Bako, Etiopía, 28 de noviembre. Durante siglos granjeros como Berhanu Gudina a duras penas se han ganado la vida en las tierras bajas del centro de Etiopía, ocupándose de pequeñas parcelas de maíz, trigo o cebada en medio de las exuberantes llanuras verdes.
Ahora se encuentran trabajando codo a codo con granjas comerciales de alta tecnología de miles de hectáreas de extensión labradas por tractores de última generación, que están en manos de extranjeros.
Con el recuerdo todavía fresco de la devastadora hambruna de Etiopía en 1984, el gobierno ha estado seduciendo a extranjeros acaudalados para que inviertan en el sector agrícola de bajo rendimiento de la nación.
El proyecto es parte de una campaña de desarrollo económico que dicen ayudará a la nación del cuerno de África a asegurar suficiente alimento para sus 80 millones de habitantes.
Muchos pequeños granjeros etíopes no comparten el entusiasmo de sus líderes por esta política y ven a los extranjeros con una sospecha que se ha notado por todo África, mientras millones de hectáreas fueron quedando en manos foráneas.
“Ahora vemos que llegan indios, chinos. Antes, acá sólo éramos etíopes”, dijo Gudina, de 54 años, en Bajo, una pequeña ciudad agrícola a 280 kilómetros al oeste de Adis Abeba.
“¿Qué quieren aquí? ¿Lo mismo que los británicos en Kenia? ¿Robarlo todo? Nuestro gobierno está vendiendo el país a los asiáticos para quedarse con el dinero”, agregó.
Dejando de lado la xenofobia, una serie de organizaciones –incluida la fundación creada por el multillonario dueño de Microsoft, Bill Gates– sostienen que África debería apoyar a sus propios agricultores.
“En vez de regalar sus mejores tierras, los países africanos deberían invertir en sus propios granjeros”, dijo Akin Adesina, vicepresidente de la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA, por sus siglas en inglés) con sede en Nairobi. “Lo que se necesita es una revolución minifundista basada en los granjeros. Las tierras africanas no deberían liquidarse”, agregó.
Acelerar la producción
A ambos lados del debate hay consenso en una cosa: una realidad descarnada –agudizada por la crisis de los precios de los alimentos del año pasado– se cierne sobre Etiopía y más allá. El mundo está en peligro de quedarse sin alimentos.
Para 2050, cuando la población mundial probablemente supere los 9 mil millones desde los 6 mil millones actuales, la producción mundial de alimentos deberá aumentar en 70 por ciento, indica la Organización de Alimentos y Agricultura de Naciones Unidas (FAO).
En África, que por una serie de motivos fue eludida por la Revolución Verde que transformó India y China en las décadas de 1960 y 1970, los números son más crudos aún. La población del continente tiene previsto duplicarse, desde los mil millones de habitantes de la actualidad.
En total, dice la FAO, alimentar a esas bocas requerirá 83 mil millones de dólares en inversiones cada año por las próximas cuatro décadas, aumentando tanto la cantidad de tierra cultivada como lo que produce. La inversión estimada para África sola es de 11 mil millones de dólares al año.
Para la profundamente empobrecida Etiopía, la segunda nación de la África subsahariana más poblada después de Nigeria, siquiera una fracción de esas suma resulta impensable.
No obstante con 111 millones de hectáreas –casi el doble de la superficie de Texas– dentro de sus fronteras, la respuesta para los ojos del gobierno es simple: arrendar la tierra “sobrante” a extranjeros adinerados para permitirles producir los alimentos.
Una consecuencia desafortunada de ese modo de pensar es que Gudina y su pequeña parcela de maíz son descritos como parte del problema, en lugar de ser vistos como una solución potencial.
“Los granjeros a pequeña escala no están produciendo la calidad que deberían, porque no cuentan con la tecnología”, dice Esayas Kebede, director de la Agencia de Inversión Agrícola, un organismo que ya habla de ofrecer 3 millones de hectáreas a granjeros extranjeros en los próximos dos años.
“En Etiopía hay 12 millones de hogares. No podemos acceder a darles nueva tecnología a todos ellos”, manifestó, sentado en una oficina adornada con mapas que muestran posibles ubicaciones para granjas comerciales.
El agro-conglomerado indio Karuturi Global, cuya participación en Etiopía hasta ahora se ha limitado la exportación de flores, se sintió aludido, diversificándose hacia la producción de alimentos con una extensa granja de maíz en Bako.
A diferencia de similares acuerdos agrarios en otras partes de África, la compañía insiste en que los cultivos sólo serán exportados una vez que se satisfaga la demanda en Etiopía, donde se dice que hay 6.2 millones de personas necesitadas de ayuda alimenticia de emergencia debido a las escasas lluvias.
“Nuestro principal objetivo es el pueblo etíope”, dijo a Reuters el gerente general de Karuturi para Etiopía, Hanumatha Rao, sentado bajo un toldo en la granja de Bako, mientras cientos de trabajadores cosechaban maíz en los campos que se extendían hasta las laderas cercanas.
Periódico La Jornada
Domingo 29 de noviembre de 2009, p. 28
“Lo que sea que produzcamos irá para los estómagos del pueblo etíope antes de ir al mercado internacional”, prometió.
Leave a Reply