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Cambio climático: Negociaciones en crisis

Cambio climático: Negociaciones en crisis

Casi todas las semanas aparecen nuevos informes acerca de los riesgos del cambio climático y de cómo la situación es peor de lo que previamente anunciaron los científicos. Pero las negociaciones que acaban de concluir en Bonn, en una reunión de la Conferencia Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que fue parte del proceso preparatorio de la crucial conferencia de diciembre en Copenhague, reveló que no sólo el clima está en crisis sino también las conversaciones sobre el clima.
Quedan muchos temas sin resolver y la brecha entre los países desarrollados y en desarrollo se profundiza.

Varios países desarrollados han mostrado muy escasa voluntad de cumplir con su parte en la reducción de sus emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero causantes del cambio climático. En contraste, pretenden aumentar la responsabilidad de los países en desarrollo.

Lo más deprimente es que algunos de los principales países desarrollados se están fijando metas muy bajas en materia de reducción de emisiones, muy por debajo de lo que se necesita para enfrentar seriamente el problema del clima.

El primer ministro de Japón, Taro Aso, anunció que para 2020 su país está dispuesto a reducir sus emisiones un ocho por ciento por debajo de su nivel de 1990. Esto fue recibido con disgusto en la reunión de Bonn, porque Japón se había comprometido previamente a bajar sus emisiones un seis por ciento para 2012, y esto es agregar apenas un dos por ciento a la medida para el periodo 2013-2020.

Estados Unidos todavía no ha anunciado oficialmente su meta. Pero una ley sobre clima del Congreso ha puesto cifras que, según los expertos, significan que en 2020 las emisiones estarían un cuatro por ciento por debajo del nivel de 1990.

La ley también permite a las compañías estadounidenses pagar a empresas de países en desarrollo para que ellas reduzcan las emisiones en su lugar. Eso implicaría restar aún más puntos porcentuales al esfuerzo nacional de Estados Unidos.

Es bien sabido que los grupos de presión empresariales estadounidenses están presionando al Congreso para que rebaje el nivel de acción con el que finalmente termine comprometiéndose el país.

Las cifras de Japón y Estados Unidos no resisten la menor comparación con relación a lo que deben necesariamente hacer. Si se quisiera reducir en serio a la mitad las emisiones mundiales para 2050, entonces los países desarrollados deberían estar dispuestos a reducir sus emisiones por muy encima de un cuarenta y cinco por ciento para 2020. India ha mencionado un setenta y nueve por ciento.

La Unión Europea tiene metas más ambiciosas que Japón o Estados Unidos. Habla de un veinte por ciento, que aumentaría a un treinta si otros países desarrollados se le suman. Dadas las posiciones de Japón y Estados Unidos, la meta de treinta por ciento parece poco probable. La Unión Europea también enfrenta presiones para conseguir que los países en desarrollo hagan una gran parte del trabajo en su lugar, de manera que los esfuerzos nacionales serán mucho menores al veinte por ciento.

Los países en desarrollo demostraron su profunda insatisfacción con las míseras ambiciones de las naciones ricas, que tanto predicaron sobre la necesidad de adoptar medidas contra el cambio climático.

El 12 de junio, treinta y ocho países en desarrollo presentaron un documento conjunto reclamando a los países desarrollados el compromiso de reducir sus emisiones en al menos un cuarenta por ciento para 2020 (comparadas con el nivel de 1990).
Éste es solo uno de los numerosos aspectos en que difieren. Otros son:
* Casi todos los países desarrollados tratan de lograr que los países en desarrollo “adelantados” adopten compromisos vinculantes o semivinculantes para reducir sus emisiones, aunque de acuerdo al presente Convenio sólo ellos deben adoptar compromisos vinculantes. Este intento es muy resistido por la mayoría de los países en desarrollo.

* Los países en desarrollo insisten en que los países desarrollados deben establecer mecanismos concretos para una transferencia de fondos y tecnología que les permita adoptar medidas para reducir sus emisiones y adaptarse al cambio climático. No obstante, hasta ahora aquellos han ignorado las propuestas de estos últimos.
* Los países en desarrollo consideran que las patentes sobre tecnologías adecuadas, como en energía renovable y motores con bajas emisiones, pueden convertirse en barreras a la transferencia de tecnología, y quieren eximirlas de los derechos de patente. Los países desarrollados ofrecen una fuerte resistencia a esta propuesta pues pretenden que el monopolio de las patentes proteja su predominio tecnológico.

* En Bonn quedó claro que los países desarrollados, como grupo, quieren poner fin al Protocolo de Kioto, que desde 1997 ha fijado los parámetros de las medidas de reducción de las emisiones, y desean reemplazarlo por uno nuevo que incluya medidas vinculantes o semivinculantes de los países en desarrollo, que serán diferenciadas de acuerdo a su nivel económico. Numerosos países en desarrollo resisten esto pues lo ven como un cambio drástico de las normas que actualmente sólo les exigen adoptar medidas voluntarias.

* Algunos países en desarrollo quieren que en Copenhague se reconozca que los países ricos tienen una “responsabilidad histórica” porque pudieron crecer económicamente sobre la base de la energía barata que provocó las cuantiosas emisiones de dióxido de carbono. Esto le ha dejado a los primeros muy poco margen en el futuro para desarrollar sus economías, ya que la atmósfera no puede absorber muchos más gases de efecto invernadero. Pero varios países desarrollados dejaron en claro en Bonn que no aceptan el principio de la responsabilidad histórica.

Además de la división Norte-Sur, hay diferencias importantes entre los países desarrollados -Europa muestra mayor seriedad en sus propuestas que Estados Unidos y Japón- y también entre los países en desarrollo en cuanto a si deberían diferenciarse en sus obligaciones, y sobre qué bases.

Con todas estas diferencias, sería un milagro que se resolvieran en diciembre en Copenhague. Algunos países ya están hablando de un acuerdo general cuyos detalles se trabajarían en los meses subsiguientes.

Sin duda que, ante las señales del agravamiento de la crisis climática, es mucho el trabajo que queda por delante.

Por, Martin Khor, fundador de la Red del Tercer Mundo, es director ejecutivo de South Centre, una organización de países en desarrollo con sede en Ginebra.

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