–¿Podría explicar “el socialismo del siglo XXI” que impulsa el presidente Hugo Chávez?
–En principio es una visión muy humanitaria donde él y todo el gobierno tienen al ser humano como el centro de todas las preocupaciones. Eso es lo esencial. Lo social es lo determinante en estos momentos en Venezuela. Es como un método en el que se van arreglando las cosas, el socialismo se construye todos los días. El presidente siempre ha dicho que a él poco le importan los indicadores macroeconómicos. La meta no es reducir al final del mandato la inflación a la mínima expresión. La meta es hacer que las condiciones globales de los venezolanos tengan un mayor número de ventajas sociales y, como decía Simón Bolívar, una mayor suma de felicidades y de seguridad social. Esto está muy inspirado en un proyecto que quedó incompleto en el momento en que surge nuestra república. Sabemos que el socialismo de la forma como fue planteado y como se llevó adelante no dio los resultados esperados, por lo menos socialmente. El éxito se pudo ver en algunos aspectos, porque no podemos negar que en los países socialistas de la ex Unión Soviética hubo avances en cuanto a la educación y la salud, pero se vio disminuido por la falta de libertad de expresión. Ese socialismo ya sabemos más o menos por qué fracasó, por eso estamos planteando otro socialismo diferente. La democracia representativa la fuimos superando por otra participativa y protagónica. A esto el presidente llama democracia revolucionaria, y es donde se sitúa nuestra acción.
–¿Y dónde reside la diferencia que distancia al socialismo conocido por uno más moderno como el que pregona Chávez?
–En Venezuela estamos pagando una deuda, un déficit de democracia. Porque partimos del principio que dice que donde hay pobreza, no hay democracia. Entonces pobreza es déficit de democracia, y llegar a disminuir la pobreza, que es el flagelo número uno del mundo, es el gran desafío. Algunos dicen que para lograrlo habrá que disminuir la democracia. Nosotros somos partidarios de lo contrario, de aumentarla, y estamos convencidos de que la única forma de hacerlo es otorgando más poder a los pobres, que ellos mismos asuman su condición y que sean los constructores de las soluciones. Nos propusimos eliminar la pobreza aumentando la democracia y no disminuyéndola, como se ha hecho en el continente con las dictaduras. Hay otras democracias fuertes que contienen la visión de otorgarle al Estado sólo función de policía. Estamos tratando de resolver esta ecuación. Por eso hemos atacado todas las aristas de lo que es la pobreza. Las libertades fundamentales como la libertad de expresión y de educarse. Pero no esa libertad teórica, en la que si quieres estudiar tienes que pagar, entonces el Estado tiene que garantizar la gratuidad y las condiciones reales para que la gente pueda ejercer bien su derecho. Que vayan a la escuela y coman, que tengan el transporte, que puedan vestirse. El pago de ese déficit de democracia, la pobreza, lo tiene que pagar la misma democracia. Es decir que si existe una cantidad de gente que no sabe leer o escribir, debemos reabsorber esa deuda invirtiendo en educación.
–La ley que posibilita a Hugo Chávez legislar mediante decretos generó mucha controversia. ¿Cuál es el sentido político de esta norma?
–Es una disposición constitucional que se tomó de la Constitución anterior, la de la Cuarta República. Es un mecanismo que permite que el Parlamento o la Asamblea nacional le otorguen al presidente la potestad de legislar, pero en materias muy específicas y con muchas condiciones. Su sentido reside en la agilización de las trabas burocráticas. Porque en algunos casos es necesario responder rápidamente a cuestiones importantes como inversiones que no pueden demorar o la reforma de la policía nacional. Aquí el sistema represivo respondía a otra realidad, porque las policías regionales fueron utilizadas para golpes de Estado, o los gobernadores las usaban para fines personales. Esta situación crítica hizo necesario reformular un sistema policial nuevo para tener otro tipo de control sobre la policía. Legislar rápidamente sobre el combate de la corrupción que hemos heredado también es importantísimo. Pero en las leyes orgánicas no puede hacer modificaciones porque se necesita mucho más consenso. Es decir que con esta herramienta puede realizar reformas sobre cuestiones que tienen carácter de urgentes.
–¿Y esto no suma a la imagen autoritaria o de dictador que muestran algunos medios?
–Es curioso, porque por ejemplo en Francia existe el artículo 49/3 de la V República francesa, y es una potestad que le otorga la Constitución al primer ministro para que cuando él presente un proyecto al Parlamento y se presentan demasiadas trabas que pueden retardar una ley importante y urgente, compromete la responsabilidad del gobierno con este artículo. Sin embargo, nadie dice que los franceses sean dictadores. Se utiliza muy poco, pero están habilitados para hacerlo. Cuando Carlos Andrés Pérez hacía uso de esta potestad tampoco le decían dictador. Claro porque las usó para beneficiar a multinacionales norteamericanas. En cambio, cuando Chávez la utilizó por primera vez generó el golpe de Estado en 2001, porque se armó un paquete de leyes que atacaban al poder económico. Durante el primer año de la presidencia de Chávez hubo siete procesos electorales. Desde entonces hasta la fecha hubo un referéndum revocatorio convocado por él, y ahora sacó casi siete millones de votos. Nosotros somos un pequeño país que quiere ser independiente, que sufrió la embestida bestial, bárbara, de un imperio para colocarnos al borde de la guerra civil. Sistemáticamente nos atacan y, por supuesto, quieren que fracasemos, pero ese placer no se los vamos a permitir. Porque tenemos un pueblo que apoya.
–¿Esta situación regional en la que florecen gobiernos progresistas de centroizquierda es producto de la injerencia de las políticas del Fondo Monetario Internacional en décadas anteriores?
–En el caso de Venezuela y Argentina, dos países con desarrollos desiguales, son el claro ejemplo de lo que pasó con las políticas neoliberales que nos recetaban los organismos supranacionales como el FMI. Porque la visión de que el mercado debía resolver por sí solo los problemas y que el Estado debía facilitar esto, quedó demostrado que no sirvió para nada. No es casualidad que en el año ‘89, en Venezuela se dio la rebelión del hambre, que se conoció como el Caracazo, y en Argentina los saqueos. Está visto que al FMI le importa un comino que venezolanos o argentinos no tengan qué comer, con qué educarse o dónde vivir.
–¿El ingreso al Mercosur potencia la propuesta chavista?
–A los norteamericanos no les interesa una Latinoamérica unida. Por su resultado en términos económicos y políticos. Por eso utilizan todos los medios posibles para trabajar las divisiones entre los países americanos.
Los venezolanos estamos hace cien años enviando petróleo para Europa y EE.UU. Hemos contribuido a nuestra manera para el desarrollo de ese mundo, y cuando vemos la situación regional que nos rodea, vemos que no hemos contribuido allí. Hoy existe una gran facilidad para que en el Mercosur hagamos una integración política y cultural. Queremos la unidad del continente, y por eso le hemos hecho algunas observaciones en este sentido a la Comunidad Andina. En el Sur ya venimos concretando esa integración a través de iniciativas como el Banco del Sur, el gasoducto del Sur, la Universidad del Sur, Telesur. Entrando Venezuela al Mercosur, ahora el mercado tiene frontera con el Caribe, es importante, pasa a tener frontera con los EE.UU., a través de Venezuela que linda con Puerto Rico. Si no aprovechamos esta coyuntura en la que los gobiernos de Sudamérica tienen empatía para desarrollar esta integración estaríamos perdiendo una oportunidad histórica.
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