Home » Entre el escepticismo y la movilización social

Entre el escepticismo y la movilización social

Entre el escepticismo y la movilización social

Se aproxima en Colombia un nuevo proceso electoral. En las calles se percibe un ambiente de incredulidad y rechazo hacia los partidos políticos, y los jóvenes no son ajenos a este contexto.

Para entender qué significa la política para los jóvenes, es necesario analizar el concepto mismo de política. La política se refiere al ámbito de lo público, a las relaciones sociales y con el entorno, al ejercicio participativo de las personas, y especialmente está ligado a la toma de decisiones que afectan los intereses colectivos. Es nuestra posición ideológica frente al mundo, la naturaleza, el arte y la cultura.

La política tiene que ver con la concepción de ciudadanía y el rol que tenemos como sujetos sociales para comprender y transformar la realidad. Implica el ejercicio de derechos y responsabilidades que tienen los ciudadanos y las instituciones con el propósito de convivir en comunidad bajo criterios de justicia, equidad y cooperación. Somos políticos al tomar decisiones, consumir o no un producto, desarrollar un proyecto social; al reproducir o cambiar las tradiciones, y al construir alternativas de vida cuando opinamos en la casa, el trabajo, el estudio, la calle, la internet (redes sociales), pues allí se transforman o se afectan las relaciones de poder y el orden social.

Resulta urgente retomar la esencia del concepto de política, pues éste se diferencia substancialmente de la politiquería y va más allá del escenario electoral, la figuración en partidos políticos, la búsqueda de cargos burocráticos, el clientelismo y la corrupción. En efecto, la politiquería ha hecho un gran daño social, desvirtuando lo fundamental de la política, produciendo apatía y rechazo. El hecho de que un candidato salte de un partido al otro por prebendas, y todo el abanico de partidos que surgieron en torno al ex presidente Álvaro Uribe, los cuales tienen a muchos de sus representantes en líos con la justicia, y el desencanto que produjo para muchos simpatizantes del Polo Democrático Alternativo en Bogotá, ante las administraciones de Lucho Garzón y los hermanos Moreno Rojas, son factores se reflejan en la apatía electoral.

No es casual que los jóvenes sean apáticos, pues en su cotidianidad no se benefician mucho de los presupuestos locales, y los programas institucionales no van más allá de acciones aisladas, sin una visión a largo plazo, y que realmente genere procesos de efectiva participación y transformación de las realidades en que vive la juventud. Esta población presenta una alta vulnerabilidad, ya que son víctimas de la intolerancia social y las fuerzas represivas. Bastante daño se ha causado al estigmatizarlos de vagos, o delincuentes que hay que vigilar, encarcelar o eliminar, como ha sucedido con las mal llamadas “limpiezas sociales”. Ni qué decir de la tragedia de los “falsos positivos”. Más que considerarlos victimarios, en realidad han sido víctimas al ser presionados por los actores armados y delincuenciales a ingresar en sus filas. Muchas veces la carencia de un empleo, la improductividad y la desesperación terminan haciendo que estos acepten tales ofertas, en la medida en que la supervivencia no da espera y por eso los elevados niveles de violencia.

Hay otros factores para la apatía juvenil a comprometerse más con la participación en la política. La violencia política ha generado miedo a quienes promueven cambios en las estructuras del país. En Colombia, el genocidio de la Unión Patriótica (UP), por ejemplo, es una muestra del horror que han tenido que contemplar las nuevas generaciones. En la actualidad, los jóvenes siguen siendo perseguidos y la violación a los derechos humanos ha sido una triste realidad en nuestro país. Pero en medio de este panorama hostil, la juventud ha jugado un papel significativo a través de la historia.

