Home » El Alto y su resistencia a la visión uniforme de ciudad moderna

El Alto y su resistencia a la visión uniforme de ciudad moderna

El Alto y su resistencia a la visión uniforme de ciudad moderna

La construcción de la ciudad y, en particular, la de los espacios públicos es un elemento fundamental en la configuración de la vida urbana. La manera cómo la población se apropia de esos espacios y los habita o recrea desde sus propias prácticas culturales, determina la dinámica de la vida urbana.

 

El modelo e imaginario de “ciudad moderna” construido desde occidente aparece con mayor fuerza en el discurso de las personas, cuando se refieren a su visión y concepción de ciudad. Sin embargo, al adentramos en el marco de una investigación sobre las particularidades de la configuración práctica de la ciudad de El Alto, las maneras de habitarla, sus formas y su estilo propio, identificamos un discurso mucho más abigarrado.

Uno de los principales criterios del modelo de “ciudad moderna” –el antagonismo entre el campo y la ciudad–, se quiebra cuando los habitantes de El Alto miran la configuración de su propia ciudad estrechamente vinculada con lo rural, con la vida del campo: El Alto surgió a partir de los asentamientos de la gente que migraba del campo a la ciudad de La Paz. Es una ciudad constituida a partir de lo rural, que contiene, en su propia configuración urbana, mucho de la vida del campo.

El Alto es una ciudad autoconstruida; sus propios habitantes la edificaron y esa idea es expresada con un fuerte sentimiento de orgullo. No obstante, también se escucha que El Alto es una ciudad desordenada y caótica, sobre todo la zona de “La Ceja”. La autoconstrucción y el desorden de la ciudad entran en tensión con la noción –también muy ligada con el modelo de “ciudad moderna”– de que toda ciudad requiere un “Plan de desarrollo urbano” que permita ordenarla y organizarla de acuerdo con un modelo de ciudad preconcebido.

En el caso de la ciudad de El Alto, se arguye que el desorden, el caos y la desorganización se deben a la falta de planificación, pero también a la falta de una “cultura urbana” de sus habitantes. Sin embargo, al analizar la estructura y dinámica de la ciudad, es posible advertir, dentro de ese caos, una convivencia que consigue un extraño equilibrio entre la conflictividad y la armonía.

Otra noción cargada de este enfoque de ciudad moderna es la de “espacio público”: El espacio público debe ser cuidado y respetado por todos, debe tener un orden que permita a todos los actores convivir armónicamente en él… En la ciudad de El Alto, la estructuración del espacio público y las formas de habitarlo responden a otros criterios y concepciones.

 

Por ejemplo, no es extraño encontrar jardines enrejados con un gran letrero que dice: “Respete, no pise el pasto”, y a toda una familia haciendo día de campo dentro ese jardín urbano. O ver a una mujer con su manta extendida haciendo secar sus “chuños” (papas deshidratadas) al sol, mientras el tráfico vehicular y peatonal circula a su alrededor. Otro ejemplo curioso del entrecruzamiento y convivencialidad entre prácticas urbanas y rurales en el espacio público es el que nos ofrece la escena protagonizada por aquellos personajes llamados “Cebras” y “Burritos”, que encarnan el papel del educador cultural urbano2. Esta escena es protagonizada por jóvenes contratados, que se disfrazan de cebras o de burros, y se dedican a controlar el tránsito y a enseñar a los habitantes a vivir ordenadamente en la ciudad: cruzar por los pasos de cebra, respetar los semáforos. En el Alto podemos encontrar a estos personajes disputando el espacio con una recua de llamas que también circula por las calles y avenidas de la ciudad, compartiendo el espacio con el tráfico de personas, vehículos, policías, vendedores, artistas, etc.

 

La confluencia de dos lógicas distintas, la moderna occidental con la andina, también se puede constatar en el vínculo con la Naturaleza. En el discurso aparece la noción de Naturaleza como elemento ornamental y estético del espacio urbano; un adorno al que hay que cuidar y proteger. Pero, en la práctica, se puede apreciar un modo de relacionamiento distinto. Si bien la configuración urbana nos exige mantener cierta distancia con la Naturaleza, de “respeto” y cuidado, muchos habitantes de El Alto se vinculan con ella de la misma manera que lo hacen en el campo, en sus comunidades.
Las llamadas áreas verdes son un espacio para ser habitado, ocupado y usado. Allí se comparte y convive entre todos los seres y elementos que coexisten en ese espacio urbano. La mayoría de personas con quienes conversamos dice que es más importante tener más canchas, plazas y parques, que mercados y ferias. No obstante, esta supuesta preferencia responde a esa construcción imaginaria del modelo de ciudad moderna que a una necesidad real. En efecto, cuando se consulta sobre los espacios de mayor encuentro e intercambio, la gente coincide plenamente en que éstos son el mercado y la feria; lo que es fácil de corroborar con la simple observación de la dinámica urbana.

La ciudad de El Alto se caracteriza por su intensa actividad comercial y por lo diverso y creativo de las formas de vivir el comercio. Por ejemplo, en El Alto existe una de las ferias más grandes de Latinoamérica, la feria de la 16 de Julio, un destino infalible para todos lo que llegan a La Paz o El Alto.
En el Alto, la manera de vivir y relacionarse con el mercado está muy imbricada en todos los espacios públicos de la ciudad: en cualquier plaza, parque o cancha, o en sus alrededores, se instalan puestos de venta, ya sea de comida, verduras, ropa, etc. Estos espacios, que en los parámetros de urbanismo moderno deben ser claramente diferenciados en su infraestructura y en el uso que se le da –la plaza para pasear, el mercado para vender–, en la ciudad de El Alto aparecen entrelazados o yuxtapuestos.

En síntesis, el Alto, con más de medio siglo de vida urbana, se ha autoconstruido como una ciudad basada en lógicas que escapan a la visión dominante de la ciudad moderna. Sin duda, contiene mucho de este modelo, pero aún resiste orgullosa y creativa a la imposición de esos márgenes estrechos que moldean a las urbes en un mismo formato. Las diversas maneras de habitar la ciudad logran crear líneas de fuga a la normatividad y disciplinamiento urbano que se intenta imponer.

 

Autora: Paloma Gutiérrez (1)

1 Psicóloga boliviana, forma parte de la Red de Diversidad-Wayna Tambo, un colectivo de El Alto. Este artículo fue extraído de la investigación denominada “Vivir Bien, espacio público en El Alto” realizado en 2011
2 Una iniciativa emulada de la gestión municipal de Antanas Mockus, en Bogotá.

Información adicional

Autor/a: Paloma Gutiérrez
País: Bolivia
Región: Suramérica
Fuente: Las ciudades, espacios en disputa y transformación, Fundación Rosa Luxemburgo

Leave a Reply

Your email address will not be published.