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Evo Morales juró por la patria y por el pueblo

Evo Morales juró por la patria y por el pueblo

“Por la patria y el pueblo, sí juro”, respondió Evo Morales con el puño izquierdo en alto y la mano derecha en el pecho. Su vicepresidente, Alvaro García Linera, le había pedido prometer “por los próceres de la liberación, por los héroes que dieron la vida por el pueblo boliviano y por la igualdad de todos los seres humanos” que de-sarrollará su segunda presidencia “en estricto cumplimiento de la Constitución y leyes”. Así quedó definitivamente inaugurado el Estado Plurinacional, que dejó atrás a la República liberal que gobernó el país por 180 años, según Morales. Ayer dio un informe sobre su gestión anterior a la Asamblea Legislativa Plurinacional, que sesionó por primera vez para cumplir la ceremonia de investidura presidencial.

El acto de posesión en el Palacio Legislativo tuvo una solemnidad equiparable al encuentro en Tiwanaku, el jueves, cuando los pueblos indígenas lo designaron “guía espiritual”. Los dos días de ceremonias de asunción estuvieron repletos de símbolos con los que se pretendió demostrar que finalizaba el Estado “monocultural” y empezaba otro, el de “la nueva Bolivia”, de acuerdo con los discursos del Ejecutivo.

Ayer a las 8.30, los 166 legisladores se reunieron en la puerta de la Vicepresidencia y desfilaron dos cuadras hasta la sede de la Asamblea, ex Congreso del “Estado colonial”. En la plaza Murillo había miles de indígenas, campesinos y turistas que aguardaban la entrada al Legislativo de varios presidentes, entre ellos Morales, que fue aclamado por la concurrencia –especialmente argentinos–, que gritaba fascinada, como si se tratara de Los Beatles.

A las 10, como estaba previsto, los asambleístas enviaron una delegación a la Vicepresidencia para que llevaran a García Linera ante la presidenta del Senado, Ana María Romero de Campero. Fueron Pedro Nuni, legislador del pueblo indígena mojeño; Rebeca Delgado; Jorge Medina, que representa a los afrobolivianos; y María Elena Méndez, la única del grupo que no respondía al oficialista Movimiento Al Socialismo (MAS). Hasta que lo trajeron, en cinco minutos, la Asamblea estuvo en cuarto intermedio.

García Linera, sociólogo y matemático, estuvo preso entre 1992 y 1997 acusado de terrorismo por atentar contra una antena eléctrica junto al Movimiento Revolucionario Tupaj Katari (MRTK). Entró en el Palacio Legislativo entre sonidos de pututus y humos de sahumerio dispersados por un grupo de amautas. Entregó la medalla José Antonio de Sucre, usada por los vicepresidentes, que decía “República de Bolivia”. La presidenta del Senado le colocó otra similar, pero que tiene escrito “Estado Plurinacional de Bolivia”. En ese instante fue designado presidente nato de la Asamblea.

En su discurso, remarcó que “nuestra modernidad estatal, la que vamos a construir y la que estamos construyendo con el liderazgo popular, es muy distinta a la modernidad capitalista. Hay que ponerle nombre: nuestro horizonte estatal es un horizonte socialista”. Y agregó que “el socialismo es bienestar, es comunitarizar la riqueza. Es lo que hacían nuestros antepasados, solamente que en una escala mayor con tecnología y con modernidad productiva”.

Para García Linera, “no será fácil. Quizá tardemos décadas, quizá cueste siglos, pero está claro que los movimientos sociales no pueden ser poder sin plantearse un horizonte socialista y comunitario para construirlo con la voluntad de todo el pueblo, sobre la base del bienestar y del vivir bien”.

Evidenció que una de las principales dificultades está en “los poderes imperiales, a los que no les gusta la soberanía de los pueblos. No están contentos con que se expanda la igualdad”.

El vicepresidente mandó al grupo de asambleístas que lo había traído al Palacio Quemado, donde Morales y su gabinete esperaban. Para ir hasta el otro edificio pasaron por la plaza Murillo, donde cientos de policías y militares crispados contenían a miles de personas cargadas de wiphalas, además de banderas bolivianas y de otros países.

