George Bush salió con los tapones de punta a contestarle a su par ruso, Vladimir Putin. “Si Irán tuviera un arma nuclear, sería una amenaza seria a la paz mundial”, aseguró el mandatario estadounidense. “Si ustedes están interesados en evitar una tercera guerra mundial, me parece que deben estar interesados en impedirles que tengan el conocimiento necesario para fabricar un arma nuclear”, agregó en una conferencia de prensa. Aunque no lo mencionó, las palabras del jefe de la Casa Blanca estaban dirigidas a Putin, que 24 horas antes se había dejado fotografiar muy sonriente al lado del presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad.
La advertencia de Bush también buscó desmentir las versiones que habían comenzado a surgir en Teherán sobre un posible avance en las negociaciones con las potencias del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ali Larijani, el representante del régimen islámico para el tema nuclear iraní, había anunciado durante la mañana que había una nueva propuesta sobre la mesa para destrabar el diálogo. Según el funcionario iraní, la idea habría nacido en el Kremlin y, aunque no dio detalles, adelantó que se reunirá el martes próximo en Roma con el jefe de la política exterior de la Unión Europea, Javier Solana, para discutirla.
Hace años que las potencias europeas, Estados Unidos, China y Rusia intentan negociar con Teherán la suspensión de su programa nuclear –o, según la versión de Pekín y Moscú, una garantía de sus fines pacíficos–. El enfrentamiento tuvo varios momentos de tensión, especialmente en las dos ocasiones en que las potencias aprobaron sanciones contra el régimen islámico. Desde la última vez, a principio de este año, las negociaciones quedaron totalmente estancadas. El mes pasado, durante la inauguración de las sesiones de la Asamblea General de la ONU, Washington intentó convencer a China y Rusia de apoyar un tercer paquete de sanciones más duras. No tuvo suerte.
Después del fracaso de la votación en el Consejo de Seguridad, las potencias decidieron esperar al informe de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), que sería presentado el mes próximo. Los técnicos deberán evaluar si Teherán está declarando todo el uranio que enriquece y si, además, la cantidad es suficiente para construir una bomba nuclear. Recién con estos resultados en mano, Beijing y Moscú aceptarán volver a discutir un posible endurecimiento de las sanciones.
Mientras tanto Putin, con más énfasis, y Hu Jintao, un poco más sutilmente, han dejado en claro que no piensan presionar al régimen islámico. Bush ayer intentó cuestionar esa postura. “Putin mismo reconoció que no está en el interés del mundo que Irán tenga la capacidad de fabricar un arma nuclear”, señaló. El mandatario ruso había conciliado posiciones con las potencias occidentales durante su reunión con su par francés, Nicolas Sarkozy, el mes pasado.
Quizás en un intento por buscar nuevas estrategias –mientras se redacta el informe de la AIEA–, Estados Unidos lanzó una sutil y todavía muy abstracta propuesta a su contraparte rusa. “Si Irán dejara de enriquecer uranio, trabajara con la comunidad internacional y tuviera un enfoque diferente, no podríamos más que tomarlo en consideración”, deslizó el subsecretario de Estado para Asuntos Europeos, Daniel Fried, al término de un consejo entre la OTAN y Rusia en Bruselas.
La idea, básicamente, es que si Moscú se pone del lado de la Casa Blanca y presiona a Teherán para suspender sus actividades nucleares, Washington estaría dispuesto a rever el establecimiento de un escudo antimisiles en Polonia y República Checa, dos vecinos de la ex Unión Soviética. Es la primera vez que un funcionario norteamericano habla de revisar el escudo antimisiles, un plan supuestamente diseñado para evitar un eventual ataque iraní. El razonamiento de Estados Unidos sería que si la amenaza de Teherán se neutraliza, el escudo podría no ser tan necesario –o por lo menos perdería su justificación inmediata–.
Sin embargo, Putin y Bush todavía están muy lejos de ponerse de acuerdo. El primero está terminando de afinar los últimos detalles para ayudar con la construcción de una central nuclear iraní con fines pacíficos. El segundo, en cambio, cree que Teherán busca otra cosa. “Quieren tener la capacidad para fabricar un arma nuclear”, sentenció ayer.
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