Lo practican a placer los yucatecos. Es el halago, la lisonja. Como en Francia los belgas pasan por tontos, por ignaros, en México a los yucatecos se endilga un catálogo de chistes que van del deliberado ridículo al agudo ingenio para obtener un fin. Si quieres ganar la voluntad de alguien, atácalo en su debilidad, adúlalo, dile que es grande, incomparable, repítelo en un auditorio y tendrás los resultados. Es el “cultivo”.
De la entrevista con su homólogo mexicano Felipe Calderón, el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, seguramente no esperaba un mea culpa, un acto público de contrición por el asesinato del agente norteamericano Jaime Zapata, en torno al cual se han escuchado y leído toda suerte de comentarios de funcionarios y legisladores del vecino país. Horas antes del encuentro de los presidentes, la secretaria de Seguridad interna, Janet Napolitano, se mostraba segura de que los presuntos asesinos del agente Zapata serían juzgados en Estados Unidos, posibilidad que ni en el caso de Enrique Camarena fue aceptada en 1985 por el gobierno de Miguel de la Madrid. Como en el de Zapata, en el de Camarena el proceso correspondía a la jurisdicción de la justicia mexicana. Y así fue.
Frente a Felipe Calderón, el Presidente Obama no necesitó exhibir la fuerza de una presión de su gobierno –la más grande potencia del mundo—para obtener lo que deseaba. Suave, melifluo, presentó a su invitado como una personalidad internacional con excepcionales virtudes en la lucha por la preservación del entorno ecológico, un dirigente listo para ocupar el liderazgo que le corresponde en el mundo. “Amigo y socio”, lo llamó con ese estilo tan norteamericano de dar a todo el carácter de una empresa. El “cultivo”
Obama no ahorró protestas de respeto a la soberanía de México, a su autodeterminación. Pero logró lo que quería. Si su respuesta a la pregunta en la rueda de prensa acerca del uso de armas por parte de agentes norteamericanos en México fue la exaltación de la colaboración, la de Calderón no dejó lugar a dudas. Si se esperaba un no rotundo, fue todo lo contrario: Obama oyó la apertura de una puerta: “En este tema –dijo Calderón—habré de platicar con miembros del Congreso, en particular del Senado, para explorar las alternativas”. Y, en lo que parecería un error gramatical conocido como anacoluto o solecismo, el presidente suprimió una parte obligada de su razonamiento; habló de esas alternativas, que pueden ser, dijo “desde mecanismos de protección especial, delimitación clara de las áreas en las que podemos colaborar” y como complemento del desde le faltó lo que parecería el imprescindible hasta, que bien puede ser lo que no dijo, la portación de armas de los agentes norteamericanos. De ahí, de esa posibilidad, derivaría la entrega total de la soberanía que en su retórica Obama dijo respetar.
La respuesta de los legisladores en las cámaras del Congreso no se hizo esperar, incluidos los de su partido. Dando por hecho que la intención de calderón es conceder el pedido de Obama, implícito en sus adulaciones, el senador panista Santiago Creel descartó cualquier posibilidad de acceder a tal pretensión: “Van a empezar –dijo en caso de que la portación de armas de los agentes norteamericanos se aprobara— los problemas no solamente de carácter legal, sino diplomático, y va a ser una situación más de conflicto entre las dos naciones”.
Si en general poco trasciende del verdadero contenido de las pláticas en las entrevistas entre jefes de estado, más un gesto político que acuerdos en los que sus respectivas cancillerías y sus instancias gubernamentales trabajan de manera permanente, de la sostenida entre los presidentes Obama y Calderón algo queda claro: en dos horas de pláticas no es creíble que hayan sido abordados a profundidad tantos temas como los que el norteamericano mencionó: la insurgencia en los países del oriente medio, la situación en Libia, el calentamiento global, el supuesto liderazgo de Calderón en temas internacionales. La realidad es que la inseguridad en México, la incidencia de los delitos del crimen organizado que a esas horas registraba nuevos hechos de sangre en Nuevo León, en Tamaulipas, en Sinaloa, en Chihuahua, y la gran preocupación norteamericana por sus efectos en su territorio, estuvieron en el primer plano de una conversación que mucho tuvo de reconvención por los resultados de la “guerra” que con financiamiento estadounidense se libra en México con más de treinta y cinco mil muertos mexicanos… y algunos norteamericanos.
Arreglado el asunto con México, satisfacción obtenida por el agravio del asesinato de un agente norteamericano, Barak Obama visitará en los próximos días Brasil, Chile y República de El Salvador. El conflicto con su vecino del sur está arreglado.
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