“Yo ni siquiera creería las buenas cosas que se dicen de mí, tanta es la manipulación que hay en los medios norteamericanos. Fui a misa el domingo pasado: ¿quién lo creería? Ese soy yo, así soy, de chico fui seminarista, porque quería ser sacerdote católico; fui un Eagle-Scout y a comienzos del siglo XX mi abuelo fue líder del Partido Republicano, cuando la palabra ‘conservador’ no era una mala palabra, lo que significaba que uno no gastaba la plata que no tenía, que ‘conservaba’ el agua y el medio ambiente… ‘Conservar’ era una buena palabra…”
Así se presenta Michael Moore –remera, zapatillas, bermudas, infaltable gorra roja de béisbol– a la rueda de prensa con un puñado de periodistas canadienses, a la que tuvo acceso Página/12. El marco es el Toronto International Film Festival, donde Moore vino a presentar su nuevo documental, Captain Mike Across America, en sus propias palabras un “concert film” que da cuenta de su maratónica gira proselitista contra George Bush, durante las elecciones de 2004, un esfuerzo que Moore no considera un fracaso, sino el comienzo de un despertar político de la juventud norteamericana en vistas a la nueva elección del año próximo.
La película de Moore, sin embargo, no puede pensarse como un film de campaña a favor de los demócratas, a quienes acusa de una grave indefinición política. Casi como si él mismo se preparara como candidato, Captain Mike… da cuenta de la gira por 62 ciudades que recorrió en 45 días y en los cuales llegó a reunir, en una sola noche, más de 10.000 personas. Está claro que Moore es una personalidad mediática y mucho más ahora, después del ruidoso estreno estadounidense de Sicko (estreno de hoy en Argentina) que lo devolvió al primer plano del debate político y a la atención de los talk shows más vistos de su país.
–Después de Sicko, Oprah Winfrey ya lo llevó dos veces a su programa. ¿Por qué?
–Oprah decidió que éste es un tema para ella, que en este año de campaña la gente está interesada en lo que sucede con la salud pública, que es algo que le importa a todo el país, al margen de sus banderías políticas. Después de mi primera aparición en su programa, una enorme cantidad de gente llamó a la producción para contar historias referidas a sus graves problemas de desatención médica, los momentos terribles que tuvieron que pasar, y muchas de estas historias son más elocuentes incluso que las que yo registro en Sicko. Allí Oprah encontró un tema y lo va a seguir, porque es lo que le interesa a su público.
–¿Cómo fueron estos últimos meses, considerando que después de más dos años de silencio presenta no una sino dos películas consecutivas y que Sicko está ahora en el centro de atención?
–Tengo sentimientos encontrados con respecto a eso. Por un lado, estoy feliz con mis dos películas, con la posibilidad de decir lo que pienso públicamente, en distintas tribunas, que el tema de la salud vuelva a ser noticia… Pero en términos más personales, estoy un poco cansado –debo confesar– de tener que alimentar esta energía todos los días. Siento que lleva mucho tiempo y esfuerzo despertar a la gente y provocar cambios reales. Pero aun así ha sido un verano excelente y estoy muy agradecido de que haya ido tanta gente a ver Sicko. Es más, Harvey Weinstein (N. de R.: el productor) piensa relanzarla ahora nuevamente, con el inicio del nuevo semestre universitario, para que haya más oportunidades de verla en salas antes de la edición en DVD.
–¿Piensa que Sicko puede ayudar a provocar un cambio en la política de salud de los Estados Unidos?