Morales dejó la banda presidencial antigua y recibió la nueva, que incluye la wiphala, bandera de los pueblos indígenas del Qollasuyu. Los antiguos símbolos del Ejecutivo fueron guardados en cajas de vidrio, que cuatro soldados del regimiento de Infantería Colorados custodiaban. Las cajas quedarán para la historia en el Banco Central.

En el hemiciclo, hasta el año pasado había un cuadro de Simón Bolívar y otro de Sucre, considerados “padres de la patria”. Para resaltar la plurinacionalidad, en la Asamblea se agregó un cuadro con Túpac Katari y Bartolina Sisa, que en 1780 tuvieron sitiada a la ciudad de La Paz por tres meses, junto a 12 mil indígenas. Bolívar y Sucre fueron reunidos en un solo cuadro, porque según la cosmovisión andina nadie está completo si es uno solo. Si son dos, en cambio, hay complementariedad y armonía.

Morales fue posesionado según la ley 001, del 20 de enero de 2010. Cuando comenzó sus “palabras al pueblo boliviano”, destacó la amplia presencia de sombreros, gorros andinos, ponchos, cascos de mineros. “Esta Asamblea parece un concurso de sombreros, de guardatojos, de vestimentas. Aunque también hay hermanos de corbata”, observó. En este sentido, expresó que próximamente espera ver la misma variedad en el Poder Judicial, donde todavía campean las corbatas.

“Tuvimos que esperar 180 años para refundar un nuevo país, por eso garantizamos un Estado Plurinacional donde todos, incluidos los originarios, tengamos los mismos derechos”, dijo.

Morales indicó que los cambios vividos en el país durante los últimos 15 años son fruto de la movilización de la población y de las organizaciones sociales. “Quiero trabajar cinco años más junto al pueblo y sometido a sus mandatos para promover el desarrollo, la unidad e integración de Bolivia”, prometió.

En su mensaje, el presidente no sólo se dirigía a sus connacionales, sino a todo el mundo, convencido de que se necesita un esfuerzo global para salvarlo de la destrucción causada por el sistema capitalista. “Yo quiero hacer un llamado hoy a los países desarrollados, industrializados o del Occidente. Mi pedido es que hay que acabar con el hambre y no con el hombre. Hay que acabar la miseria, la guerra y no acabar la naturaleza”, sentenció.

“No solamente tenemos la responsabilidad de salvar a Bolivia, tenemos la enorme responsabilidad, como indígenas, de salvar el mundo, salvando la Madre Tierra, la naturaleza”, agregó el mandatario.

El lunes, la Asamblea terminará de definir el reglamento de debates y comenzará a conformar las comisiones y comités. Luego deberán elaborar y aprobar más de cien leyes indispensables para aplicar la Constitución aprobada en enero de 2009.

Morales solicitó que la primera en aprobar fuera la ley Marcelo Quiroga Santa Cruz, para la investigación de fortunas, y que estuvo trabada por dos años en el antiguo Congreso.

El diputado potosino David Cortez, de Alianza Social, consideró que “cuando determinado modelo económico está agotado, aparece otro modelo económico. Si vemos que el socialismo significa equilibrio y mejor estado de cosas en lo estatal y en lo humano, hay que incorporarlo. Si socialismo quiere decir acortar las diferencias entre los que más tienen y los que tienen menos, vamos a aplicarlo en beneficio del país”.

Para la posesión de Morales llegaron a La Paz el príncipe heredero de la corona española, Felipe de Borbón, los presidentes de Chile, Michelle Bachelet; de Ecuador, Rafael Correa; de Venezuela, Hugo Chávez; de Paraguay, Fernando Lugo; y de la República Saharaui, Mohamed Abdelaziz.

También llegaron al país el vicepresidente de Cuba, Ramiro Valdés; el secretario de Estado de Cooperación de Francia, Alain Joyandet; el vicepresidente de Colombia, Francisco Santos; la secretaria de Trabajo de Estados Unidos, Hilda Solís, además de representantes de Nueva Zelanda, Argentina, Perú y la Unión Europea, entre otros.

