La alarma de un desastre nuclear crece en torno a la central de Fukushima, afectada en cuatro de sus seis reactores por el terremoto que devastó el país el viernes. Un incendio se ha desencadenado en el reactor 4, aunque ya está controlado, mientras que en el número 2 se produjo una explosión en torno a las seis de la mañana locales (22.00 en España). Los problemas continúan: el agua utilizada para rebajar la temperatura en el interior está sufriendo el efecto contrario y podría estar empezando a hervir, según informa la agencia de noticias Kyodo. Además, la Agencia de Seguridad Nuclear japonesa (NISA, por sus siglas en inglés) ha confirmado que el incendio ha dejado dos agujeros de ocho metros en el muro del reactor 4.
El Gobierno japonés admite que “puede haberse producido una fuga de materiales radiactivos”, especialmente por causa del incendio, “que pueden afectar a la salud humana”. Hay 50 operarios trabajando en la central, son los únicos que no han sido evacuados. Todo está en sus manos: tienen que refrigerar las piscinas de los reactores. En las centrales había 800 operarios trabajando, pero la compañía eléctrica que gestiona la central -Tokyo Electric Power Co. (Tepco)- está desbordada y ha pedido que se retiren todos menos este medio centenar. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud ha querido enviar un mensaje tranquilizador: “Japón está tomando las medidas de salud públicas adecuadas para proteger a la población de la radiación”, ha dicho Gregory Hartl, portavoz citado por la agencia Reuters. Además, añaden que dicho organismo no ha recibido ninguna petición de ayuda por parte de este país, aunque sus expertos en radiación están alerta.
A las tres de la mañana (hora española) el primer ministro japonés, Naoto Kan, ha comparecido para hacer un llamamiento a la población y anunciar nuevas evacuaciones, la de los residentes en torno a 10 kilómetros de la central Fukushima I ya está completada; los que viven entre 10 y 20 serán rescatados en breve; y los que residen entre 20 y 30 kilómetros de la central no deben salir a la calle. El portavoz del Ejecutivo que sucedió a Naoto Kan en la tribuna de oradores pasó del mensaje de calma de los días previos a inequívocas señales de alarma. “Cuanto más lejos estén de la central, más seguros estarán”, advirtió Yukio Edano, que apareció ante las cámaras con muestras evidentes de sudor en la frente.
La radiación en los alrededores de la central ha llegado a sobrepasar diez mil veces los límites legales. La situación ha generado una gran preocupación en el país; los locutores de televisión repiten mensajes que parecen salidos de una película de serie B sobre una catástrofe nuclear: “Cierren las ventanas, no utilicen sistemas de ventilación y tiendan la ropa en casa”. Unas 200.000 dosis de yodo (que ayudan a proteger la glándula tiroides de los efectos de la radiación) se han repartido ya entre la población. Mientras, la Embajada francesa en Japón ha recomendado a sus nacionales que vivan en Tokio que no salgan al exterior, porque el viento que sopla hacia la capital podría arrastrar hasta allí las partículas radiactivas. Hacia las cinco de la mañana (hora española) ya se habían detectado pequeñas cantidades de radiación en Tokio, alertó Kyodo.
Incendio y una tercera explosión
Unos minutos después de la tercera explosión los niveles de radiación en los alrededores de Fukushima subieron hasta 8.217 microsieverts por hora, frente a los 1.941 que se registraban 40 minutos antes, según mediciones de la Agencia de Seguridad Nuclear japonesa. Estos 8.000 microsieverts por hora serían el triple de la cantidad de radiación a la que está sometida una persona en un año. En un clima de confusión, se pensó primero que era por culpa de la explosión del reactor 2, pero posteriormente se aclaró que era consecuencia de un incendio en el reactor 4 en el que estaban ardiendo sustancias radiactivas. La buena noticia, si las hay, es que el reactor 4 estaba inoperativo en el momento del terremoto y no contenía barras de combustible.
Yukio Edano ha reconocido que “hay una alta probabilidad” de que la vasija de contención del reactor 2 se haya agrietado, pero el Ejecutivo insiste en que el edificio de contención -el último muro ante una fuga, y de cuya resistencia depende que Fukushima no sea Chernóbil- no ha quedado dañado, descartando la posibilidad de una fuga de radiactividad de grandes dimensiones.