–Una de las empresas más serias de mi país, Kaiser Polls, hizo una encuesta sobre Sicko. La película lleva recaudados unos 24 o 25 millones de dólares, lo que implica que la han visto unos cuatro millones de espectadores. Pero la encuesta señala que un 46 por ciento de los estadounidenses ha sido impactado de una u otra manera por el estreno de la película. ¿Qué sucede? Cada uno de esos cuatro millones de espectadores habla o comenta después la película con otras diez personas, lo que hace que ya estemos pensando en 40 millones de personas. Y después cada uno de esos 40 millones habla con otras cinco personas y ya estamos en 200 millones. Es un efecto cascada. Ahora hasta los precandidatos presidenciales tienen que ir a ver la película, porque en los medios se habla de salud pública. O sea que Sicko tiene un alcance que va mucho más allá de lo que sucede en las salas.
–¿Siente el peso de esa responsabilidad?
–Lo que siento es que –como mucha de la gente a la que me dirijo– yo provengo de la clase trabajadora, alcancé solamente una educación secundaria, pero tengo el privilegio de ser escuchado, de tener una voz, y puedo hablar por aquellos que no la tienen, que no pueden hacer una película, publicar un libro o aparecer en televisión. Y esa es mi primera responsabilidad: hablar por aquellos que trabajan por cinco dólares y quince centavos la hora, que no tienen seguro de salud, que perdieron su trabajo, que son víctimas de la proliferación de armas de fuego, cuyos hijos están en Irak en una guerra ilegal. Entonces, acepto esa responsabilidad, con los pros y los contras que vienen con ella, y alzo mi voz todo lo que puedo para cambiar las cosas que creo que hay que cambiar.
–¿Por qué, tres años después de haberla filmado, decidió estrenar ahora Captain Mike Across America?
–A diferencia de Sicko, que está pensada para todo tipo de público, aun aquellos que no están de acuerdo conmigo, Captain Mike está dirigida a gente que quiere un cambio en los Estados Unidos, es una película para que mis fans puedan rearmar sus espíritus, gente que ha estado muy deprimida durante los últimos siete años, que no le gusta lo que está sucediendo en mi país, y creo que es una palmada en la espalda y un recordatorio de que no somos unos pocos, sino una nación de millones que estamos en contra de la guerra en Irak, que estamos en contra del señor Bush. Y espero que la película le pueda dar a la gente el empujón psicológico para no rendirse, para prepararse para la próxima elección y para no perderla esta vez, como las anteriores.
–¿La película es parte de su lucha contra los medios?
–De alguna manera sí, porque debo decir que ninguno de esos 62 encuentros que produjimos tuvo ni una sola vez cobertura en la prensa nacional. La gira nunca fue cubierta por los medios masivos nacionales. Eso también forma parte de la campaña de desmoralización del electorado anti-Bush y contra eso lucha mi película, para darle a esa gente algún sentido de esperanza. Cuando uno está sentado en Des Moines o en cualquier pequeña ciudad de un estado dominado por los republicanos y uno puede ver lo que está pasando en uno de nuestros encuentros en Utah, por ejemplo, se produce una sorpresa, un shock, porque nadie creía que eso fuera posible. Creo que la izquierda en mi país, los “liberals”, están en un estado de desesperación. Y ese es el peor de los estados posibles: mata la esperanza, paraliza. Y a eso apuntan los medios nacionales cuando no difunden nuestra capacidad de convocatoria política. Por el contrario, vemos cantidades de actos políticos de los republicanos, de la derecha religiosa, de los conservadores, lo venimos viendo desde hace veinte o treinta años. Pero muy rara vez vemos lo que pasa de nuestro lado. La única vez que vemos nuestro lado en las noticias es si alguien está vestido un poco raro y sostiene una pancarta con un texto loco en una manifestación de veinte personas o de los activistas que rompen los vidrios de McDonald’s en Seattle. Es muy significativo que esas sean las únicas imágenes de la izquierda que aparecen en las cadenas noticiosas de alcance nacional. La vez pasada, después de una proyección de Captain Mike, el responsable del sitio web de la película me contaba que se le acercaron unos amigos y le dijeron: “¡Whow! ¡No sabíamos que éramos tantos!”. Y bueno, de eso se trata, de darnos cuenta de cuántos somos, de cuál es nuestra fuerza, de cuáles son los ideales que compartimos, todo eso que ocultan los grandes medios nacionales, que deliberadamente nos representan de una manera equivocada.
