Cuando finalmente llegó la independencia, Kenyatta asumió la presidencia. Al principio Odinga Oginga fue nombrado vicepresidente. Pero luego en una conferencia en Limuru Kenyatta nombró muchos vicepresidentes que diluyeron la posición de Odinga. Odinga renunció en protesta y formó el Partido de los Pueblos Unidos de Kenia (o KPU). Desde ahí, Odinga Oginga cimentó su política de oposición en Kenia.
En todo su tiempo en el poder, Kenyatta expulsó a toda la otra gente que fue encarcelada con él, y únicamete quería glorificarse solo. Ignoró a los luchadores Mau Mau. Y maestros como Odinga Oginga fueron alejados, lo que los llevó a buscar refugio entre su propia gente. Para Odinga, esto significó el grupo étnico luo. Otras tribus también se sintieron traicionadas por Kenyatta, ya que la lucha por la independencia no la hicieron solos los kikuyu. Kenyatta se había vuelto un dictador —inclusive puso a Odinga Oginga bajo arresto domiciliario. Hubo pura traición.
Cuando Kenyatta murió mientras dormía en agosto de 1978, su vicepresidente de confianza Danie Arp Moi tomó el poder y continuó el mandato dictatorial. En los 24 años que Moi gobernó Kenia no hubo elecciones presidenciales.
El presidente Moir después alejaría a los luo deteniendo a Raila Odinga. Pero con el multipartidismo, Raila se convirtió en un héroe del pueblo. Se hizo un político y continuamente luchaba contra la opresión del hombre pobre por el sistema.
Nunca se resolvieron los problemas de tierras. Y el problema de las ocupaciones en Kenia es un resultado de que el gobierno no da la tierra a sus dueños legítimos. En cambio, los presidentes Kenyatta y Moi se adjudicaron, y a sus familias y amigos, grandes porciones de tierra mientras ignoraban a los ocupantes. La justicia en esta área ha sido el mensage continuo del señor Raila Odinga —siguiendo la vena de su padre, que al final de su vida publicó un libró titulado No hay Uhuru aún, significando que Kenia no tuvo nunca una independencia real.
Con la caída del comunismo en los años noventa, los Estados Unidos quedó como un super poder, y la globalización y el llamado al gobierno de la ley fueron centrales. La presión internacional forzó a Kenia a modificar su constitución para crear límites a la presidencia. Así, Moi fue forzado a dejar el cargo en diciembre de 2002. El apoyaba a Uhuru Kenyatta (hijo del expresidente Kenyatta) diciendo que era el candidato más apropiado para sucederlo, pero los kenianos nunca votaron por él. En vez de eso el vicepresidente de Moi —Mwai Kibaki— ganó las elecciones.
Irónicamente, ganó con el apoyo de Raila Odinga. Durante la última elección, la oposición se había consolidado dentro de la NARC —Coalición Nacional del Arcoiris. Raila Odinga en persona convocó a los kenianos al parque Uhuru en apoyo a Kibaki como presidente y estuvo a su lado cuando tuvo un terrible accidente automovilístico. Fue Raila quien recorrió el país haciendo campaña por Kibaki, bajo la condición de que tenían un memorándum de entendimiento: Kibaki sería presidente por un periodo y luego dejaría el cargo. Esto no ocurrió.
La presidencia de Kibaki
Durante su administración, Kibaki debió modificar la constitución y crear el cargo de Primer Ministro, que debió ser para Raila. Todas estas promesas quedaron sin cumplir y Kibaki en cambio despidió a todos los que le ayudaron en su campaña.
Kibaki también incumplió en hacer otros cambios constitucionales que prometió. La mayoría de los kenianos quería tener un modelo federal de gobierno similar al de los Estados Unidos
Durante la campaña por una nueva constitución Raila lideró un equipo que abogaba por este modelo federal. Los simpatizantes de Raila ganaron en este punto cuando Kibaki sacó a todos los ministros que apoyaban a Raila.
La sospecha actual entre ambos líderes yace en la falta de confianza.
Día de las elecciones: jueves 27 de diciembre, 2007
Hubo muchas señales tempranas de que las elecciones iban a ser amañadas.
De acuerdo con los arreglos interpartidarios, los comisionados electorales fueron nombrados por varios partidos políticos. Pero Kibaki los remplazó sin respeto por la ley y nombró a sus subordinados para que lo ayudaran a amañarlo todo. También, antes de las elecciones se hallaron urnas llenas de papeletas —específicamente papeletas presidenciales marcadas— en estaciones de policía controladas por el gobierno.
Aún tan previamente como en agosto de 2007, las reconocidas internacionalmente encuestas Steadman ya indicaban que Raila era la cabeza de los kibaki, y dos semanas antes del final de la campaña estaba ya a la cabeza de todas las encuestas.
Y durante el conteo hubo cortes eléctricos que eran muy sospechosos.
Domingo negro: diciembre 30, 2007.
Para el sábado 29 de diciembre, el conteo de los votos había casi terminado y Raila estaba 100 mil votos por delante de Kibaki. Aunque muchas de las mesas de votación —específicamente en los bastiones de Kibaki— aún no entregaban sus papeletas. Se asumía entonces que ya no habría más de 53 mil votos por Kibaki.