Por Sebastián Ochoa
Desde La Paz


Cósmicas

Por J. M. Pasquini Durán

La “ley cósmica que nos dejaron los antepasados”, según el reelecto Evo Morales, presidente boliviano, ahora plurinacional, incluye tres mandamientos: “Ama Sua (no seas ladrón), Ama Qella (no seas mentiroso) y Ama Llulla (no seas ocioso)”. Deberían grabarse en piedra sobre las fachadas de numerosas sedes oficiales aquí y en América latina para restablecer el prestigio de la política, por ahora muy deteriorado en la consideración pública, a partir de la estricta aplicación de esas normas éticas. Mientras tanto, la escena política local sigue aburrida y con escasas ideas. Para verificarlo, sobra con gastar tiempo y paciencia en seguir los debates de comisiones en el Congreso, como las de Presupuesto y Finanzas el jueves en Diputados, y advertir, con algún escalofrío de hartazgo, cuántos legisladores están dispuestos a decir lo que venga a cuento, sin ninguna referencia doctrinaria o programática, a cambio de algunos minutos en pantallas de TV. Para evitar que le interrumpan la perorata en los canales privados con promociones publicitarias de detergentes o algún producto similar, basta con mantenerse en una sola línea: pegarle a la Casa Rosada con las dos manos, los dos pies y algún cabezazo. El anti-K vende bien en estos días.

La escasa ponderación de muchos legisladores no impide, al contrario, que el Congreso, la casa de los representantes del pueblo, sea un protagonista mediático de largas horas diarias, como lo fue muy poco en gobiernos anteriores de la etapa democrática iniciada en 1983. Nada de eso lo convierte en un hecho dramático. No será éste el primer Ejecutivo en gobernar con oposición bicameral y resistencias legislativas militantes, sino uno de tantos. El propio Néstor Kirchner hizo alarde de su experiencia de gestionar en minoría, pese a lo cual, hay que decirlo, el Ejecutivo está procediendo con instrumentos, como los famosos DNU, que parecen fabricados con dosis exageradas de improvisación, ya que después son zarandeados con cierta facilidad por políticos opositores y jueces que le hacen el aguante a la contra o, más simple todavía, exponen al aire los procedimientos apresurados. De seguir así, el asunto tendrá que aterrizar en la Corte Suprema, estación inexorable de la judicialización de los pleitos políticos, por impotencia de oficialistas y opositores para resolver los litigios en su ámbito natural. Es cierto, además, que este gobierno colecciona insubordinados pertinaces, pese a la fama de cuasi tiránicos. Algún ex ministro aseguró que los Kirchner no buscan colaboradores sino súbditos. Si es así, tienen más de un pobre imitador de Espartaco.

La atomización política que resultó de la crisis del 2001/02 se acentuó debido a la posterior ausencia de una alternativa creíble y legítima de gobierno para el electorado que, a la hora del cuarto oscuro, sin una guía predominante, repartió favores a diestra y siniestra. Ayer Macri, ahora Solanas, dale que va, todo es igual… A diferencia de la colcha de retazos, aquí faltó la mano de obra hábil para juntar los múltiples fragmentos y sólo alcanzó a amontonarlos bajo el membrete genérico de “la oposición”, una definición que no quiere decir nada, excepto el deseo común de sobresalir en la carrera hacia la renovación presidencial del próximo año, puesto que no distingue medianos de chicos, izquierdas o derechas o al menos los intereses federales y territoriales diversos. Es un conglomerado cuyo único pegamento consiste en rechazar todo lo que tenga olor a oficialismo.

Julio César Cleto Cobos sobresalía en ese conjunto desde que traicionó, con el voto negativo que desempató en el Senado contra una iniciativa del Ejecutivo, su compromiso previo de identificación con las políticas gubernamentales. Fue un héroe para la oposición mediática que pretendió convertirlo de vice en presidente paralelo o, lo que es peor, sustituto. Desde aquella madrugada en el Senado apareció entre los primeros en las encuestas sobre intención de voto, cuando nadie se apresta a votar, y de pronto el globo se infló hasta mostrarlo como eventual protagonista del hipotético ballottage de 2012… pero eran gases. El actual vicepresidente, la esperanza blanca del antiperonismo, camina sobre humo, no tiene ni siquiera el respaldo activo, decidido, de su partido de origen, la UCR. Más de un insospechable de oficialismo –Macri, Carrió, Solanas, entre otros– le han pedido la renuncia, lo mismo que a Redrado.

