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La fe religiosa no determina una opción política

La fe religiosa no determina una opción política

“[…] nuestra Revolución  no  está en ningún
sentido reñida con  el sentimiento religioso […]”.1 Fidel Castro

¿Qué se entiende por religión? Múltiples han sido los intentos por definir este concepto, sin que se haya llegado a consenso abso­luto. Sin embargo, con frecuen­cia aparecen elementos tales como la aceptación de la idea de que existen fuerzas sobrenaturales, trascendentes, supranaturales y que generalmente se acompañan con la existencia también de cosas sagradas, con la realización de determinadas acciones prácticas que se derivan de estas creencias y con la creación de grupos o colectivos humanos de carácter religioso.

La religión es una de las for­mas de la conciencia social y sus causas son diversas; gnoseológicas, sociales y psicológicas. Es una de las normas en que se re­flejan las condiciones materiales de existencia en el pensamiento e las personas y colectivamente en la sociedad; sus cambios se producen  más lentamente que los que tienen lugar en la base material.

Si hablamos del fenómeno re­ligioso, podemos decir que este se manifiesta en la fe de la exis­tencia de lo sobrenatural, 1o que puede concebirse de las más va­riadas formas. El uso de ello no tiene ningún sentido peyorativo, sino que hace referencia a la creencia en un Dios,
en un ente, un espíritu, que se asume por el creyente como posibilidad de su existencia objetiva, independiente de todo objeto, proceso y fenómeno natural.

Generalmente en este fenómeno están presentes los siguientes elementos: la conciencia y la ac­tividad religiosa, además de las diferentes formas organizati­vas, reconocidos todos ellos como elementos del sistema. Al­gunos autores incluyen también las relaciones entre ellos que se establecen respecto a un colec­tivo de personas.

Se valora como elemento cen­tral de la  conciencia religiosa, que se caracteriza por la fe, por el crédito a lo sobrenatural y que se expresa a través de diferentes grados o niveles de desarrollo.

Estos tipos de actividades pueden expresarse de manera indivi­dual o colectiva y a través de ellas los creyentes aspiran a relacionar­se con el objeto de su adoración (desde  la oración o invocación per­sonal o en comunidad, captación, evangelización, lectura de textos religiosos, formación en la doctri­nas, conservación de objetos y lo­cales de significación religiosa, hasta la realización de ceremonias que conforman el culto religioso).

De acuerdo al nivel de desarro­llo, se establecen las diferentes expresiones. La función funda­mental que tienen sus institucio­nes y organizaciones es la elabo­ración y la observancia del dogma (doctrina) religioso.

Según estudios sociológicos y la experiencia de trabajo con este sector de la sociedad. Una parte significativa de nuestro pueblo posee algún tipo de creencia en 1o sobrenatural, que como dijimos con anterioridad, muchos estudiosos señalan es su esencia fundamental.

La gran  mayoría  en nuestro país la expresa de manera difu­sa, espontánea, poco elaborada y de práctica muy  asistemática,  con poca incidencia en su conducta sociopolítica y una minoría  la concibe y todavía menos la practica de manera organizada y estructurada.

Una particularidad del pano­rama de los creyentes en Cuba es que solo una pequeña parte per­tenece a las iglesias e institucio­nes constituidas. Es menor aún el porcentaje de los que asisten a los cultos formales y se definen como miembros de determinadas instituciones eclesiásticas. En este sentido podemos hablar más de creyentes que de religiosos.

En Cuba existe un amplio y diverso universo religioso. El país se caracteriza porque ninguna religión tipifica a nuestra sociedad. En ella conviven cristianos (católicos,  evangélicos y protestantes, ortodoxos), practicantes de las religiones cubanas de origen africano (santeros, abakuás, paleros, ararás, entre otras), hebreos , musulmanes, budistas, espiritistas. Todas las creencias y religiones gozan de igual respeto y consideración y a ninguna se le reconoce
preeminencia sobre las otras.

Esta igualdad real fue alcan­zada solo después de la Revolu­ción, pues interiormente varias creencias religiosas y sus prac­ticantes sufrían diversos grados de discriminación, que en el caso de las de origen africano llegaba hasta lo penal.

