La situación parecía preocupante, pero las palabras del analista político independiente Fernando Mayorga transmiten tranquilidad. No pasa nada, parece decir el politólogo de la universidad pública San Simón de Cochabamba. O sí, pasan muchas cosas, pero no es la política de estatizaciones el campo de disputa. Con Chile y Estados Unidos las cosas están bastante bien. Con las multinacionales se da el tradicional toma y daca conocido allá como “negociación a la boliviana”, donde los contrincantes muestran sus garras, miden fuerzas y terminan arreglando. Y las nacionalizaciones están de moda. Son inmensamente populares en todo Bolivia, especialmente la de hidrocarburos. Después vino la de la minería, que trajo algunos problemas, y ahora se habla de trenes, se habla de todo, hasta se habla de “nacionalizar la tierra”, lo cual para el profesor Mayorga es todo un sinsentido. Pero mientras tanto el gobierno de Morales negocia con empresas extranjeras y hace saber que no busca manejar sino una parte de la economía, como mucho la mitad, y que quiere atraer inversores para motorizar el crecimiento en sectores en los que al Estado no puede o no le interesa intervenir. “Bolivia es confiable para la inversión extranjera”, dijo el presidente Evo Morales al día siguiente de proclamar con toda la furia la nacionalización de los trenes. “Necesitamos socios”, dijo ayer el presidente en un discurso en La Paz.
El doble discurso no es el problema, dice Mayorga. Es más: se hace necesario en una sociedad tan polarizada como la boliviana tener proclamas y discursos tanto para la izquierda como para la derecha.
El problema, plantea el analista, es la tensión entre el Estado entusiastamente nacionalista que Morales muestra al mundo, y el Estado fragmentado y plurinacionalista que sus representantes promueven en la asamblea estatuyente. No parece un desafío menor, pero Mayorga, al teléfono desde Cochabamba, transmite tranquilidad. Hay que esperar. La gran negociación a la boliviana que se lleva adelante en Sucre acaba de extenderse hasta diciembre.
¿Qué está pasando, profesor?
“Muchas cosas, como siempre. El viernes pasado en La Paz hubo una concentración de gente en defensa del mantener la sede del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo en La Paz. Es parte de lo que se discute en la constituyente: si todos los poderes se trasladan a Sucre, que es la capital oficial, pero que hoy sólo alberga al Poder Judicial. Hace poco más de un siglo hubo una guerra civil en Bolivia en torno de este tema, la Guerra Federal, que terminó con el traslado del gobierno y el Congreso a La Paz y se generó una historia de encono y por este tema. La marcha del viernes tuvo mucha resonancia mediática, fueron más de un millón de personas, porque el trasfondo es el problema central que permanece irresuelto en la asamblea, que es la definición sobre autonomías gubernamentales. Santa Cruz y la oposición en la asamblea apoyan la demanda de Sucre sobre la capital para condicionar al gobierno en la negociación de las autonomías departamentales.”
¿Qué pasa con las estatizaciones?
“Después de la nacionalización de los hidrocarburos viene todo el debate en torno de la minería. Tenemos un código minero donde los impuestos sólo alcanzan 15 por ciento. Los hidrocarburos, antes de la nacionalización, pagaban entre el 35 y el 50 por ciento. Ahora pagan un mínimo de 50 y hasta un 82 por ciento. En minería el gobierno tiene una política de fortalecer la empresa estatal, y ha nacionalizado una de las minas de estaño. Pero también tiene inversiones extranjeras que no ha tocado y un grupo de cooperativas mineras. Cuando se plantea un aumento de impuestos a las mineras privadas, enseguida aparece la posibilidad de aplicarlo a las cooperativas y ahí empiezan los conflictos.”
¿Y los trenes?
