Nueva York, 5 de agosto. En el mismo lugar de Florida donde hace más de 230 años los ingleses cultivaban sus predios empleando mano de obra de esclavos africanos, se dan ahora, en pleno siglo XXI, condiciones próximas a la esclavitud para los jornaleros inmigrantes que trabajan algunas de las tierras más productivas de Estados Unidos.
La Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW, por sus siglas en inglés), integrada por jornaleros mexicanos, guatemaltecos y haitianos que laboran en campos donde se cultiva jitomate en Florida, en alianza con organizaciones religiosas, estudiantiles y comunitarias, han logrado liberar de las condiciones de práctica esclavista a más de mil trabajadores, mediante litigios emprendidos a raíz de sus campañas en defensa de los jornaleros agrícolas.
El Museo de la Esclavitud Moderna en Florida es una muestra itinerante que documenta la historia de los cautiverios en los campos de Florida. Hoy, estacionado ante una iglesia en el East Village, de Nueva York (ayer estaba frente a otro templo a un costado de Washington Square), el museo –en realidad un camión de carga que fue dormitorio y prisión de jornaleros– exhibe documentos de los juicios contra los contratistas que imponían condiciones de esclavitud, fotos y explicaciones sobre los siglos de explotación extrema en los campos de cultivo en Florida, donde se puede constatar lo poco que han cambiado las condiciones para los trabajadores agrarios.
Desde 1997, el Departamento de Justicia de Estados Unidos ha llevado siete juicios –el más reciente en 2009– por explotación extrema en los campos de Florida, algunos bajo las leyes contra la esclavitud y el peonaje, promulgadas inmediatamente después de la Guerra Civil, en el siglo XIX. En uno de estos casos, por ejemplo, Ramiro y Juan Ramos fueron condenados a 15 años de cárcel por cargos de esclavitud, en 2004; ambos manejaban a unos 700 jornaleros en los campos de naranja en Florida y en Carolina del Norte, a quienes tenían amenazados de muerte si intentaban escapar. Otros contratistas golpeaban a sus trabajadores y hasta los drogaban, además de que los mantenían en un endeudamiento perpetuo al cobrarles renta, agua y alimentos.
Oscar Otzoy, integrante del CIW, dice a La Jornada en entrevista frente al museo, que el propósito de esta iniciativa es dar a conocer a todas las personas la situación que enfrentamos en la industria agrícola. Explica que 90 por ciento de los vegetales en los campos de Florida es distribuido en todo el país, pero que pocos conocen cómo se producen, desde las condiciones de los trabajadores en los campos, hasta el papel de las grandes empresas nacionales y trasnacionales de la rama alimentaria.
Y por cada cubeta de jitomate (que pesa casi 15 kilos) se paga de 40 a 45 centavos de dólar, y uno puede trabajar hasta 12 horas para ganarse entre 50 y 56 dólares por jornada. Ese ha sido el pago desde los años 80 del siglo pasado hasta hoy.
El objetivo, afirma Otzoy, es que la gente de todo el país nos pueda ayudar en nuestra Campaña por la Comida Justa, donde demandamos que las grandes corporaciones, que juegan un papel en la pobreza en que vivimos los trabajadores, cambien sus prácticas para poner fin a estas condiciones. Agrega: estamos dando a conocer la raíz de la pobreza en que vivimos los trabajadores, y señala que “no tenemos voz ni derechos humanos –eso es esclavitud”. Detalla que algunos jornaleros viven una especie de peonaje con deuda permanente. Unos cinco vivían en este camión, y les cobraban renta, más cinco dólares por cubeta de agua para bañarse.
Otzoy indica que esas condiciones en Florida son antiguas, desde que los africanos llegaron como esclavos en el siglo XVIII, y después de las luchas para acabar con la esclavitud y el gran movimiento por los derechos civiles de los afroestadunidenses en los años 60 del siglo anterior, se obtuvieron grandes triunfos pero sin eliminar la raíz de estas condiciones en los campos de cultivo. Cuando llegamos a este país como inmigrantes enfrentamos las mismas condiciones en que vivían los afroestadunidenses hace décadas, si no siglos.
La situación en Florida no es muy diferente de la que describió un productor en 1960: antes éramos dueños de nuestros esclavos, ahora simplemente los rentamos.
Los activistas de la CIW dicen que la reacción general del público que ve el museo es ¿cómo es posible que la esclavitud aún exista en Estados Unidos? Con la impresión por estas condiciones de trabajo, muchos se suman a la Campaña por la Comida Justa.
En su próxima escala, la CIW estacionará el museo cerca de la sede matriz de la empresa nacional de supermercados Ahold, en Quincy, Massachussetts, y ahí entregarán miles de cartas firmadas por clientes con las mismas demandas que la coalición ha promovido ante otras cadenas de tiendas de alimentos en los años recientes: un centavo más por cubeta de jitomate, cero tolerancia de la esclavitud y la participación de los trabajadores en los acuerdos.
Estableciendo alianzas con organizaciones estudiantiles, religiosas, de derechos laborales y civiles, entre otras, la CIW ha logrado que estas demandas fueran aceptadas, después de grandes batallas, por ocho gigantescas empresas, entre ellas Taco Bell, McDonald’s, Burger King y Whole Foods.
Mientras los consumidores se preocupan por la calidad de lo que comen, la idea es que también se enteren de las condiciones de quienes cultivan y cosechan ese alimento. Eso es el eje de la Campaña por la Comida Justa promovida desde 2001 por los trabajadores inmigrantes desde un lugar poco conocido en Florida, y con ello alimentan a la justicia en este país .
Para mayor información sobre el museo y otras iniciativas del CIW: www.ciw-online.org/
Por David Brooks
Corresponsal
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