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Hacia un nuevo Brasil. V Congreso del MST:

Cuatro palabras pueden definir bien lo que ha sido este nuevo congreso:
Identidad, unidad, fuerza y autonomía. Durante los meses anteriores el
movimiento estuvo ocupado en estudiar un diagnóstico del país y en
elaborar propuestas para una agenda renovada que se sintetizan en la
Carta del V Congreso del MST. El congreso fue el escenario idóneo para,
como si fuera una enorme escuela de formación, socializar los acuerdos
del proceso ya concluido.

La identidad del MST, entendida también como integración, ha sido uno de
los objetivos básicos, trabajados desde dos planos: a) las exposiciones
de las y los panelistas sobre coyuntura internacional y de Brasil, el
avance del agronegocio, la reforma agraria y la soberanía alimentaria,
los desafíos organizativos del movimiento y los valores humanistas y
socialistas en el proyecto del MST; b) la mística realizada mañana y
tarde cada día, como modo de celebrar y cultivar el proyecto social y
político, por medio de los símbolos, de la cultura, de la memoria y de
los sueños. Es de esta manera que la identidad ha salido fortalecida en
cuanto a sentido de pertenencia a un proyecto de sociedad, pero también
en cuando a nudo de relaciones sentimentales en el interior del
movimiento, dando paso a las emociones como un cemento intangible que une.

Precisamente la unidad alrededor de posiciones políticas y de vínculos
internos ha sido un elemento que ha salido fortalecido. Era algo muy
necesario en la actual coyuntura. Hay que tener en cuenta que el pulso
del MST con el gobierno Lula es complicado de manejar y requiere de un
ejercicio continuo de reflexión-debate-cohesión. Frente a un gobierno
derechista la unidad interna resulta más fácil de lograr. Además, si
consideramos la magnitud de Brasil, con una variedad de culturas
sociales, encontramos que el congreso ha sido una caja de resonancia de
un país que combina movimientos centrífugos y centrípetas que conviene
trabajar a fin de preservar en el MST esa fuerza que da la unidad.

Demostración de fuerza hacia adentro y hacia fuera ha sido una tercera
dimensión del congreso. Esto se ha expresado de dos maneras: en la
capacidad organizativa que ha hecho posible un congreso de cinco días,
el levantamiento de una ciudad de lona para albergar a las delegaciones,
en la disciplina que ha hecho posible la máxima asistencia a las
sesiones realizadas en el gran gimnasio de Brasilia, en el orden y la
ausencia de incidentes y, por otro lado, en la gran manifestación que
caminó 14 kilómetros bajo un sol de justicia para llegar hasta la Plaza
de los Tres Poderes y presentar miles de banderas ante la casa
presidencial cuyo titular es Lula.

Esta manifestación portaba la Carta del V Congreso que fue entregada al
ministro de educación –Lula recibirá próximamente a una delegación del
MST- en la que se pone de manfiesto el cuarto valor del congreso: la
autonomía. Ha sido precisamente un punto fuerte del congreso la
revalidación de una posición política que sin romper el diálogo con el
Gobierno lo critica con rigor. La distancia frente al Gobierno no elude
una comprensión de la complejidad del mandato de Lula, de sus
limitaciones, habida cuenta que su fuerza es minoritaria en el Congreso
y que sus relaciones con una parte del empresariado brasileño que le
ayudaron a ganar las elecciones le imponen unas fronteras nada fáciles
de rebasar. Sin embargo, el MST, no haciéndose responsable de los
compromisos de Lula y siendo fiel a sus objetivos de reforma agraria,
mantiene una posición de fuerte oposición a medidas gubernamentales que
favorecen el agronegocio y en particular las políticas de
agrocombustibles (biocombustibles en el lenguaje oficial) al servicio de
Estados Unidos.