El Gobierno admite también que puede haber daños en la cámara de despresurización, el sistema circular de refrigeración dentro del edificio de la contención. Un portavoz de Tepco explicó en una confusa rueda de prensa retransmitida y doblada al inglés por Al Yazira: “Hay una posibilidad de que haya daño”, pero inmediatamente añadió que eso no tenía por qué significar una fuga o que podía tratarse simplemente de una válvula que estuviera midiendo mal la presión.
Aún con la confusión reinante, la situación parece cualitativamente distinta -más grave- que la de los días previos. La eléctrica responsable de la planta, Tepco ha constatado es que el nivel del agua ha bajado sensiblemente dentro del reactor 2, lo que denotaría daños en la piscina de condensación destinada a enfriar el reactor y controlar las condiciones en el interior del recinto. Al menos 2,7 metros de las varillas de combustible (de los cuatro que miden) no están cubiertas por el agua, y Tepco no puede confirmar si el nivel del agua está subiendo aunque haya vuelto a inyectar agua de mar. Esto implica que la mitad del uranio está sin refrigeración, el paso previo a la fusión del núcleo de la central. Tepco ha anunciado que ha evacuado a todos los trabajadores que tenía en la central (850) excepto a los 50 empleados que trabajaban en labores de refrigeración.
Japón pide ayuda
La central de Fukushima parece un boxeador sonado: encajaba y encajaba golpes mientras la grada -en este caso el planeta entero- contemplaba con angustia deseando que no cayera a la lona ni tirara la toalla. Si una explosión en una nuclear es una imagen insólita, Fukushima suma tres en tres días, por eso desde horas antes de la última deflagración la crisis ya había desbordado a Japón, y Tokio había pedido ayuda a la agencia nuclear de EE UU (NRC, en sus siglas en inglés) y a la Agencia Internacional de la Energía Atómica (OIEA), con la que debatía los detalles de cómo sería esa misión técnica.
Tras la explosión junto al reactor 1, ocurrida el pasado sábado, a las 11.01 de ayer (las 3.01 del lunes hora peninsular española) estalló el hidrógeno junto al reactor número 3 y se llevó de nuevo parte del edificio. Las autoridades insistieron en que en los dos casos había aguantado la contención.
La eléctrica propietaria, Tepco, insistió en que la explosión se debió a la salida de hidrógeno, un gas que, en contacto con el oxígeno del aire, produce una deflagración. Así que la explosión no fue nuclear pero sí reveló que las autoridades estaban dejando salir gases del interior de la planta -con la consiguiente radiactividad- para reducir la excesiva presión. Los trabajos se centraban en conseguir refrigerar esos dos reactores hasta que el problema saltó en el reactor número 2. Ese reactor puede acabar siendo el más problemático. Su explosión, ocurrida cuando Japón amanecía al martes, ha sido diferente.
Cada día que pasa el riesgo de que cedan los edificios de la contención de los dos primeros reactores afectados es menor, según coinciden todos los expertos. Aunque sea de forma precaria y a la desesperada con agua de mar, Japón estaba consiguiendo enfriar los núcleos de esos dos reactores. María Teresa Domínguez, presidenta del Foro Nuclear, el lobby de las seis nucleares españolas, afirmó que el problema en el primer reactor estaba casi solucionado. “Cuando paró la central, en el núcleo quedaba un 7% del calor residual del núcleo. Ya solo queda el 0,05%”, afirmó en una concurrida rueda de prensa. El uso de agua de mar, que dejará inservibles los reactores, demuestra lo desesperado de la situación.
Domínguez defendió que Fukushima estaba resistiendo a la combinación terremoto-tsunami y defendió que esa era la prueba de la fiabilidad atómica. Ese es el argumento que usa insistentemente el lobby nuclear. Los detractores de esta energía, en cambo, ven en el accidente la prueba de que la seguridad total no existe y de que el excesivo riesgo no compensa su uso.
Leave a Reply