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En el año de Darwin, el eslabón encontrado

En el año de Darwin, el eslabón encontrado

La verdad es que es un buen regalito para el año de Darwin, que conmemora los doscientos años del nacimiento del creador de la Teoría de la Evolución y los ciento cincuenta años de la publicación de El origen de las especies. A saber: la presentación en sociedad paleontológica de un fósil de 47 millones de años, al que, un tanto pomposamente, se proclamó como el “eslabón perdido” entre el hombre y el resto de los primates.

Es así: se trata de un bicho parecido a un lemur, de un metro de altura y que pesaba 650 o 900 gramos, solamente unos cincuenta millones de años antes de que se estableciera el sistema métrico decimal; según la clasificación linneana, quedó con el nombre de “Darwinius massillae”, aunque también se puede utilizar el más familiar de “Ida”.

Algunos datos: es, por ahora, el fósil de primate más completo jamás encontrado (se halló el 95 por ciento del esqueleto); los indicios muestran que, casi con seguridad, era una hembra (por eso “Ida” y no “José”, o “Hermenegildo”), joven (de no más de nueve meses), y un (una) primate sin lugar a dudas, dado su pulgar oponible y sus dedos en lugar de garras.

El estado de conservación del fósil es perfecto y permite ver no solamente sus huesos sino adivinar con mucha precisión las partes blandas, y sorpresa entre las sorpresas, el contenido del estómago: frutas, hojas y semillas. Se parece mucho a los lemures actuales, cuyos antepasados son considerados, desde hace tiempo, el semillero a partir del cual evolucionaron los primates (en ese sentido, el hallazgo no hace sino confirmar esa arraigada presunción).

El fósil fue encontrado en 1983 cerca de Frankfurt y sufrió curiosos avatares: fue vendido en una feria especializada en Alemania y separado en dos partes por esa peste de la paleontología (y también de la arqueología, ya que estamos) que son los coleccionistas privados, hasta que hace dos años pudo echar mano sobre él la Universidad de Oslo; de ahí en adelante, Ida accedió a la gloria, tardía (47 millones de años) pero gloria al fin.

“Es una especie de piedra Rosetta, porque une elementos que antes no habíamos sido capaces de asociar.” “Este espécimen es como encontrar el Arca perdida.” “Este fósil probablemente estará en todos los libros de texto de los próximos 100 años”, dijeron los investigadores que estuvieron a cargo de la presentación.

Arca perdida o piedra Rosetta puede quizá ser mucho, pero, aparentemente Ida es testimonio de un momento de la evolución anterior a aquel en que se separaron dos ramas de primates: la que dio origen a los lemúridos actuales y la que dio (unos cuarenta millones de años más tarde) los grandes monos y todas las variedades de Homo (el Sapiens entre ellos). Es decir, los antepasados del hombre.

Naturalmente, y otra vez gracias a la importancia verdadera del fósil, y no poco al Año Darwin, todo se anunció con bombos y platillos y un importante despliegue mediático y de relaciones públicas en el Museo de Historia Natural de Nueva York, y ya el próximo lunes el canal History difundirá un documental con el título “El eslabón”. Ida, así, alcanza ya la estatura de estrella televisiva.

No es que no sea importante; cada fósil que aparece, especialmente si está entero, o casi entero, especialmente si es muy antiguo, o rellena algún bache evolutivo –los famosos “agujeros” del registro fósil– es un nuevo tesoro que se agrega a la corona del rey Darwin, y eso es difícil de discutir.

Anunciar así como así que se encontró “el eslabón perdido” puede ser excesivo; especialmente porque la misma noción, de la que se ha abusado hasta el cansancio (no es la primera vez que aparece uno) es complicada, poco rigurosa y difusa (debido, nuevamente, a las discontinuidades del registro fósil).

Pero, bueno, igualmente, el Rey, en su año de doble aniversario, estaría feliz.

Muy feliz.

Por Leonardo Moledo
 

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