Algunas posiciones frente al Gobierno




“En los últimos años estamos viviendo los peores números de la reforma
agraria”. Esta frase de un dirigente del MST resume de manera categórica
cuál está siendo el comportamiento del gobierno Lula. Pero si la reforma
agraria no avanza la realidad de la agricultura se complica aún más con
la irrupción del llamado agronogocio. Joao Pedro Stedile lo dijo en el
congreso: Lo que está en curso es una gran alianza entre tres tipos de
capitales transnacionales: las petroleras (que quieren disminuir la
dependencia del petróleo), las automovilísticas (que quieren seguir con
ese patrón de transporte individual para sacar ganancias) y las empresas
del agro (como Bungue, Cargill, Monsanto) que quieren seguir
monopolizando el mercado mundial de productos agrícolas. Ese imperio del
capital internacional quiere hacer una alianza con los grandes
propietarios de tierra en el sur, y en especial en Brasil, para utilizar
grandes extensiones de tierra para la producción de agrocombustibles.
Ellos quieren producir una mercancía que sólo interesa para mantener sus
tasas de ganancia y sus modos de vida. No hay ninguna relación con
preocupaciones por el medio ambiente, el calentamiento global u otras
cosas, que nosotros los simples humanos tenemos. El capital tiene un
único objetivo: reproducirse en sus tasas de ganancia. Y ahora viene con
toda su fuerza a producir energía para sus coches a partir del
agrocultivo. Stedile fue claro en su exposición: Estamos en un proceso
permanente de discusión en el MST y en La Vía Campesina. El primer paso
es frenar el avance del monocultivo de la caña, de la soya, frenar el
avance del capital transnacional. Y aumentar el debate con la sociedad.
Proponer otras formas, defender la idea de que el comercio de la
energía, y también de la agroenergía debe estar en manos de alguna
empresa estatal, pública, que pueda desarrollar una política de acuerdo
con los intereses de la población y no del capital, será una larga y
difícil lucha. Pero ya estamos en ella. Y el futuro de la humanidad se
está decidiendo en esas batallas.

El MST lamenta y critica duramente que el gobierno Lula se coloque en la
lógica de facilitar el agronegocio y dañar así, considerablemente, el
presente y futuro de la soberanía alimentaria. Hacer de las extensiones
de Brasil enormes reservas pàra la producción de combustibles traerá
como consecuencia dos graves hechos: la reducción de la producción de
alimentos y la importación de variedades que el propio país está en
condiciones de producir. “La ocupación del territorio de Brasil por
corporaciones capitalistas extranjeras para la producción de energía
renovable, en sustitución ante la creciente escasez de petróleo,
seguramente se transformará en un peligroso aumento de nuestra
dependencia, más pérdida de soberanía y un proceso de dominación con
consecuencias dramáticas imprevisibles para nuestro pueblo” dicen
especialistas allegados al MST.

Este análisis del presente y futuro de la agricultura brasileña ha
llevado a que el V Congreso del MST haya radicalizado sus posiciones
anti-imperialistas y por extensión anticapitalistas. Los miles de
delegados y delegadas (un 40% aproximadamente de mujeres) han defendido
la necesidad de un proyecto popular que asuma la reforma agraria como un
objetivo de todo el pueblo, no sólo del campesinado. La Carta del V
Congreso propone que todos los latifundios sean expropiados y
prioritariamente las propiedades del capital extranjero y de los bancos,
asi como luchar contra la tala y la quema de los bosques nativos para la
expansión del latifundio. El congreso exige del gobierno federal y de
los estaduales acciones contundentes para restringir esas prácticas
criminales contra el medioambiente, combatir el uso de los agrotóxicos y
el monocultivo en gran escala de la soja, caña de azúcar, eucalipto.
Lógicamente el congreso ha llamado a combatir a las empresas
transnacionales que quieren controlar las semillas, la producción y el
comercio agrícola brasileño, como Monsanto, Syngenta, Cargill, Bunge,
ADM, Nestlé, Basf, Bayer, Aracruz, Stora Enso, entre otras.

El escenario para el MST ha cambiado. Ya no se trata de luchar ante
latifundistas perfectamente identificados. Ahora el enemigo es más
complejo y más poderoso. Está formado por grandes empresas
transnacionales que operan en la agricultura y tienen como
características: una actividad internacional, el control de precios y de
mercados, el control de semillas transgénicas, el control de
tecnologías, del agua, de la biodiversidad, de los medios de
comunicación de masas, etc, además de enorme influencia política sobre
los gobiernos y organismos inter-gubernamentales. Las transnacionales
actúan en alianzas con el capital financiero, y ambos actores captan a
los latifundistas como operadores prácticos de sus política de
agronegocio. Esta triada conforma el adversario que influye
poderosamente sobre el gobierno Lula y ante el que el MST debe
enfrentarse. ¿Cuál es su modo de producir?: a) la utilización de grandes
extensiones de tierra; b) el monocultivo; c) la mecanización agrícola
que desplaza a la mano de obra; d) el uso intensivo de agrotóxicos; e)
la superexplotación de mano de obra; f) el uso de técnicas que agreden
el medio ambiente. Todo esto puede resumirse en una frase: organizar la
producción agrícola sin agricultores.

Una conclusión de lo dicho hasta aquí nos recuerda que el MST aún
criticando al gobierno Lula desea mantener con él puentes de diálogo,
pues una ruptura –deseada por la derecha- no llevaría a ninguna parte
positiva, cuando el adversario a batir tiene una dimensión transnacional
frente a la que el propio Lula debe decidir si la rendición o la
resistencia.