–¿Tantos opositores cree realmente que tiene Bush?
–Yo vengo diciendo esto hace muchos años: los Estados Unidos es un país liberal, no es un país conservador. La mayoría de los norteamericanos son “liberals”. Odian esa palabra, no la usan nunca, pero si uno les pregunta si la mujer debe tener las mismas oportunidades laborales y el mismo sueldo que un hombre, si el salario mínimo debe ser aumentado, si deben tener mejor cobertura de salud, en fin, toda la lista, la mayoría responde de acuerdo a posturas liberales en cada punto en particular.
–Salvo en la pena de muerte…
–Salvo en la pena capital, es cierto, pero aun eso está cambiando. Hasta hace poco, el 75 por ciento del país estaba a favor y ahora esa cifra bajó al 55 por ciento. O sea, que vamos bien. Lo repito: Estados Unidos es un país cuya población es liberal, con un pensamiento que se orienta básicamente hacia la izquierda y, por el contrario, lo que reflejan los medios es un país conservador gobernado por conservadores.
–Pero es que ganan los conservadores…
–Es verdad. Pero mi respuesta a eso es que aquellos que votan (que no son la mayoría) votan por alguien que saben exactamente qué es lo que va a hacer. Cuando uno vota por Reagan, sabe qué es lo que espera de él y qué es lo que va a hacer. Lo mismo con Bush padre y con Bush hijo. Pero cuando uno vota por estos demócratas que se han estado presentando uno no tiene idea de qué van a hacer con tu voto. Están siempre flotando a merced del viento, cambian de idea y de discurso de un día para el otro. Si hay algo que tenemos que admirar de los republicanos es que ellos realmente creen en algo y te lo refriegan por la cara. Ellos dicen que no piensan aumentar el salario mínimo aunque un 70 por ciento de la población, según las encuestas, diga que quiere un aumento. Dicen que no piensan retirar las tropas de Irak aunque un 70 por ciento de la población esté en contra de la guerra. Hay que admirar las pelotas que tienen. De nuestro lado no hay nadie que tenga esas pelotas. Y la gente no quiere molestarse en ir a votar a un indeciso para presidente.
–¿Se refiere a John Kerry?
–Nosotros nunca podíamos haber ganado la elección en lugar de Kerry, él tendría que haberlo hecho. El aporte de Bruce Springsteen, las Dixie Chicks, Jackson Browne, yo mismo, entre muchos otros, fueron contribuciones espontáneas. Cada uno hizo su gira como una acción ciudadana. Pero claramente el problema era el candidato. Por ejemplo, en mi tour traté de no coincidir con Kerry, pero en Albuquerque, en Nuevo México, estuvimos en la ciudad en las mismas 24 horas. Y mientras nosotros llenamos un estadio con 12.000 personas, él apenas juntó 800 en las afueras del aeropuerto. No sé qué decir. Mucha gente piensa que no era candidato suficiente y que no se le puede pedir que sea lo que no es. Y ahora dependerá de quién sea el candidato demócrata para las próximas elecciones, si trabajaré fuerte con él o simplemente lo votaré. Porque no puedo trabajar con alguien con quien no comparto su punto de vista. Lo digo muy francamente: si votaste a favor de esta guerra, no sé cómo ayudar a acercar a las urnas a aquellos que como yo –y somos millones– están en contra de la guerra. Pero sí tengo claro que no podemos tener otros cuatro años de gobierno republicano. A eso sí le tenemos que poner fin. No pueden seguir.
–¿Cómo imagina que serán las próximas elecciones y quién piensa que será el candidato de los demócratas?
