la embajada de ese país en Asunción, el 1 de abril, en clara coincidencia con los reclamos del sector anti enmienda: “Cualquier proceso de revisión de la Constitución nacional paraguaya debe hacerse de una manera transparente y abierta, respetando los procesos democráticos e institucionales de acuerdo con la Constitución de Paraguay”.

Luego se anunció la visita oficial (el 18 de abril) del secretario de Estado adjunto de Estados Unidos para Asuntos del Hemisferio Occidental, Francisco Palmieri. El gobierno paraguayo intentó explicar que el funcionario venía por asuntos que nada tenían que ver con la crisis, pero el propio Palmieri se ocupó luego de aclarar que sí lo tenían, al visitar el local del Plra donde había sido asesinado Quintana y reiterar la exhortación de que los problemas internos “se resuelvan sin violencias y respetando la Constitución”.

Fuentes palaciegas deslizaron incluso la versión de que Washington amenazó con reactivar la famosa Operación Corazón de Piedra, un conjunto de investigaciones de la Dea y del Fbi sobre acusaciones de lavado de dinero y operaciones de narcotráfico en contra del actual mandatario paraguayo y sus empresas.

Estaba claro. Los pulgares del tío Sam y del vicario de Cristo apuntaban hacia abajo. Al “tío Cartes”, como llaman popularmente al mandatario paraguayo, casi no le quedaba más opción que escribir su carta.

LA SUCESIÓN.

Tras la desactivación de la crisis y ante la cercanía de las elecciones de 2018, Paraguay vive un escenario de precipitados reacomodos políticos.
El oficialismo del Partido Colorado se queda sin su candidato más fuerte, el propio Cartes, el único que mantenía unidas las diversas “carpas” internas bajo el forzado sueño de la reelección.

Ha comenzado la guerra de baja intensidad entre los que aspiran a ser el delfín presidencial, pero Cartes ya se encargó, en una informal charla con periodistas, de desechar algunos nombres y de aprobar otros posibles, entre ellos a su joven ministro de Hacienda, Santiago Peña, un tecnócrata que se afilió hace menos de un año al partido y que no goza de la simpatía de las bases coloradas. Además, Cartes anunció su propósito de postularse como senador, lo cual abre otro frente de conflicto, ya que la Constitución prohíbe a los ex presidentes ser senadores activos y les reserva el honorario rol de senadores vitalicios, con voz pero sin voto.

En la oposición el más golpeado es el izquierdista Frente Guasú, ya que su principal candidato, el ex presidente Fernando Lugo, no solamente queda sin chances de competir (aunque desde el Frente insisten en que Lugo puede ser reelecto, por haber sido destituido en un golpe parlamentario, algo que ha sido negado por la justicia electoral, aunque falta el fallo de la Corte Suprema de Justicia al respecto), sino muy debilitado en su imagen ante la ciudadanía, al haber acompañado a Cartes en su aventura cuasi golpista.

Los liberales del Plra salen fortalecidos como organización política por haber encabezado las protestas anti enmienda, pero tampoco tienen un candidato que aglutine las preferencias populares, y arrastran el fantasma de haber dado el golpe contra Lugo en 2012.

El único posible candidato que despierta entusiasmo en las encuestas es un outsider de la política: el actual intendente de Asunción y ex periodista televisivo Mario Ferreiro, de centroizquierda, que está deshojando margaritas para decidir si renuncia al cargo municipal (donde aún le quedan tres años de gobierno) para lanzarse a una piscina en la que todavía no se ve que haya agua suficiente… y queda cada vez menos tiempo.

Información adicional

Autor/a: ANDRÉS COLMÁN GUTIÉRREZ
País: Paraguay
Región: Suramérica
Fuente: Brecha

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