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¿Está en la agenda atacar a Irán?


La racionalidad depende de los objetivos propios. Así que analicemos primero cuáles podrían ser los objetivos de quienes parecen proponer un ataque así, como también los objetivos de aquellos que están en el poder y son contrarios a la idea de atacar. Y luego analicemos cuáles serían las consecuencias probables de un ataque, si éste ocurriera. Parece haber dos grupos principales de proponentes de un ataque: el vicepresidente Dick Cheney y sus amigos; el actual gobierno de Israel y sus amigos.


Los israelíes no guardan en secreto el hecho de que han creído durante mucho tiempo que Irán procede rápidamente a obtener armamentos nucleares, lo cual representa un enorme peligro para el Estado de Israel. Desean que alguien bombardee las instalaciones iraníes. Preferirían que fuera Estados Unidos el que lo hiciera en vez de ellos mismos, por dos razones: porque Estados Unidos tiene más poderío aéreo a su disposición y para Israel esto sería menos dañino políticamente.


Pero han amenazado con hacerlo ellos mismos si Estados Unidos no lo hace pronto. Desde el punto de vista israelí, esto sería una repetición de su exitoso bombardeo de las instalaciones iraquíes de Osirak, en 1981. Este objetivo es tan importante para los israelíes que recientemente trascendió al público que, en 2002-2003, Israel urgía a Estados Unidos a que atacara Irán antes de hacerlo contra Irak.


Probablemente Cheney tenga un objetivo diferente. Tal vez él y sus amigos confíen menos en que un ataque sobre Irán sea tan exitoso como lo fue el ataque israelí contra Irak en 1981. El objetivo de Cheney es menos lo que ocurriría como resultado en Irán y más lo que ocurriría en Estados Unidos. Cheney quizá espera que un ataque contra Irán aumente las posibilidades republicanas para 2009, impulse la militarización interna estadunidense, fortalezca la presidencia todavía más y debilite las libertades civiles. Si éste es el objetivo, la limitada ventaja en Irán sería irrelevante en sí misma.


Es claro que existen poderosas fuerzas que se oponen al ataque. Dentro del gobierno estadunidense, la presencia de los neoconservadores ha disminuido mucho. Parece que la secretaria de Estado, Condoleezza Rice; el secretario de Defensa, Robert Gates, y el Estado Mayor Conjunto piensan que es una mala idea. Es probable que importantes líderes corporativos también piensen de este modo, y eso probablemente signifique que el secretario del Tesoro, Henry Paulson, también se opone. Los aliados de Estados Unidos, incluidos los británicos, también parecen opuestos a una acción militar. Y es obvio que el gobierno iraquí se opone a la idea. Así que es Cheney y los israelíes versus todos los demás.


El razonamiento de los oponentes se basa en gran medida en un análisis de cuáles serían las consecuencias de un ataque aéreo. La primera cuestión es qué tan efectivo sería. Es claro que los iraníes sacaron enseñanzas del ataque israelí sobre Irak. Dispersaron sus enclaves nucleares, que parecen ser múltiples, y los situaron bajo tierra. Es probable que la información estadunidense de inteligencia acerca de los sitios sea bastante limitada, y no es nada seguro que las aeronaves estadunidenses puedan siquiera localizar estos sitios, o destruir todo lo que pudieran localizar. Y si Estados Unidos no puede enviar tropas terrestres, entonces sería un fiasco militar. Pero no puede enviarlas simplemente porque no cuenta con ellas.


La segunda cuestión es que es probable que los iraníes incurrieran en acciones militares/políticas de algún tipo en respuesta, sea en Irak, en Afganistán o en ambos países, lo que sería bastante negativo para Estados Unidos. En Afganistán, Estados Unidos e Irán han estado trabajando más o menos en tandem, y Estados Unidos no está en posición de perder el tácito respaldo iraní.


En tercer lugar, el impacto sobre Irak es difícil de predecir en detalle. Pero forzar al gobierno de Maliki a que asuma una postura en este asunto seguramente no ayudará a la ya de por sí débil situación política de Estados Unidos en Irak. Si se ven forzados, es muy poco probable que los principales partidos chiítas hagan otra cosa que apoyar a Irán, por lo menos tácitamente.


Cuarto, la reacción de otras potencias importantes en el mundo sería cuando mucho reservada. Quizá Europa occidental diga un poco públicamente, pero seguramente no aclamará el bombardeo. Y probablemente Rusia y China lo denuncien. Por más que varios de los llamados regímenes árabes moderados teman la fortaleza iraní, parece muy poco probable que se den el lujo de aplaudir una acción agresiva contra un país musulmán. En aquellas naciones que cuentan con significativas minorías chiítas, existe el peligro de manifestaciones populares que los gobiernos pueden tener dificultad en suprimir.


Finalmente, es probable que las actuales negociaciones diplomáticas entre los gobiernos de Corea del Norte y Estados Unidos se rompieran como consecuencia inmediata de un bombardeo estadunidense contra Irán, porque se confirmarían los peores temores norcoreanos.


En suma, el asunto sería una catástrofe diplomática e implicaría el riesgo de extender mayor violencia en Medio Oriente. Y si no hay claros beneficios militares, la ventaja para Israel sería muy limitada, de hecho. Todo esto, sin duda, es lo que la gente está diciendo en los debates al interior del gobierno estadunidense en este momento. La única debilidad de quienes se oponen a la acción militar es que solamente pueden ofrecer a cambio esfuerzos diplomáticos ulteriores y quizá más presiones económicas. Cheney seguramente arguye que esto tampoco funcionará. Y probablemente está en lo cierto.


¿Sería entonces “racional” bombardear Irán? Casi seguro que no, no solamente desde el punto de vista del actual gobierno, sino aun desde el punto de vista de Israel. Sería “racional” si el objetivo principal fuera cambiar la actual atmósfera política dentro de Estados Unidos, pero el precio sería muy alto.


Hay muchos comentaristas de la izquierda mundial que dicen que, a fin de cuentas, Estados Unidos podría no tener que pagar las consecuencias de un bombardeo, ya que las reacciones que he mencionado al final serían más lánguidas de lo que he sugerido. Algunos dicen que las acciones de la gente desesperada (así consideran que están Cheney y el gobierno israelí) no se restringen al tipo de análisis de consecuencias como he apuntado aquí. ¡Tal vez! Pero desde mi punto de vista la probabilidad de que prevalezca tal acción “desesperada” es bastante baja, si no es que enteramente imposible.


 


© Immanuel Wallerstein


Traducción: Ramón Vera Herrera

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