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El baño turco

Corre el rumor de que hay en el centro de Bogotá unos exclusivos baños turcos a donde los contratistas del Distrito, de la Gobernación y del Estado van a hablar de sus negocios con los funcionarios públicos correspondientes, todos ellos completamente desnudos. No, no se trata de retozos eróticos. Es para evitar que sean grabadas sus conversaciones. Pero no creo que el cuento sea cierto. Primero, porque existen grabadoras resistentes al vapor y al agua, como las que usan para los cocodrilos en Animal Planet: y los cocodrilos de la contratación pública colombiana tienen la piel más correosa que los de la televisión. Segundo, porque también pueden llevar oculta la respectiva grabadora en su organismo, tras habérsela introducido hábilmente por el recto: esa gente no le hace ascos a nada. Y, sobre todo, porque es un hecho notorio que absolutamente todas las conversaciones que se dan en Colombia, sean telefónicas o de boca a oído, quedan grabadas y terminan siendo de conocimiento público.

Todas. Es asombroso. Entre contratistas y funcionarios en un baño turco, entre magistrados en el recinto solemne de la Corte, entre generales en el desarrollo de un operativo militar, entre el Presidente de la República y su amigo ‘la Mechuda’ en la ‘Casa de Nari’, entre los presidentes de los países vecinos en sus palacios respectivos, entre agentes secretos, entre narcoparamilitares en la cárcel y políticos en el Congreso, entre guerrilleros en la selva. Todo queda grabado, hasta el punto que debe de ser inútil tener acceso a esa maraña de grabaciones, por demasiado exhaustivas y completas. Como en el cuentico oriental de Jorge Luis Borges, un mapa del imperio que coincide punto por punto en forma y en tamaño con el territorio del imperio no sirve para nada. Así lo descubrió la policía española al final del franquismo: cuando ya tenía vigilados y registrados a todos los ciudadanos en sus archivos secretos para consolidar la dictadura, vino la democracia.

Pero aún seleccionadas al azar, las grabaciones acaban sirviéndole a alguien de ‘prueba reina’ cuando son filtradas a los medios: pues todas acaban siendo filtradas y publicadas por los medios. Y ritualmente negadas por los implicados (el jefe del DAS o su jefe, el Presidente, el funcionario corrupto o el contratista corruptor, el chantajeado o el chantajista), que a continuación se acusan mutuamente tanto de la grabación como del delito destapado por la grabación (pues todas, y esto también es asombroso, revelan un delito), y anuncian que llevarán el caso a los tribunales (a donde rara vez llega).

El ejemplo más reciente lo tenemos en los crecientes escándalos de la administración distrital de Bogotá, donde cada día salen a relucir nuevos nombres. El de los Nule, esos misteriosos primos casi surgidos de la nada que de repente empezaron a ganar todas las licitaciones de grandes obras públicas y conseguían incluso del Estado la financiación para hacerlas, aunque no las hacían nunca. Ahora los Nule acaban de evaporarse misteriosamente, cediéndoles sus deudas a un consorcio internacional igualmente misterioso y sus contratos a otras empresas constructoras. ¿Constructoras? No deberían llamarse constructoras unas firmas como las que contratan obras con el Estado colombiano, y tienen más abogados que ingenieros e invierten más en papel sellado que en maquinaria, y no construyen sino que ganan pleitos. Y con el de los Nule han salido también el del representante a la Cámara Germán Olano; el del contralor distrital, Ángel Moralesrussi; el del alcalde Samuel Moreno, el de su hermano el ubicuo senador Iván. Y ya anunció Gustavo Petro, ex candidato presidencial del Polo Democrático, que nombrará una comisión de su partido para que investigue los turbios enredos de la administración de su copartidario el alcalde, no sin advertir que “la inmensa mayoría de las directivas de los establecimientos públicos del Distrito, de la administración de la ciudad, nada tienen que ver con el Polo Democrático”.

Es en esa especie de piscina probática al revés, en ese pestilente baño turco de los albañales del Distrito, donde anuncia ahora que piensa zambullirse el presidente Álvaro Uribe, cuyos ocho años de gobierno han sido los más corruptos de la historia de Colombia.

Por Antonio Caballero

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