Wu Xiaoling, ex vicegobernador del Banco Popular de China, dijo en una conferencia financiera en Shanghai que la próxima cumbre del G-20 el 2 de abril en Londres difícilmente tenga muchos resultados. “Es imposible que se alcance cualquier acuerdo concreto en el G-20. No deberíamos asignarle muchas esperanzas”, dijo Wu, según lo cita la agencia Reuters. Y concluyó: “Es por eso que se debería oír nuestra voz”.
Esta voz es la del BRIC, el grupo de países formado por Brasil, Rusia, India y China, que el sábado 14 de marzo en Horsham (Gran Bretaña), en vísperas de la reunión ministerial preparatoria de la cumbre del G-20, emitió por primera vez un comunicado conjunto de sus ministros de Economía, marcando posiciones ante la crisis financiera y económica mundial, y perfilándose claramente como un tercer polo en el debate, hasta ahora dominado por Estados Unidos y la Unión Europea.
De lo poco que se ha filtrado sobre las preparaciones de la Cumbre de Londres surge que la mayor preocupación de Estados Unidos es gastar más para estimular la economía y compensar la retracción del crédito y el empleo en el sector privado. Si bien el presidente Barack Obama ya ha logrado del Congreso la aprobación de ampliaciones presupuestales sin precedentes, muchos economistas opinan que éstas todavía son insuficientes. Estados Unidos busca, entonces, generar más demanda sin endeudarse temerariamente promoviendo la expansión del gasto en el resto del mundo. Los gobiernos de países sin reservas suficientes como para incrementar sus gastos deberían ser asistidos por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, que a tales efectos triplicarían sus líneas de crédito actuales. La Unión Europea enfatiza, en cambio, la necesidad de regular las finanzas globales y se muestra reacia a aumentar sus déficit, pero coincide en ampliar la capacidad del FMI, sobre todo porque la mayoría de los países que ya han acudido a la institución financiera desde que la crisis estalló en setiembre o deberán hacerlo en los próximos meses son de Europa central y oriental, miembros del bloque europeo o candidatos a serlo.
En su comunicado conjunto, los países del BRIC concuerdan en la necesidad de medidas contracíclicas (expandir el gasto en épocas de retracción), pero subrayan que éstas deben tomarse “según las condiciones particulares de cada país” (o sea sin una meta común de, por ejemplo, dos por ciento del PIB, como se ha sugerido). Y con relación al FMI su mensaje es claro: sólo aportarán más dinero si la institución es reformada y aumenta en ella el poder de voto de los países emergentes.
En su comunicado conjunto, los países del BRIC concuerdan en la necesidad de medidas contracíclicas (expandir el gasto en épocas de retracción), pero subrayan que éstas deben tomarse “según las condiciones particulares de cada país” (o sea sin una meta común de, por ejemplo, dos por ciento del PIB, como se ha sugerido). Y con relación al FMI su mensaje es claro: sólo aportarán más dinero si la institución es reformada y aumenta en ella el poder de voto de los países emergentes.
En su comunicado conjunto, los países del BRIC concuerdan en la necesidad de medidas contracíclicas (expandir el gasto en épocas de retracción), pero subrayan que éstas deben tomarse “según las condiciones particulares de cada país” (o sea sin una meta común de, por ejemplo, dos por ciento del PIB, como se ha sugerido). Y con relación al FMI su mensaje es claro: sólo aportarán más dinero si la institución es reformada y aumenta en ella el poder de voto de los países emergentes.
La posición común del BRIC ante la Cumbre de Londres no es sólo un reclamo de mayor voz (y voto) en el FMI, sino también de una sustancial reforma en la institución, que debería, a la vez, reducir las condicionalidades en sus préstamos a los países pobres y aumentar su capacidad de disciplinar a las naciones más poderosas.
El economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, ha sostenido que “lo que se necesita no es sólo estímulo fiscal sino también un compromiso de los gobiernos de hacer todo lo necesario para evitar una repetición de la Gran Depresión”. Y el director gerente, Dominique Strauss-Kahn, les dijo a los gobernadores de bancos centrales del sudeste asiático en febrero que “hay un amplio consenso en estimular el crecimiento”.
Desde el estallido de la crisis en setiembre de 2008, el FMI ha asistido a nueve países afectados por ella: Georgia, Ucrania, Hungría, Islandia, Letonia, Paquistán, Serbia, Bielorrusia y El Salvador, mientras que Turquía, Rumania y Sri Lanka están en negociaciones. Third World Network (TWN) realizó un análisis de las condicionalidades exigidas por el FMI a estos países y demostró que éstas repiten el mismo patrón tradicional: recorte del gasto público y de los beneficios sociales, congelamiento de salarios de funcionarios, eliminación o reducción de los subsidios a los servicios esenciales (electricidad, agua, gas) y a la producción, así como aumento en las tasas de interés para reducir la demanda doméstica y combatir la inflación.
Cuando se le pregunta al FMI por qué no practica lo que predica, la respuesta es que, cuando los países necesitan atraer dinero del exterior, medidas de este tipo son necesarias para lograr la confianza de los inversores. Estados Unidos con su enorme déficit fiscal y comercial, y su endeudamiento, ahora multiplicado con el incremento del gasto, necesita enormemente atraer dinero del exterior, en particular de China y los países petroleros, y sin embargo la política económica es exactamente la opuesta: aumento del gasto público, baja de las tasas de interés y otorgamiento de generosos subsidios a la industria automotriz.
Seguramente con el pensamiento puesto en esta situación paradójica, el comunicado del BRIC dice que “el FMI debe fortalecer su capacidad de vigilancia, especialmente con relación a las economías avanzadas”. Por si el mensaje no quedara claro agrega: “Reclamamos que se estudie lo que ocurre en el sistema monetario internacional, incluyendo el papel de las monedas de reserva”. O sea que nada menos que la posición privilegiada del dólar como la primera moneda mundial de reserva estaría en cuestión. China ya posee cerca de 700.000 millones de dólares de bonos del tesoro de Estados Unidos y quiere ciertas garantías de que estos papeles no perderán su valor antes de seguir comprándolos.
Hasta ahora Estados Unidos se ha negado a aceptar siquiera una declaración clara que diga que la crisis se originó en ese país -lo que lo obligaría a asumir alguna responsabilidad sobre su impacto en el resto del mundo-, así que mucho menos aceptará una revisión del papel del dólar o una supervisión del FMI sobre sus políticas económicas. Al insistir sobre estos temas en su comunicado conjunto y al alertar sobre un posible fracaso de la cumbre, el BRIC está, por un lado, fortaleciendo su posición negociadora y, por otro, ampliando el orden del día de las próximas negociaciones mundiales para que incluyan la reforma de la arquitectura financiera y no sólo las medidas de estímulo a corto plazo.
De ahora en más, una tercera voz se hará oír en el concierto internacional.
Por Roberto Bissio
Leave a Reply