–Bueno, los demócratas son profesionales en arruinarlo todo. Las perspectivas son las mejores, las encuestas indican que la gente ya está cansada de votar a los republicanos, pero no hay que dar nada por sentado. Ya sucedió en la elección anterior: Kerry tenía una intención de voto muy superior y terminó ganando Bush. Con respecto a los candidatos, pienso que Hillary (Clinton) la va a pasar muy mal en las primarias (N. de R.: las elecciones internas) porque la base más liberal de los demócratas vota en las primarias y esa base liberal está contra la guerra y ella en el Congreso votó a favor de la guerra. Pienso que Obama es un buen candidato, pero John Edwards también lo es: no quiero apoyar a ninguno en particular. Me gustaría que Al Gore entrara también en carrera, no porque lo apoye, sino porque hay gente que todavía no asimiló el robo del que fue víctima siete años atrás. Y Gore está contra la guerra, contra el calentamiento global, a favor de un sistema público de salud. Y cada vez que menciono su nombre, mis compatriotas dicen: “Hubiera sido un buen presidente”. Así que sería bueno que corriera ese riesgo nuevamente y no veo una razón por la cual no lo haga.
–¿Y en el campo republicano?
–En las primarias de los republicanos los más conservadores son lo que más votan, por lo que (Rudoph) Giuliani tiene más chances. Y el trabaja sobre el miedo y los norteamericanos reaccionan muy bien al miedo. Por lo cual va a enarbolar una vez más la bandera del 11 de Septiembre y va a armar todo un circo con eso, porque sabe que le puede dar resultados. Pero espero que los bomberos de Nueva York salgan a decir lo suyo y desnuden la verdadera historia del alcalde Giuliani y sus desastrosas decisiones, antes del 11/9 y también después.
–¿Qué piensa de la política inmigratoria de la administración republicana?
–Somos una nación de inmigrantes y eso es algo muy bueno. Todos nosotros somos el resultado de la inmigración. Todos, con la excepción de aquellos que son descendientes de esclavos y descendientes de los nativos, que son los dos grandes pecados que están en el origen de nuestro país: la esclavitud y el genocidio. Pero creo que debemos seguir dándole la bienvenida a gente de otros países, tenemos mucho lugar y, si no me creen, atraviesen Kansas algún día. Parece una tierra que nunca se acaba y no hay mucho que ver por ahí. En este sentido, creo que tengo una posición diferente a la de muchos de mis compatriotas, que una vez que entraron no quieren que nadie más lo haga.
–¿Durante la gira del 2004 que registra Captain Mike tuvo amenazas? Si es así, ¿por qué no las incluyó en la película?
–(Pausa.) Sí, es verdad, tuve amenazas. Y las excluí de la película porque no quería ponerme en el lugar de la víctima ni dar ideas locas a otros que quisieran amenazarme. Pero tuvimos que contratar personal de seguridad, no porque quisiéramos coartar la libertad de opinión en nuestros actos (al contrario, la promovemos) sino para evitar provocaciones o agresiones de la extrema derecha.
–¿No le parece que su presencia es excesiva en Captain Mike?
–Es que yo tenía que estar en ella porque es mi gira. Me han preguntado mucho esto en los últimos días: ¿por qué se lo ve tanto en esta película? Bueno, si estuvieran viendo un “concert film” de los U2 no se quejarían de que se lo ve a Bono todo el tiempo. Bueno, ésta mi gira, una película –a diferencia de Sicko, que está pensada para todo el mundo– para la gente que me sigue y comparte mi visión política y que yo creo que necesita ir calentando los motores y prepararse para la próxima elección. Miren, yo soy optimista de corazón, no tengo nada de cínico, creo realmente que la gente es buena por naturaleza y que hace las cosas bien si tiene la oportunidad. Y pienso que ahora la gente quiere cambiar, quiere comprometerse y que vamos a echar a estos tipos que tenemos ahora en el gobierno. Los vamos a sacar. El 20 de enero del 2009 tenemos que asegurarnos de que Bush se vuelva caminando a su casa.
Por Luciano Monteagudo
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