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Cantando de verdad

Cantando de verdad

Nos cuentan aquí que estamos en un mundo “post-verdad”, donde la realidad ya no se define por hechos y verdades, sino por afirmaciones basadas más en la fe en quien las expresa que en algún conocimiento común sobre que es o no la verdad. Dicen que es algo nuevo.

 

Una lluvia fuerte está por caer, cantó Patti Smith en Noruega, en la ceremonia de la entrega del premio Nobel de Literatura al ausente pero omnipresente Bob Dylan. Es una canción que nace ante amenazas de guerra nuclear, grabada por primera vez en 1962, en la coyuntura de lo que se conoce como la crisis de los misiles en Cuba. “Es una canción desesperada”, comentó Dylan en aquel tiempo, en el texto que acompaña el disco The Freewheelin’ Bob Dylan (considerado uno de los 500 más grandes de todos los tiempos por Rolling Stone). “Cada línea en ella es en verdad el inicio de otra canción completa. Pero cuando la escribí, pensaba que no tendría suficiente tiempo vivo para escribir todas esas canciones; entonces puse todo lo que podía en esta”.

 

A hard rain’s A-gonna fall, tema en el que un hijo cuenta lo que ha visto en el mundo, concluye cuando dice que regresará afuera antes de que caiga la lluvia, allá donde “la cara del verdugo siempre está bien oculta/donde el hambre es fea, donde las almas están olvidadas/donde negro es el color, y nada es el número”, y afirma: “Y lo contaré, y lo pensaré, lo diré y lo respiraré/Y lo reflejaré desde las montañas para que todas las almas lo puedan ver/Y después me pararé sobre el océano hasta que empiece a hundirme/Pero aprenderé bien mi canción antes de empezar a cantarla”.

 

Su obra incluye lo que podríamos llamar periodismo cantado. En ese mismo disco hay otras dos canciones que son, en parte, arte periodístico: La respuesta está en el viento”, y la feroz Maestros de guerra” (una de las versiones más furiosas es la de Eddie Vedder en honor a Dylan). “Nunca acabaré de decir todo lo que siento, pero haré mi parte en darle sentido a la manera en que estamos viviendo, y no viviendo ahora”, comentó Dylan en 1962 al hablar de esta obra.

 

Dylan, entre otras cosas, es cronista de historias, reportero de lo que observa, denunciador de falsedades, rescatador de olvidados. Merece, además del Nobel, un premio de periodismo. Especialmente ahora.

 

El periodismo es una interrogación constante, una búsqueda colectiva de verdades; no necesariamente llega más allá de eso, ni debe pretenderlo. Un equipo editorial intenta explorar, evaluar, verificar, aclarar y presentar a todos qué sucede, qué pasó con el objetivo; es compartir lo necesario para crear un diálogo y una percepción común donde cada lector, televidente, radioescucha o multimediático pueda decidir actuar o no. Pero todo depende de la credibilidad de reporteros, fotógrafos, editores y su medio. Eso se gana cada día y depende de un compromiso de los que conjuntamente nos dedicamos a esta tarea, en la que en lo individual y lo colectivo tenemos que conocer bien la canción antes de ir a cantarla.

 

Obviamente nadie es dueño de “la verdad”, pero para acercarse a ella el primer paso es separarla de lo falso. Uno de los maestros de Dylan, junto con Woody Guthrie, fue Pete Seeger, cuya canción False from true dice en parte: “Cuando mis canciones se vuelven cenizas sobre mi lengua… Cuando encontré deslustre sobre algunos de mis sueños más luminosos/Cuando algunos cuates en quienes confiaba resultaron no ser lo que parecían/Entonces tengo que iniciar la tarea de separar lo falso de lo verdadero… Ninguna canción que pueda cantar puede quitarle un arma a un hombre lleno de odio/Pero te prometo a ti, y a ti, hermanos y hermanas de toda piel/Cantaré tu historia mientras tenga aliento dentro” (versión de Steve Earle y Warren Haynes).

 

Los medios están obsesionados ahora con lo que llaman una realidad post-verdad, en la cual ya no importa la diferencia entre lo verdadero y lo falso. Un editorial del New York Times de este domingo lamenta lo que llama la ruptura de “una realidad pública compartida, construida sobre hechos ampliamente aceptados”, que en parte llevaron al triunfo a Donald Trump y a su falta de respeto a los hechos, algo alimentado por el fenómeno de “noticias falsas” o “fabricadas” que han imperado en esta elección.

 

Pero aunque la llamada realidad post-verdad se ha convertido en tema principal del debate pos electoral, aquí no hay nada nuevo. Los encargados del poder siempre han distorsionado hechos o fabricado la realidad para sus fines políticos; antes se llamaba propaganda. Y los políticos y los expertos en publicidad siempre se han burlado de los que exigen hechos, verdades; para ellos la realidad es una creación de los que pagan o están en el poder. Los ejemplos son infinitos a lo largo de décadas, siglos, tal vez milenios.

 

De hecho, uno podría argumentar que Trump ha sido más honesto que algunos de sus antecesores; denunció que el sistema está “amañado”, que los políticos son títeres de los ricos, que los grandes intereses se imponen sobre el bien común, entre otras cosas. Por otro lado, la conformación de su gabinete por multimillonarios y generales deja todo bastante claro, ¿no?

 

Tal vez cambió un poco el guión sobre cómo la cúpula fabrica la realidad para todos los demás. Pero el problema no es que figuras en el poder mientan y engañen, sino el fracaso de los medios en cumplir con su tarea de separar la verdad de lo falso. No se sabe si eso explica o es resultado de que la credibilidad de los medios esté a su nivel más bajo, cuando sólo 32 por ciento de la población confía en los medios masivos, según la encuesta más reciente de Gallup sobre el tema.

 

Por lo tanto, uno podría concluir que estamos en una era “pre-verdad” –y no es la primera, sino que ocurren con cada crisis– donde están por descubrirse nuevas mentiras o viejas verdades. Tal vez ayudaría un poco si los periodistas aprendiéramos a cantar.

Información adicional

American Curios
Autor/a: David Brooks
País: Estados Unidos
Región: Norteamérica
Fuente: La Jornada

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