Pero entonces llegó un anuncio desde Nairobi de que Kibaki tenía más de 95 mil votos que lo hacían ganador por escaso margen. Estos votos adicionales llegaron de lugares donde Kibaki controla las cosas, así que creemos que los números fueron incrementados deliberadamente para que Kibaki pudiera ser declarado ganador.
A las 5:48 pm del domingo 30, el presidente de la junta electoral anuncia a Kibaki como ganador.
En los siguientes diez minutos, el presidente de la corte suprema y unos cuantos más están ya listo en la sede del poder estatal para juramentar al presidente. Esto es muy anormal: tradicionalmente el presidente jura en el parque Uhuru en público, mucho después de electo, en presencia de los diplomáticos y otros presidentes de la región.
La ceremonia fue tan apresurada que ni siquiera llegaron a poner el himno nacional.
Todo mundo aquí se hace preguntas: ¿Por qué el presidente de la corte suprema estaba ya listo para la ceremonia? ¿Cuál era la prisa en juramentar a Kibaki?
La más oscura semana
La gente vio en Raila una tercera liberación. Los kenianos votaron por el cambio, estaban cansados de la corrupción y el nepotismo practicado en el gobierno de Kibaki, donde más del 65 por ciento de los nombramientos a cargos públicos iban a la población kikuyu, el grupo del presidente.
Es por ello que de las ocho provincias en Kenia Raila ganó en seis. El presidente Kibaki solamente ganó en una provincia y en la ota ganó el candidato Kalonzo.
Y es por todo esto que respondieron con tal rabia cuando les fue robado el resultado.
Los efectos
Generalmente la vida es insostenible para los kenianos. El precio de todos los bienes ha subido. Las escuelas están cerradas. Los pobladores están enterrando a las víctimas de la brutalidad policiaca al final de cada día.
Los medios
El gobierno ha hecho imposible el libre intercambio de puntos de vista y ha condicionado a la prensa a reportar solamente de una cierta manera y cierta información. La libertad de expresión por la que Kenia peleó ha sido coartada. Dependemos de la BBC para las noticias actuales.
Reacciones
Desde las elecciones, muchas cosas han salido a la luz. El presidente de la junta electoral, Samuel Kivuitu, ha admitido desde entonces que no está seguro de que Kibaki ganara las elecciones, afirmó que estuvo bajo presión para entregar los resultados y que éstos fueron ensuciados.
La Sociedad Jurídica de Kenia ha demandado a Kibaki respeto por los kenianos y su renuncia, porque fue electo en forma ilegal. También ha denunciado al presidente de la junta electoral Kivuitu y demandó su renuncia y consecuente remplazo. Igualmente demandan que se lleven a cabo nuevas elecciones.
La Gran Comisión Británica dice que cree que las elecciones presidenciales fueron amañadas. De acuerdo con el señor Blair de Gran Bretaña, Kibaki se unido al grupo de líderes africanos que —como el presidente Mugabe de Zimbabwe— solamente se preocupan por su propia estabilidad. El deshonrosa pandilla agarrará la oficina aún cuando esto lleve a su país al caos. De hecho la historia nos enseña la lección de que raro es que un presidente africano renuncie luego de ser derrotado electoralmente. Si Kibaki está decidido a mantenerse en el poder pese al costo en vidas, sabemos entonces lo que entraña nuestro futuro.
El gobierno de los Estados Unidos cree que las elecciones fueron amañadas. Condoleeza Rice mandó a su Secretario Asistente de Estado como enviado especial a Kenia. Y ella misma recomendó que convoque a nuevas elecciones.
El camino por delante
La comunidad internacional debe poner presión para que Kibaki detenga su reelección. EL FMI debe retener su ayuda hasta que Kibaki renuncie. La nueva elección presidencial debe ser con la colaboración de las Naciones Unidas, la Unión Africana y otros observadores internacionales. A menos que haya un cambio real, los asesinatos de gente inocente —especialmente niños y mujeres indefensos— seguirán.
Una delegación de ex presidentes liderada por Mkapa de Tanzani, el secretario de Estado Asistente, Desmond Tutu y el presidente de la Unión Africana está en el país para trabajar como mediadora en el conflicto. Es irónico que Kibaki haya dado la bienvenida a la intervención de estas cabezas de estado, porque le parece al pueblo de Kenia que él ya ha decidido lo que hará y cómo va a hacerlo. Ya ha dado pasos para formar su nuevo gobierno —lo que muestra que no está abierto al diálogo.
Rogamos por ellos. Un pedido debe hacerse a Raila y a Kibaki que reconozcan que este tipo de violencia étnica no tiene sentido en nuestra amada Kenia. Cuando se examinan los votos, ambos obtuvieron apoyo multiétnico en todo el país. Un enfrentamiento entre ambos solamente perpetuará la batalla actual con la policía y la siempre lista para matar (Unidad de Servicio General (o GSU), y únicamente hundirá al país en un caos más profundo.
El tema de la etnicidad en su conjunto en Kenia tiene que ser tomado con seriedad. Los asesinatos que están ocurriendo son un indicador del cáncer étnico que se esconde apenas bajo la piel de diferentes comunidades en Kenia. Kibaki y Raila debe afrontar este tema y no esperar que las cosas mejoren sin esfuerzos de su parte para calmar el conflicto
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