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¡Ayotzi vive! Crónica de una caravana estudiantil en solidaridad

¡Ayotzi vive! Crónica de una caravana estudiantil en solidaridad

7 de noviembre 2014

 

A mediodía hemos llegado casi todos a la entrada del plantel de San Lorenzo Tezonco de la UACM (Universidad Autónoma de la Ciudad de México). En el aire hay una sensación de incertidumbre, de ganas de apoyar, de ver con nuestros ojos una realidad sentida pero poco vivida. Queremos estar ahí para llevar los acopios recolectados en la ciudad para apoyar a los familiares de los muchachos desaparecidos desde hace más de 40 días y para la resistencia de la escuela normal rural “Raúl Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, Guerrero.

3000 libros, ropa, comida, material didáctico, medicinas, un poco de dinero. La solidaridad non tiene nada que ver con las limosnas de los ricos. Ni con los sobornos de los gobiernos.

Queremos estar allí aun sin saber qué decirle a las madres y a los padres con los que nos vamos a reunir en la escuela de sus hijos, rodeados de sus compañeros, resistiendo al dolor de su desaparición. Muchachos que querían enseñar a su propio pueblo (campesinos y campesinas como ellos) desde la libertad de expresión del los propios ideales.

Mientras las ansias por llegar nos inundan, el sentido de la CARAVANA cambia drásticamente. El procurador general de la República, Murillo Karam, da un comunicado, donde dice que han sido encontradas 6 bolsas de plástico repletas de cuerpos calcinados (cenizas) que muy probablemente pertenecen a los 43 estudiantes desaparecidos el 26 de septiembre de este año. La sangre se nos congela, nos subimos silenciosamente a los autobuses, pegándonos a la radio para tener un poco más de información. En los altoparlantes del autobús retumban las fuertes y dolorosas voces de los padres y madres: “Hasta que los médicos argentinos forenses no hagan los exámenes de ADN y sean los de nuestros hijos seguiremos gritando: ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos! Nosotros no le creemos a este narco-gobierno”.

Estamos delante de una encrucijada. Los compañeros de la Normal seguramente protestarán ante esta noticia, ¿cuál va a ser nuestra reacción como caravana?

Con remordimiento, se opta por mantener los acuerdos tomados en asamblea: seguimos siendo una caravana cuyo único objetivo es brindar solidaridad, reconocemos que no tenemos las condiciones para transformarla en un grupo de apoyo militante.

Después de unas cuantas horas, llegamos a la caseta México-Cuernavaca donde se nos juntan cuatro camiones de la UPN (Universidad Pedagógica Nacional). Los observadores de derechos humanos nos acompañan a lo largo del camino relevándose cada vez que traspasamos las fronteras de un Estado (DF, Morelos y Guerrero). La policía empieza a “escoltarnos” bajo la excusa de que nos protege para que no vuelvan a suceder hechos como los del pasado mes.

Tres de la mañana del 8 de noviembre 2014, llegamos a la Escuela Normal

 

En México existen tres tipos de Escuelas Normales. Las normales rurales son para los estudiantes más pobres, por lo mismo la comida y el alojo deberían estar subvencionados por el Estado. En estas escuelas, los alumnos son preparados para ser profesores de escuelas campesinas, en ocasiones bilingües (dependiendo de la lengua madre del profesor y la región lingüística de destino).

La Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, sin embargo, ha sido despojada de todo tipo de apoyo económico, debido a su larga historia de lucha social y educación política. Tenemos que recordar que justo ésta fue la casa de estudios de Lucio Cabañas y Genaro Vásquez.

Los estudiantes desde hace años se ven obligados a buscar medios de autofinanciamientos, através del “boteo” y otras acciones. Los estudiante estaban justamente pasando el bote de las dádivas entre los pasajeros de unos buses ese fatídico 26 de septiembre.

En el momento de nuestra llegada, a las tres de la mañana, los estudiantes de la NRRIB están reunidos en una asamblea. Deciden juntos llamar a otra asamblea para la mañana siguiente, la FECSO ( Federación de los Estudiantes Campesinos Socialistas de México) y muchas otras organizaciones del Estado de Guerrero están convocadas.

En la caravana, mientras tanto, organizamos nuestras comisiones y nos ponemos de inmediato a trabajar (cocina, seguridad, limpieza, etc). Se descargan los autobuses y esperamos la llegada del alba. Los pocos que pueden, van a dormir un par de horas; y la gran mayoría empieza con sus turnos de guardia y a cocinar para al menos 400 compañeras y compañeros.