Construir un nuevo Brasil




Me ha llamado la atención la vocación expresada en el congreso de
construir espacios de alianzas que permita al MST irrumpir en las
realidades urbanas e incidir más decisivamente en el conjunto de la
política nacional, no sólo en lo que tiene que ver con la agricultura.
El análisis del MST parte de la idea de que el 62% logrado por Lula en
la segunda vuelta pone de relieve la capacidad de adaptación y
pragmatismo de una buena parte de la clase dominante. Este hecho no
puede obviarse cuando se hace un balance de las luces y sombras del
gobierno liderado por el PT, pues está probado que tras las elecciones
Lula ha continuado comprometido con los sectores dominantes que lo
apoyaron, realizando una alianza partidaria que engloba a varios
partidos de centro y derecha –fórmula que, al parecer, permite al
gobierno controlar a la oposición en el parlamento-.

La crítica del MST a esta posición ocupada por Lula no carece de
razones. Su alianza es con los sectores que teniendo mayoría en el
parlamento pretende criminalizar a los movimientos sociales, en primer
lugar al MST, mediante nada más y nada menos que una ley antiterrorista
que asimile las ocupaciones de tierra con el ejercicio de la violencia,
e incorpore como actores delictivos a todos aquellos que directa o
indirectamente apoyen estás prácticas, incluyendo, iglesias, ONGs,
intelectuales, etc. Para el MST con este tipo de alianzas Lula se ata a
compromisos antipopulares y antidemocráticos. De hecho, un texto del MST
incida que el gobierno de Lula no está preocupado en estimular la
participación popular en la política, lo que constituye una llamada de
atención si tenemos en cuenta lo que significa Brasil en cuanto a
experiencias locales de presupuesto participativo.

Frente a esta realidad la respuesta del MST es: “Construyamos un poder
popular desde abajo”. A esto se refiere el lema que ha presidido el
congreso: “ Reforma agraria: por justicia social y soberanía popular”.
Justamente la Carta del V Congreso contiene en su punto primero:
“Articular con todos los sectores sociales y sus formas de organización
del pueblo para construir un proyecto popular que enfrente al
neoliberalismo y el imperialismo, y a la causas estructurales de los
problemas que afectan al pueblo brasileño”. La receta práctica es
extender por todo el país Asambleas Populares, esfuerzo en el que el MST
está muy comprometido y al que trata de sumar a las centrales
sindicales, especialmente a la CUT, así como a movimientos urbanos, de
jóvenes y de mujeres. Este movimiento popular con banderas comunes y un
proyecto común para un nuevo Brasil, contempla asimismo el
fortalecimiento de un núcleo parlamentario de izquierda, aliado, que se
haga fuerte en la demanda de la reforma agraria, en la lucha contra las
transnacionales y en defensa de las demandas populares en salud,
educación, vivienda, un nuevo modelo energético, etc.

En y para la construcción de nuevo país, el congreso ha sido un
escenario de renovación del socialismo como horizonte. Muchas de las
intervenciones y de las consignas coreadas incorporaban la mención al
socialismo. Si bien, en realidad no se dio una descripción social de su
significado, predominando la mención de valores y un horizonte de
postcapitalismo como deseo. Es de destacar, no obstante, una visión
multidimensional de la nueva sociedad deseable, superando lo que pudiera
ser un enfoque economicista. La atención a asuntos como la ecología, la
igualdad de mujeres y hombres, la educación de la infancia, las
relaciones sociales y sentimentales, la sexualidad, etc, han formado
parte de las preocupaciones lo que da una idea de vocación integral como
referencia postcapitalista. Por cierto que en el congreso se ha
reiterado que la reforma agraria que se defiende, que no es sólo acceso
a la tierra, no es posible dentro del actual sistema capitalista.

Si la construcción de una nueva sociedad ha sido el paradigma que
engloba la idea de seberanía popular, no obstante del conjunto del
congreso se extrae la conclusión de que la actual etapa sigue siendo
básicamente de resistencia. Una resistencia que en todo caso es cierto
que busca la conquista de la sociedad frente a la hegemonía del
capitalismo, pero que en la actualidad sigue expresándose como defensa
del movimiento ante los ataques que recibe del Estado federal, de los
estados federados, del latifundismo y sus grupos de seguridad formados
por pistoleros, de las transnacionales. La única vía es la lucha
proclama el MST una y otra vez. Luchar para resistir y luchar para
construir lo nuevo.

El V Congreso ha sido un éxito como escenario transmisor de ideas, de
valores y de sentimientos. El MST está preparado para nuevas y complejas
batallas.


 


Iosu Perales

Articulo completo en: http://alainet.org/active/18188

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