Según el testimonio de Diana Canessa Garay, madre de 24 años,
el año pasado llevó a su bebé de ocho meses al Hospital del Niño,
en Lima, con un cuadro de diarrea severa. Una médica le ofreció
entonces administrarle un “suero de arroz”, lo que la joven de 24
años aceptó ya que no tenía razones para desconfiar de la
“autoridad médica”, y le preocupaba lograr la pronta recuperación
de su único hijo. Firmó entonces la autorización que le pedían
para poder administrarle el medicamento, sin comprender
realmente las consecuencias que podría tener.
Diana no sabía entonces que su hijo, que ahora tiene dos años,
pasó a ser objeto de un experimento de una empresa
biotecnológica estadunidense que no estaba autorizado en el país
sede de la empresa, con sustancias no aprobadas para el
consumo en ninguna parte del mundo.
Según la madre, luego de que le dieron este suero, el bebé
comenzó a manifestar alergias y actualmente es “enfermizo,
delicado, alérgico a todo”. Agrega “me engañaron, sólo querían
experimentar con mi bebito”.
El experimento, que ahora ha sido denunciado por varias
organizaciones internacionales y peruanas de derechos humanos,
consumidores, ambientalistas y la Asociación Médica Peruana,
consistió en administrarle a un grupo de bebés con diarrea, un
suero de arroz con las proteínas recombinantes lactoferrina y
lisozima, producidas en Estados Unidos en arroz transgénico
modificado con genes humanos sintetizados. (para más detalles
ver artículo “Bebés como conejillos de indias”, La Jornada, México,
1/7/06)
Justamente, la posibilidad de provocar alergias de los fármacos
recombinantes producidos en plantas transgénicas, es uno de los
riesgos que varias organizaciones estadunidenses, incluyendo el
Center for Food Safety (Centro para la Seguridad de los
Alimentos), habían alertado a las autoridades de su país cuando
Ventria solicitó aprobación para cultivar este tipo de arroz en
California.
Según el informe de ésta y otras organizaciones, sustentado con
numerosas referencias científicas, las proteínas recombinantes –
derivadas de organismos transgénicos- no son idénticas a las
producidas naturalmente. Las diferencias pueden ser tan sutiles
que en laboratorio pueden ser difíciles de detectar. Sin embargo,
el sistema inmunológico de los seres humanos sí es sensible a
estas diferencias y puede generar anticuerpos, que en algunos
casos llevan a la reacción crónica a muchos otros alimentos o
sustancias a los que antes el paciente no era alérgico.
En la respuesta que emitió a los cuestionamientos de Asociación
Pro Derechos Humanos de Perú, el director del Instituto
Especializado en la Salud de Niño, doctor Dante Figueroa
Quintanilla, uno de los responsables del experimento, argumenta,
entre otras cosas, que “en la medicina moderna se emplean
lícitamente proteínas recombinantes para mejorar la salud de las
personas, por ejemplo insulina, hormona del crecimiento, factores
de coagulación y hematopóyeticos”.
Justamente, en todo los casos citados por Figueroa Quintanilla
han habido problemas de algún tipo, pero como ya es común en el
caso de los transgénicos, la poderosa industria biotecnológica se
ha ocupado de que sean escasamente difundidos y poco
conocidos. Es inexcusable que un director de hospital, que firma
su acuerdo para exponer a bebés a un experimento con proteínas
recombinantes, no las conociera, o peor aún, no las tomara en
cuenta.
Por ejemplo, la insulina recombinante, uno de los ejemplos más
usados por los promotores de los transgénicos para señalar los
supuestos beneficios de estos productos, conlleva una historia de
ocultamiento y manipulación sobre sus efectos dañinos. En 1999,
la Asociación Diabética Británica, dio a conocer un extenso
informe -que había ocultado varios años debido a las “donaciones”
que reciben de empresas farmacéuticas y de edulcorantes que
también contienen transgénicos- según el cual, habían recibido
quejas de casi el 10 por ciento de sus miembros (equivalente a 15
mil personas), directamente asociados con el cambio de la
insulina animal a la insulina transgénica.
Los daños reportados iban desde malestares leves hasta la
ausencia de síntomas previos al coma diabético, que es muy grave
porque puede llevar al paciente a la muerte, al no tomar medidas
para enfrentarlo. Se ha documentado también la generación de
anticuerpos en el caso del uso de factores de coagulación y
hormonas de crecimiento. En un caso particular (MGDF) fue
retirado de las pruebas clínicas porque la formación de anticuerpos
provocaba hemorragias. En otros casos, siguen en circulación
pese a que se conocen sus efectos dañinos, en parte porque las
empresas los ocultan o minimizan, en parte porque eliminan otras
alternativas o cuentan con poderosos cabilderos para impedir que
se conozca la verdad y se tomen acciones consecuentes.
Igual que con los transgénicos agrícolas, son abultados los
expedientes ocultos de los transgénicos de uso farmacéutico, ya
que si se conocieran en totalidad, no habría justificación para que
estuvieran en el mercado.
En el caso de Ventria en Perú, parece que, además, están
dispuestos a seguir el triste camino que han recorrido muchas
empresas farmacéuticas de usar a las poblaciones del tercer
mundo para hacer experimentos no autorizados en su país.
Por: Silvia Ribeiro, investigadora del Grupo ETC
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