El movimiento estudiantil de las tres décadas anteriores a los 90 se caracterizó por su beligerancia en defensa de la educación pública, la soberanía nacional, y por un cambio en las estructuras económicas y políticas del país. En el contexto internacional, mayo del 68 marcó un hito en la historia, puesto que millones de jóvenes y artistas del mundo se rebelaron ante las políticas de guerra y hambre fomentadas por la neocolonización de Europa y Estados Unidos a través de agresiones imperialistas en África y América Latina. Igualmente, se debe reconocer que muchas conquistas sociales de los trabajadores y los movimientos revolucionarios fueron posibles por la movilización de la juventud rebelde.

Perspectivas

Para la actualidad, los desafíos no son menores. Hoy día, en las universidades públicas y privadas, e incluso en varios colegios, los estudiantes siguen manifestándose en contra de reformas nocivas a la educación, como sucede con la Ley 30, así como por la militarización de los claustros y las medidas represivas en campos y ciudades. En consonancia con las luchas estudiantiles de Chile y de expresiones de resistencia civil, como el caso de los indignados de España, y las revueltas de los jóvenes ingleses y árabes, se vienen adelantando también en Colombia movilizaciones muy fuertes encaminadas hacia un paro nacional universitario, así como hacia la unidad de los movimientos sociales y de la izquierda democrática.

De igual modo, se deben resaltar muchos procesos sociales de colectivos y organizaciones en las cuales los jóvenes participan en proyectos artísticos, culturales, ambientales, de agroecología, cine-foros, y en la minga urbana, entre otros. Desde estos espacios autónomos, los jóvenes crean medios de comunicación alternativos y se movilizan por la defensa de la salud, la libre expresión y demás derechos consignados en el Estado Social de Derecho de la Constitución Política colombiana. ¡Afortunadamente son muchas las redes sociales de trabajo que construyen otros mundos posibles!

Gracias a la articulación de estos procesos, se gestan luchas de organización y formación política que se deben visibilizar y fortalecer. En efecto, desde esa labor de educación popular se está incidiendo en la opinión pública, en los territorios y en la población que los habita, en una forma quizá más coherente y efectiva que lo que se fomenta con cada coyuntura electoral, en que los oportunistas parecen tener toda clase de soluciones mágicas a los problemas concretos de la gente. Así que la jornada electoral del 30 de octubre para elegir alcaldes, gobernadores, ediles y concejales estará marcada seguramente por tendencias como la apatía, el rechazo y una alta abstención en las urnas por efectos del escepticismo. Por otro lado, es decisiva la participación activa de los jóvenes que, recuperando la esencia de la política, se apropian de un instrumento capaz de realizar transformaciones locales y globales, consecuentes con una visión humanística y democrática de mundo. Es decir, una puesta en práctica constante del trabajo comunitario que parte desde el fortalecimiento del tejido social y el empoderamiento ciudadano, y que va mostrando sus frutos en cada encuentro, en cada propuesta y en el imaginario colectivo.

Por último, es incomprensible que la ciudadanía se muestre indiferente ante la injusticia y la barbarie imperantes y se resigne a que unos cuantos sigan robando millones de millones mientras las mayorías no tienen acceso a educación de calidad, a un servicio de salud decoroso, a un empleo decente y en general a una calidad de vida digna. Es indignante conformarse y quedarse con los brazos cruzados, sabiendo que las multinacionales se llevan los recursos naturales y arrasan con el medio ambiente, mientras las comunidades quedan en la miseria.

No es justo quedarse en silencio cuando en nuestro país continúa el desplazamiento de miles de campesinos y comunidades indígenas porque los actores armados se disputan la riqueza y el control de los territorios. Resulta lamentable callar cuando vemos a nuestros compatriotas angustiados porque no tienen cómo comprar un mercado ni pagar un arriendo, los servicios públicos o el pasaje inflado del Transmilenio. ¡Nos queda como única opción pasar de ser espectadores a ser transformadores sociales, en conclusión, ser sujetos políticos!

Por [email protected]
Comunicador Social Periodista

Información adicional

Autor/a:
País:
Región:
Fuente:

Leave a Reply

Your email address will not be published.