“Lo de los trenes es secundario. La empresa de ferrocarriles en la zona occidental había entrado en quiebra, no creo que tenga mucho interés para el gobierno. Son anuncios del punto de partida para entrar en la negociación. Es el estilo discursivo del gobierno de Evo Morales: hay una retórica radical pero las decisiones son moderadas. Los extranjeros siempre empiezan rechazando las declaraciones del gobierno pero después entran a negociar.
Si los trenes no interesan mucho, ¿para qué los nacionalizan?
“La estrategia discursiva de anunciar nacionalizaciones tiene mucho respaldo en el país, favorece políticamente. Por una cuestión de larga memoria nacionalista, porque las conquistas populares tienen que ver con las nacionalizaciones, y porque la idea del complot internacional imperialista contra Bolivia forma parte de la identidad nacional. Hasta cuando la FIFA dice que veta los partidos de fútbol en la altura, eso es visto como una agresión imperialista-colonialista, y surge un espíritu nacionalista, con mucho elemento de víctima. El gobierno utiliza la idea de nacionalización para todo. Hasta hablan de nacionalizar la tierra, que es lo mismo que decir nada. Al margen de las declaraciones, hay que ver el estilo de ejecución de la política, que es plantear en otros términos la relación con las empresas. Este gobierno le adjudicó a una empresa de India un yacimiento de hierro y ahora se discute sobre los impuestos. Pero el gobierno no le ha planteado los mismos impuestos que les cobra a las petroleros sino menores, que no llegan al 50%, y además ofrece una subvención de gas boliviano para transportar el mineral.
¿Importa que los dueños de los trenes sean chilenos y norteamericanos?
“Es secundario. Estamos en las mejores relaciones posibles con Chile. No hay temperamento anti Chile ni en los medios ni en la sociedad ni en el gobierno, como sí lo hubo en otras épocas. Con Estados Unidos pasa lo mismo. Hay mucha retórica anti Bush de Evo Morales, pero ya ha negociado dos veces la ampliación del tratado de preferencias arancelarias: retórica radical, políticas centristas.”
¿Qué tiene que ver lo que pasa con las nacionalizaciones con lo que pasa en la asamblea?
“La economia se orienta a restituir protagonismo del Estado y por ese lado le va bien. Pero en la Asamblea Constituyente la propuesta del gobierno de Estado plurinacional se basa en privilegios para pueblos indígenas a quienes se les otorgarían autonomías territoriales, y por esa vía se debilita el Estado. Hay una suerte de tensión entre el nacionalismo y el indigenismo. Hace unos días Santa Cruz presentó una propuesta de estatutos de autonomía departamental, con características muy cuestionables. Fue acusada de secesión, de separatismo. Plantea tener sus propios órganos electorales, nombrar autoridades policiales, tener un régimen agrario propio y control sobre migraciones internas. Pero es un borrador de propuesta puesto en la mesa de manera maximalista para empezar la negociación.”
¿Y qué va a pasar?
“La tensión se va a resolver con un pacto con Santa Cruz, no es una tensión que quedará irresuelta. El presidente Morales declaró hace dos semanas que hay que buscar una fórmula de diseño del Estado que complemente las autonomías departamentales con las indígenas sobre la base de la actual división político-administrativa del país. Ahí hay posibilidades de acuerdo, porque la propuesta de Estado plurinacional llevado hasta sus últimas consecuencias llevaría a cambiar la división política del país. El Estado sólo se fortalece si el sistema de autonomías sirve para a todos.”
Mientras se dirimen estas cuestiones en la asamblea, la vida sigue y Morales no cede protagonismo.
“No hay otra manera de hacer política en Bolivia que ocupar el centro ideológico”, apunta el profesor. “Con la retórica radical Morales evita la crítica de sectores de izquierda y con decisiones moderadas evita las críticas de los sectores conservadores. No veo otra manera de conducir este proceso en una sociedad polarizada.”
Con paciencia y tranquilidad, sin miedo ni omnipotencia, negociando a la boliviana, una país posible, ni muy muy ni tan tan, asoma en el horizonte.
Leave a Reply