Bastó que la presidenta Cristina responsabilizara a Cobos por la postergación de su visita oficial a China, con los perjuicios que acarrea semejante decisión ante los ojos del mundo, para que comenzara a desinflarse y ya sus amigos dejan saber que su intención es retirarse en el primer trimestre del próximo año. Lo está abandonando hasta lo que nunca tuvo, el sentido común. Es que sin el despacho en el Senado, don Cleto desaparecería en la multitud de hombres grises.

Es una trayectoria que más de un congresal debería anotar para no repetir, en especial los antiperonistas acérrimos, es decir buena parte de los que hoy disfrutan del calor de las luces de la tele. ¿Seguirían teniendo esos espacios si en lugar de intentar humillar a la Presidenta con la deuda tomaran posición, por ejemplo, sobre el monopolio de telecomunicaciones? ¿Qué pasaría si además de consignas fáciles, y vacías, sobre el desarrollo, expusieran un verdadero plan de futuro con más riqueza y más equidad redistributiva, con bienestar y dignidad para las mayorías populares? Si lo hicieran serían, entonces sí, una amenaza para el destino de los Kirchner porque forjarían una real alternativa de poder. Nadie puede creer que “la oposición” como tal, ese conglomerado multiforme, pueda gobernar en conjunto y ni siquiera nominar a una fórmula común.

En los últimos días, como parte de la campaña “desprestigie al gobierno y gane cinco minutos de fama”, articulistas y personajes opositores han levantado polvareda sobre las eventuales virtudes de concordia cívica demostrada por chilenos y uruguayos en presunto contraste con la crispación confrontativa que aquí alimentaría el gobierno, nunca los opositores. Sólo les faltó decir: son peronistas, incorregibles. Esta gorilada, cuasi racista –¿sobreviviría el peronismo sin la negrada que lo vota?–, asoma la identidad cuando a la hora de los ejemplos elige dos países de blanquitos y elude a Bolivia, también fronterizo, recién votado, en calma pese a los fuertes conflictos de intereses con algunas regiones, con un ganador que obtuvo un porcentaje de votos más alto que sus pares de la derecha chilena y el frente amplio uruguayo. Pero es un indio.

Evo Morales asumió una doble presidencia, la que le otorga la mayoría de votos, más del sesenta por ciento, y la que le concedieron los pueblos originarios, la nación Plurinacional, a la que se dirigió en quechua, aymara y castellano. Para un país como Argentina, con influencias culturales dominantes de la inmigración europea, tal vez aparezca exótica, quizá ridícula, la ceremonia aborigen en Tiwanaku, pero expresa una visión cada vez más consolidada en el norte argentino, Paraguay, Bolivia, Ecuador y Perú, donde el ejemplo de Evo está alentando a la construcción de puentes entre las distintas etnias que se reconocen a sí mismas como una sola nación, sin los membretes poshispánicos. Es una masa, pobre en su mayoría, que tiene por lo menos una coincidencia con el proletariado de los libros: tiene poco y nada para perder, salvo las esperanzas.

Resaltar la experiencia de Evo no significa ignorar todas las especulaciones derivadas del cambio en Chile, no sólo por el desplazamiento de la Concertación democristiana y socialista sino por las derivaciones de un gobierno de derecha, con raíces incluso en nostálgicos del pinochetismo, tanto para el porvenir de la Unión Sudamericana como para las relaciones bilaterales. Más todavía: la Concertación fue una visión que aleteó en la imaginación de los Kirchner, de la que emergió un subproducto como Cobos, como una forma posible de gobernar por veinte años, tiempo estimado para la realización más completa del modelo nacional y popular de desarrollo. Al final, los tiempos se han acortado para todos, oficialistas y opositores, en relación inversa con el aumento de la impaciencia social. Harían falta respuestas cósmicas para empatar esas dos tendencias hasta acortar la brecha que hoy separa el micromundo de los forcejeos interpartidarios, por un lado, y por el otro las necesidades y expectativas sociales, desde los más pobres hacia arriba.

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