Irán anunció que quiere ganar más protagonismo en Irak y en la Casa Blanca más de uno se puso nervioso. El embajador iraní en Bagdad, Hasan Kazemi, informó que su país está listo para ofrecer ayuda militar y revitalizar el comercio y las inversiones con la nación vecina. “Tenemos experiencia en reconstruir después de una guerra y estamos listos para transferir esa experiencia a los iraquíes”, explicó el diplomático en una entrevista publicada ayer en el diario The New York Times, recordando el final de la guerra con Irak en la década del ’80. El gobierno estadounidense recibió esta oferta con una mezcla de cautela y temor. Mientras el vocero de la Casa Blanca, Tony Snow, reconoció que la relación con Irán es un asunto que compete a la administración iraquí, el presidente George Bush advirtió que si Teherán se interpone en el trabajo de sus tropas o las iraquíes, ellos no dudarían en responder.
Irónicamente la idea de una mayor participación de Irán en el proceso de pacificación y reconstrucción de Irak había sido planteada por primera vez en Estados Unidos. A fines del año pasado, el llamado Grupo de Irak, una comisión bipartidista dirigida por el ex secretario de Estado James Baker y el ex senador demócrata Lee Hamilton, difundió su informe, en el que hacía un análisis de los tres años de guerra y ocupación y proponía nuevas estrategias. Entre ellas, destacaban la necesidad de incluir a los otros países de la región, específicamente a Irán y Siria, en la difícil pacificación de Irak. Bush elogió el informe, aunque luego, sutilmente, lo guardó en un cajón y se olvidó de él.
Por eso ayer, en vez de darle la bienvenida a la iniciativa iraní, el presidente estadounidense prefirió lanzar nuevas advertencias contra Teherán y volver a denunciar su supuesto rol desestabilizador en el Líbano. “No tengo intención de entrar en Irán”, sostuvo Bush y agregó: “Si Irán aumenta su acción militar en Irak en detrimento de nuestras tropas y/o de iraquíes inocentes, responderemos con firmeza”. En sus primeras declaraciones después del discurso del Estado de la Unión de la semana pasada, Bush aseguró que está viendo pequeños avances en Irak y que, finalmente, las autoridades locales están comenzando a asumir el liderazgo del país.
Según explicó el embajador iraní, Teherán les ofrecerá a las fuerzas iraquíes entrenamiento, equipamiento y asesores, para lo que él describió como la lucha por la seguridad. Además, el régimen islámico buscará consensuar una nueva estrategia de seguridad para la frontera. En el área económica, Kazemi se comprometió a ayudar en la reconstrucción iraquí. Adelantó que en los próximos meses abrirá sus puertas en Irak un banco iraní, que ya cuenta con la autorización oficial. Junto con el banco, también exportarán una cooperativa agrícola binacional y tres instituciones financieras privadas.
La ayuda iraní no es azarosa ni altruista. Los tres ejes de la oferta de Teherán son la seguridad, el sistema financiero y el sistema energético, este último a través del suministro de querosén y electricidad. Todos temas esenciales para la reconstrucción del país y que han sido descuidados o muy difíciles de conseguir para Estados Unidos. Washington no sólo teme verse opacado por los esfuerzos iraníes. Su principal miedo es que un mayor protagonismo de Teherán dentro de Irak facilite su relación con las milicias chiítas iraquíes, que diariamente dirigen ataques contra la población sunnita, en lo que ya se denomina una guerra sectaria. Estados Unidos denunció en varias ocasiones el apoyo encubierto de Teherán, gobernado por la rama chiíta, a estos grupos armados.
En los últimos tiempos, Washington endureció su postura. El mes pasado detuvo a varios funcionarios, diplomáticos y agentes de seguridad iraníes que se encontraban en Bagdad. Hace poco, el diario The Washington Post aseguró que la Casa Blanca dio luz verde para detener y también matar a agentes iraníes en Irak. Según el periódico, el gobierno de Bush está intentando frenar la influencia de Irán sobre el convulsionado país y el resto de la región.
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