Cuando el sol se alza, empezamos a acomodar la gigantesca cantidad de acopios de todo tipo, que han llegado de cada rincón de la República; los disponemos en la cancha de basketball, transformada en campo operativo.

14:00 horas: la asamblea empieza, muy concurrida. Las cenizas encontradas en las bolsas exhibidas por la Procuraduría General de la República obstruyen los bronquios de los compañeros guerrerenses, los sofocan. Entre una débil y paliativa manifestación o una cura mucho más agresiva, el contra ataque, la digna rabia opta por la segunda opción. Deciden incendiar el municipio de Chilpancingo, la casa del narco-gobierno arderá. En dos horas, todos y todas están listas, una mueca de dolor y otra de rabia son cubiertas por paliacates, los autobuses se van llenando uno después de otro al grito de “¡Ayotzi vive, la lucha sigue!”. Parten.

En el campamento quedamos unos cuantos, demasiado pocos para poder resistir una eventual represión; por fortuna en pocos minutos nos alcanzan compañeros y compañeras de Atenco, compañeros en lucha contra la construcción de un aeropuerto que les quiere quitar sus tierras y los de la CNTE ( Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación), sindicato antagonista de la reforma educativa, impulsada por el gobierno actual de la República mexicana y aprobada el 21 de diciembre del 2012, en complicidad con el poder legislativo.

Preparamos la defensa, la escuela esta ocupada y cualquier acción en la plaza les será adjudicada a sus inquilinos. La preocupación por no saber qué está pasando con nuestros compañeros nos hace ver cada poco tiempo nuestros teléfonos celulares. Las pláticas son siempre las mismas, giran alrededor de la hora que es y del miedo por nuestros compañeros y compañeras.

Y de un momento al otro, cuando la cena estaba lista escuchamos acercarse un canto liberador “¡Ayotzi vive! ¡La lucha sigue!”. Regresan, son ellos. Sucedió todo en un relámpago: los coches frente al municipio de Chilpancingo arden ¡ PORQUE VIVOS SE LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS!, resuena aún por la calle en llamas. Fue todo tan rápido que la policía llegó demasiado tarde para detenerlos.

Durante la cena, los y las compañeras relatan lo sucedido. En seguida se multiplican los esfuerzos para reforzar la defensa de la escuela. El miedo de una represalia aumenta. La policía aquí es muy vengativa, nos dicen.

Se organizan los turnos de guardia, dos grupos, el primero de 21:00 a 2:00 y el segundo de 2:00 a 6:00.

9 de noviembre 2014

El contraataque no llega, la presión popular es tan fuerte que ni la policía, ni los militares tienen el coraje de agredir a la escuela en lucha.
Llega el momento de la esperada reunión con las madres y padres. Entramos en el aula magna donde ellos nos esperan, se nos pide que dejemos afuera las cámaras fotográficas. Esos rostros fuertes y dolidos nos arrebatan las lágrimas de los ojos. Puede que los poemas, el dinero, las canciones no sirvan para mucho, pero son una pequeña expresión de acompañamiento en la lucha.

“Sigan luchando a nuestro lado”, nos susurran al oído mientras los abrazamos, y esto es lo más importante.

Después de la reunión y antes de regresar a la ciudad, vamos a saludar a los compañeros normalistas que, con bastones en mano, se aprestan para ir a tomar el aeropuerto de Acapulco. La lucha, la fuerza, el coraje son interminables. Hasta que no haya justicia, hasta que México deje de ser gobernado por los intereses de la industria, por los propietarios de las tierras que deberían ser comunitarias, por el narcotráfico; hasta que la educación sea pública y gratuita, hasta que todos y todas tengamos una casa y gocemos el derecho a una vida digna, los estudiante no dejarán de luchar. Ni dejarán de esperar que todo el pueblo mexicano esté a su lado.

Porque ahora más que nunca la lucha sigue. Porque los queremos vivos así como nos los arrebataron. Porque si Ayotzinapa nos llama, todos y todas gritamos “¡PRESENTE!”.

 

Información adicional

Autor/a: Ruben Colasuonno, Lorenzo D'innocenzo (Lab. Puzzle) y Helena Scully Gargallo.
País: México
Región: Norteamérica
Fuente:

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