Cuando Kasra Mofarah cruza la frontera iraquí y entra en Jordania, y lo hace a menudo, respira aliviado: sigue vivo. Pero no llega a sonreír: lo que deja atrás es un país que empeora día a día, donde sobrevivir se ha convertido casi en un milagro no sólo por las bombas sino también por la miseria. Mofarah es uno de los autores de un devastador informe firmado por más de 200 ONG que dibujan una situación atroz: un tercio de iraquíes necesita ayuda de emergencia y casi todos los indicadores sociales han empeorado desde que EE.UU. invadió el país, en 2003.
“Todo ha ido empeorando; estamos ya en el punto en el que algunos enfermos no pueden ir al hospital porque el que les toca está ubicado en una zona donde su comunidad es minoría y no se atreven”, explica Mofarah en conversación telefónica desde Amman (Jordania), donde tiene su cuartel general el Comité de Coordinación de las ONG en Irak (NCCI, en inglés). Si el enfermo vence el miedo y se atreve, tampoco es garantía de nada: el 92% de los 180 hospitales del país carece de los más elementales instrumentos para funcionar.
El centro de referencia para las ONG sobre Irak está en Amman, y no en Bagdad, por razones obvias: el miedo a la violencia desbocada. En tres años han muerto en el país 100 cooperantes –la gran mayoría iraquíes–, cuando en un polvorín como el de Afganistán han fallecido 30 en tres décadas. Pese a ello, sigue habiendo cerca de 40 ONG extranjeras dentro del país, pero la gran mayoría ha levantado la base en Amman y desde allí alimenta a las pequeñas ONG locales.
El ruido de las bombas es tan ensordecedor que no deja oír los gritos que demandan ayuda humanitaria básica. El NCCI difundió ayer un exhaustivo informe, elaborado con información recogida sobre el terreno y también procedente del gobierno y de Naciones Unidas, que retrata la catástrofe humanitaria que vive el país: ocho millones –un tercio de la población total– necesita con urgencia ayuda de emergencia, cuatro millones depende de la ayuda para alimentarse, el 54% vive por debajo del umbral de la pobreza y el desempleo roza el 50% de la población.
Lo peor, sin embargo, es la evolución: “La situación actual es peor que nunca, la gente está desesperada”, subraya Mofarah. Todos los datos avalan su pesimismo: salvo por el hecho de que hubo elecciones, todos los demás indicadores han empeorado desde la invasión. Los ciudadanos sin acceso adecuado a agua han pasado de representar el 50% del total al 70%; la desnutrición infantil ha subido del 19% al 28%; el país ha perdido 12.000 de los 34.000 médicos –la gran mayoría se han exiliado–, casi el 12% de los niños nace con peso inferior al normal, cuando en 2003 era sólo el 4%, los desplazados internos crecen sin parar –800.000, el 40% del total, lo son desde el año pasado– y así sin fin. Las ONG admiten que la erradicación de la violencia es un requisito previo para que la vida cotidiana mejore y puedan trabajar directamente en el país. Pero en su informe sugieren algunas medidas inmediatas, que contribuirían a aliviar la penuria, como la descentralización. “Es contraproducente que tanto la recepción de la ayuda como las decisiones en cualquier ámbito la centralice exclusivamente Bagdad”, sostiene Irene Milleiro, de Intermón Oxfam, una de las ONG del comité que ha participado en la elaboración del informe. Oxfam, una de las mayores redes internacionales de ONG, sopesa desde 2004 la posibilidad de trabajar directamente en el país, pero no acaba de decidirse porque es demasiado arriesgado para los cooperantes.
Las ONG apuntan entre líneas otro elemento clave que podría mejorarse aun en estas condiciones extremas: la parálisis del gobierno explica parte del deterioro humanitario. En 2006, el Ejecutivo iraquí dejó de gastar 19.000 millones de euros por su incapacidad. Tenía el dinero, pero no sabía cómo gastarlo. El informe trimestral del inspector general de EE.UU. para Irak divulgado ayer llega a la misma conclusión: en 2006, subraya, el Gobierno sólo gastó el 22% del presupuesto asignado a proyectos de reconstrucción.
Lo único que avanza, además de la violencia, es la corrupción: aunque Saddam Hussein había puesto el listón muy alto, la nueva administración es todavía peor, según Transparencia Internacional. En 2003, esta ONG occidental situaba al país árabe en el puesto 115 sobre los 133 analizados en su índice de corrupción. Ahora ha descendido hasta el 160 sobre un total de 163.
Por Pere Rusiñol *
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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