Sao Paulo, 4 de octubre. La penitencia de Heimar de Oliveira dio resultado. Marina Silva era una niña de 16 años cuando llegó a la ciudad de Río Branco a trabajar de empleada doméstica en casa de Heimar. Aunque enferma de hepatitis y malaria, Marina, quien procedía de una aldea de recolectores de caucho, trabajaba duro y comenzó a aprender a leer y escribir. En castigo por lavar mis jeans sucios, Marina me impuso ganar cinco votos por día para ella, ha dicho Heimar.
El hogar donde trabajó Silva se convirtió en la pasada campaña en una de las casas de Marina, que se esparcieron por el país. La trayectoria de Silva –y su encendido rechazo del aborto– abonaron a la causa de quien captó los votos de quienes rechazaron sufragar por alguno de los dos punteros. De este modo Marina Silva, con casi 20 por ciento, se convirtió en el factor que obligó a la segunda vuelta electoral.
Primera en salir al ruedo tras darse a conocer los resultados, Silva se negó a declarar su apoyo a los candidatos que quedaron en la contienda, mientras los dos aspirantes que van a la segunda vuelta comenzaron a disputarse los favores de una política de verde de corazón rojo, como la define una revista brasileña, pues la ex candidata del Partido Verde fue hasta hace poco militante del Partido de los Trabajadores (PT) del presidente Lula.
La misma noche del domingo, José Serra, candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) –a cuyos miembros se conoce como tucanos–, felicita a Marina Silva y exalta su personalidad. En la víspera de la primera vuelta, el líder moral tucano y ex presidente Fernando Henrique Cardoso había ofrecido sus servicios como puente entre su partido y la candidata verde.
La prensa brasileña da cuenta, además, de que desde antes de las elecciones los tucanos mantenían discretos contactos con los verdes para discutir una alianza en la eventualidad de una segunda vuelta.
Los rojos no se quedan atrás. En Brasilia, Dilma Rousseff, candidata del PT, reconoce que Silva le quitó votos y se deshace en elogios: Tenemos más proximidades que diferencias, dice.
En los periódicos de mayor circulación comienzan a desteñir a la candidata verde de corazón rojo. “Ella le viene muy bien a un electorado que un día votó por la izquierda, pero que gustaría de un discurso más ‘moderno’… Un discurso menos centrado en conflictos de clase…”, escribe el profesor Vladimir Saflte en Folha de Sao Paulo, al resumir los argumentos que se repiten aquí y allá en busca de acercar a Silva a Serra.
Pasarán 15 días antes de que Marina Silva anuncie si se decidió por Dilma o Serra. Aunque también es posible que no se decida por ninguno, si calcula que es lo más conveniente para sus aspiraciones presidenciales en 2014.
Si decidiera por Rousseff probablemente entraría en conflicto con la dirección del partido al que se afilió apenas en esta campaña. El presidente del PV, José Luiz Penna, es aliado del partido de Serra. De hecho, los verdes fueron en coalición con los tucanos en varios estados del país.
El resultado que tuvimos (ella y William Leal, su candidato a vicepresidente) es mucho más grande que nuestro partido, suelta Marina Silva esta tarde, quizá anticipándose a una jugada de los dirigentes del PV que son aliados de Serra.
La candidata también informa que los dos contendientes de la segunda vuelta ya la han llamado y que anunciará su decisión en dos semanas.
La guerra sucia de Internet
En los debates, Marina Silva se declaró, una y otra vez, en contra del aborto. Dilma Rousseff también, pero a los ojos de los grandes medios, y de los muy influyentes jerarcas católicos y evangélicos, su discurso era ambivalente. En la guerra sucia de Internet, cuya autoría naturalmente nadie asumió, según el análisis de los votos por preferencia religiosa, Silva le arrebató a Rousseff buena parte de los votos de los jóvenes educados, aunque esos electores decepcionados tampoco quisieron dar su voto a Serra. El otro segmento donde Rousseff perdió electores fue el de las mujeres de clase media y baja, que negaron su voto a la candidata oficialista, dicen los primeros análisis, debido a la guerra sucia que se dio contra la candidata por el tema del aborto.
Aunque la sociedad tiene fama de rendir culto a la desnudez y la pachanga, en temas como el aborto se muestra mayoritariamente conservadora.
Los petistas temen que esa guerra reaparezca en la segunda vuelta. Se refieren a las búsquedas de Dilma + aborto, que en septiembre crecieron mil 500 por ciento. O a videos de Youtube que fueron vistos cientos de miles de veces. En algunos de ellos, los menos que se llama a Rousseff es excremento del infierno y otras linduras. Otros fueron abiertamente difundidos por ministros evangélicos, con llamados a votar por un candidato que diga sí a la vida.
Y ese candidato era Marina Silva.
Participe en las discusiones de las redes sociales. Defienda a Dilma de las mentiras de adversarios que no tienen argumentos para atacar a nuestra candidata. Alerte a sus amigos contra las mentiras y promesas de última hora de quien nunca defendió al pueblo, llama desde hoy el comando de campaña de Dilma Rousseff.
Decepción en el PT
El problema del PT fue que la amplia ventaja de su candidata un mes antes de la elección creó gran expectativa. No lograr la victoria en la primera vuelta provocó decepción en el oficialismo.
El sociólogo Emir Sader, cercano a Lula, dice que la izquierda obtuvo el mejor resultado electoral de su historia.
Y no le falta razón.
Pese a no llevarse la primera vuelta, el PT y su aliado, el Partido Movimiento Democrático Brasileño, sumados a los senadores que permanecen en sus cargos, tendrán holgadamente más de las tres quintas partes de esa cámara necesarias para realizar reformas constitucionales.
