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Ecos de la visita de Ahmadinejad

Mientras Occidente reaccionaba con predecible horror a la visita del presidente iraní Mahmud Ahmadinejad a Líbano –Barack Obama la llamó provocadora, en tanto que Israel afirmó que su vecino del norte es hoy un bastión del terrorismo regional–, poco reparó en que los iraníes firmaron un paquete de cuantiosos acuerdos de energía, exploración petrolera y económicos con Líbano. Se incluyó una carta de crédito por 471 millones de dólares para comenzar a financiar nuevos proyectos, entre los cuales tal vez estarían dos nuevas estaciones eléctricas y un nuevo enlace de electricidad entre las dos naciones a través de Turquía.

En la superficie, es fácil ver en esto otro intento iraní por dominar Líbano mediante el petróleo y la electricidad, y en la aceptación libanesa un signo de sumisión. Se cree que Líbano contiene considerables reservas de petróleo frente a la ciudad norteña de Trípoli, las cuales Irán sugirió que podría explorar, y probablemente existan otros campos más al sur, cerca de Israel. Sin duda los libaneses, que en algunas regiones sufren cortes eléctricos de ocho horas al día, están dispuestos a asignar más de mil 500 millones de dólares al proyecto eléctrico, junto con 2 mil 300 millones más del sector privado y otros 940 millones de naciones donadoras, sobre todo occidentales.

Pero, como todo en Líbano, este fandango es más espejismo que realidad, como descubrió el economista libanés Marwan Iskander cuando revisó sus archivos. Resulta que los iraníes demandan una garantía equivalente a 470 millones de dólares del Banco Central Libanés, el cual no puede aportarlos sin violar las sanciones de la ONU contra Irán. De hecho, dice Iskander, hace 10 años Irán canceló un préstamo de 118 millones de dólares a Líbano cuyo Banco Central no podía garantizar… por la misma razón. Por eso hace mucho tiempo la ONU sacó a Irán del negocio del financiamiento en esta parte de Medio Oriente.

También es ilusorio el oscuro espectro de que petroleros iraníes perforen el lecho marino 110 kilómetros al norte de la frontera israelí. Compañías francesas y noruegas han hecho gran parte de la perforación en Irán; la refinación ha sido realizada por empresas francesas e italianas. Ahora rusos y chinos hacen ese mismo trabajo en Irán. La idea de que Teherán proporcione recursos para pagar a Moscú y Pekín con el fin de que exploren reservas en la costa de Líbano es casi una fantasía.

Entonces, ¿por qué el canciller iraní Manouchehr Mottaki y el ministro libanés de Energía, Gebran Bassil, se sentaron a firmar esos 17 acuerdos? Aquí hay una historia. Resulta que Bassil es yerno del ex general cristiano maronita Miche Aoun, cuyo partido político se alineó hace mucho con Siria e Irán. De esta forma, sus partidarios cristianos se han aliado a Hezbollah y en contra del gobierno mayoritario del primer ministro Saad Hariri.

En la superficie, tiene sentido. Aoun ayuda a los iraníes a penetrar en la economía libanesa. Pero por ahora el ex general tiene otras cosas en mente. Por principio de cuentas, resulta que tres de los presuntos espías pagados por Israel que han sido detenidos por el ejército libanés en los pasados nueve meses trabajaban para el partido de Aoun. Y se supone que esta red de espionaje estuvo recabando datos dentro del sistema libanés de comunicaciones. De hecho, uno de ellos era alto funcionario de la mayor red de telefonía móvil del país.

Pero la conjura se robustece. Hezbollah está muy preocupado de que las acusaciones que formulará el tribunal internacional de La Haya señalen a miembros de esa milicia en el asesinato de Rafiq Hariri, padre del actual primer ministro libanés, el 14 de febrero de 2005. Sayyid Hassan Nasrallah, dirigente de Hezbollah, ya ha impugnado esas acusaciones por anticipado y sugerido que la red de espionaje israelí insertó tráfico telefónico falso en los registros de teléfonos móviles del día del asesinato. En otras palabras, los registros –parte esencial de la evidencias del tribunal– fueron alterados deliberadamente para implicar a miembros de Hezbollah.

Y se tiene que decir que inmediatamente después del asesinato de Hariri, la ONU apuntaba en silencio a Siria, más que a su aliado Hezbollah. Un informe censurado de la ONU nombraba en un principio a cuatro figuras sirias presuntamente implicadas en el asesinato. Pero ahora –luego que Der Spiegel (y sus informantes israelíes) han sugerido que la culpa es de Hezbollah–, todos sospechan del enemigo de Israel en Medio Oriente que mayor énfasis pone en la seguridad. No es un caso muy distinto al del bombazo al avión comercial de Lockerbie, del que en un principio se acusó a los sirios y después –cuando se necesitó la ayuda de Damasco en la coalición contra Saddam Hussein, luego de la invasión a Kuwait de 1990– Occidente comenzó a culpar a Libia.

¿Y esos 17 acuerdos entre iraníes y libaneses? Tal vez sólo papeles firmados por Bassil para aliviar la vergüenza de su suegro. Espías, acuerdos petroleros simulados y una pesquisa de asesinato que lleva cinco años. Tenía que ser en Líbano.

Robert Fisk

Traducción: Jorge Anaya
The Independent



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