En la Cámara de Diputados, el Partido de Lula y sus aliados tendrán 60 por ciento de los legisladores. En tanto, el partido de Serra y su principal aliado, el partido DEM (Demócratas), perdieron 34 bancas.
Además, el PT y otros partidos de izquierda, sus aliados, obtuvieron las gubernaturas de Río Grande do Sul, Bahia, Pernambuco, Ceará, Espírito Santo, Sergipe y Acre. En el Distrito Federal (Brasilia) van a disputar la segunda vuelta, con buenas posibilidades, al igual que en Pará.
Señoras y señores, con ustedes, esta noche, los candidatos a la presidencia de Brasil: Fernando y Luiz… No, no es así, porque los candidatos son Serra y Dilma pero, al menos del lado del PT, la estrategia de batalla rumbo al segundo tiene un punto principal: comparar los gobiernos de Cardoso y Lula. La apuesta petista es dejar claro al electorado que los tucanos pudieron tener éxitos macroeconómicos, pero nunca se preocuparon por los pobres de Brasil.
“Nosotros los malos versus ellos los buenos”, había resumido el ex presidente Cardoso la víspera de la elección.
La otra pata de la estrategia lulista es convener a Marina Silva, a quien también quieren los tucanos.
Tengo un gran aprecio por Marina, dice, al comparecer ante los medios, el ganador de la gubernatura de Sao Paulo, Geraldo Alckin. Los antiguos compañeros de partido de Silva no se quedan atrás.
La pregunta es si será Dilma Rousseff o José Serra quien consiga convencer a Marina Silva de sumarse a su candidatura. Los candidatos de la segunda vuelta parecen dispuestos a todo. Incluso, parece, a lavar los jeans sucios de la seringueira de piel verde y corazón rojo.
Arturo Cano
Enviado
Verde, te quiero verde
Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
Verde que te quiero verde. La onda roja desplegada por Luiz Inácio Lula da Silva a caballo de su popularidad inoxidable (85 por ciento después de siete años y 10 meses de gobierno) parecía conducir a su discípula Dilma Rousseff hacia una victoria en las elecciones, pero la promesa de fiesta acabó en frustración, y salvo unos cuantos militantes empecinados en hacer sonar sus redoblantes, el domingo por la noche campeaba el silencio en el local de campaña Dilma 13, en el centro de Brasilia.
A la candidata del Partido de los Trabajadores (PT) le faltó el 3,1 por ciento para llegar al 50 y conquistar la mitad de los votos que la hubieran consagrado como la primera mujer presidenta de la historia de su país, porcentaje que le fue arrebatado por su ex correligionaria, Marina Silva, hoy postulante por el Partido Verde. Ahora todo quedó diferido para el ballottage del 31 de octubre.
En los tres meses de campaña electoral el ascenso de Marina, aquí su nombre tampoco precisa de apellido, fue menos sonoro que el del PT, pero se hizo cada vez más consistente en las últimas semanas –precisamente cuando Dilma comenzaba a tambalear por denuncias de corrupción contra su entorno– hasta escalar al 19,3 por ciento, una votación inédita para el Partido Verde (PV).
Fue así que millones de los votos petistas, desencantados por el desinterés del partido con la agenda ecológica o por las presuntas irregularidades de algunos miembros del gobierno, emigraron hacia Marina y el PV.
Ese drenaje de electores petistas hizo posible que José Serra, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), quien obtuvo el 32,6 por ciento de los votos, conquiste un lugar en la segunda vuelta contra Dilma.
Delgada como un junco, religiosa, obstinada, memoriosa, introspectiva y cabocla (nacida en la Amazonia), Marina y sus 20 millones de electores se tornaron objeto de deseo político del izquierdista PT y el centroderechista PSDB.
Tanto es así que Marina, pese a haberse ubicado tercera, ayer recibió llamadas telefónicas de felicitaciones de la primera, Dilma, y el segundo, Serra (ver recuadro). Posteriormente, la petista habló ante la prensa sobre sus afinidades históricas con la “militante” Marina Silva, y Serra comentó la empatía entre su partido y el Partido Verde.
Sutil diferencia: el PT quiere reconquistar el diálogo con la ex camarada esperanzado de que, de ese modo, se asegure parte de los electores perdidos. Serra trabaja prioritariamente sobre el PV, cuyos acuerdos con la centroderecha han sido más frecuentes que con la izquierda.
Posiblemente Marina también fue el centro de la conversación que Lula y Dilma mantuvieron el domingo cuando comenzaron a bocetear la estrategia para el segundo turno. El mandatario retomará probablemente el comando de la campaña, participará de los actos, con más o menos protagonismo que en la primera vuelta, y pondrá a rodar la poderosa máquina del PT y sus 1,3 millón de afiliados: pero aún no sabe a ciencia cierta cómo hará para seducir a la antigua compañera.
En 2002, cuando faltaban semanas para asumir su primer mandato, Lula anunció que Marina Silva sería su ministra de Medio Ambiente por su historia de lucha en defensa de la Amazonia. Después de seis años en el gobierno, la ministra ecologista presentó su renuncia indeclinable en 2008, luego de choques habituales con la entonces ministra Dilma Rousseff, a quien Lula había confiado la implementación de grandes represas hidroeléctricas cuestionadas por organizaciones ambientalistas.
Para Marina Silva y el PV, Rousseff es el paradigma del “antiguo modelo de desarrollo” que depreda al medio ambiente en aras del crecimiento económico.
De allí que la reconciliación entre las partes no sea sencilla.
Tampoco será fácil que la ex sindicalista Marina Silva, compañera de Chico Mendes –extractor de caucho asesinado por terratenientes hace dos décadas–, se lance de brazos abiertos a José Serra exponente de una coalición integrada por fuerzas de extrema derecha y vinculadas con el agrobusiness.
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