Las creencias más extendidas constituyen la llamada religiosi­dad popular, resultado del mes­tizaje y la síntesis cultural formadora de la nacionalidad cu­bana. Muchas de las que se prac­tican por el pueblo cubano se han mezclado .Mayoritariamente son espontáneas, ricas en emociones y practicas utilitarias y alejadas (relativamente) de instituciones y organizaciones religiosas.

Las creencias y prácticas reli­giosas pertenecen al ámbito de 1o personal, de 1o privado, de los gus­tos y preferencias particulares de los ciudadanos y por tanto sepa­radas, así como de las diversas instituciones y estructuras en las que se agrupan y organizan, den­tro del Estado, que es laico. Tam­bién 1o están de sus objetivos y fun­ciones, aún cuando por su incidencia en el plano social re­quieran de vínculos y relaciones debidamente reguladas con el ám­bito estatal.

A lo largo de todos estos años de aplicación consecuente de la política hacia las creencias, los creyentes, las instituciones y organizaciones religiosas han  habi­do compañeros que haciendo
referencia a la conocida (y extrapolada ) frase de Carlos Marx  ( 1818 ­ 1883 ) “ la religión es el opio del pueblo”, se han interesado en conocer la razones de nuestra relación constructiva, de diálogo, respeto e intercambio sistemático con las disímiles concepciones religiosas en el país.

Esta conocida frase de Carlos Marx,  en  realidad   fue escrita por él en 1843. Es la última parte de Contribución a la Crítica de la Filosofía  del  Derecho de  Hegel, cuyos  pliegos se perdie­ron casi todos, excepto los que se publicaron con et titulo: Crítica del Derecho Político Hegeliano2 en cuya introducción general escribió:”El sufrimiento religioso, es por  una parte, la expresión del sufrimiento real  y, por la otra, la protesta contra el sufrimiento real. La religión es el sufrimiento de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón , así como es el espíritu de una situación carente de espíritu.  Es el opio del pueblo.

En este pensamiento Marx  no solo al referirse a la religión ha­bla de opio, sino también de pro­testa contra el sufrimiento total de los explotados. Esa frase, como expreso Fidel a Frei Betto** en la entrevista ofrecida en 1985 y conocida por todo nuestro pue­blo mediante su publicación en el libro Fidel y la religión “tiene un valor histórico y es absolutamente justa en un momento determi­nado”,3 “[…] es una verdad ajus­tada a determinadas condiciones histórico-concretas.” 4

Durante esa entrevista reali­zada por el fraile dominico bra­sileño al Comandante en Jefe, sobre este polémico  tema, el en­trevistado le dice: “En mi opinión la religión, desde el punto de vista político por sí misma no es un opio o un remedio milagroso. Puede ser un opio o un
maravilloso remedio en la medida en que se utilice o aplique para defender a los opresores y explotadores, a los oprimidos y explotados, en dependencia de la forma en que se aborden los problemas políticos, sociales o materiales del ser humano que, independientemente de
teología o creencias religiosas, nace y tiene que vivir en este mundo […]”.5

Y añadía: “Desde un punto de vista estrictamente político – y creo que conozco algo de política-, pienso incluso que se puede ser marxista sin dejar de ser cristiano y trabajar unido con el comunista marxista para transformar el mundo. Lo importante es que en ambos casos se trate de sinceros revolucionarios dis­puestos a suprimir la explotación del hombre por el hombre y a lu­char por la distribución justa de la riqueza social, la igualdad, la fraternidad y la dignidad de to­dos los seres humanos, es decir, ser portadores de la conciencia política, económica y social más  avanzada, aunque se parta, en el caso de los cristianos, de una  concepción  religiosa”. 6

Para los clásicos del marxis­mo-leninismo, desde Marx y Engels hasta Lenin, la fe religio­sa por sí misma no constituía un impedimento para integrar el par­tido político revolucionario. Como el propio Fidel ha expresa­do, en el “Programa del Partido Bolchevique”, no se encuentra una sola palabra donde realmen­te se excluya a los cristianos del partido.

Lenin en 1918 planteaba que: “Si un sacerdote viene a coope­rar con nosotros en nuestro tra­bajo -si cumple a conciencia  el trabajo del partido y no se opone al trabajo de este-, podemos ad­mitirlo en las filas de la socialde­mocracia” y añadía “No solamen­te debemos
admitir, sino trabajar y atraer al Partido Socialdemócrata a todos aquellos obreros que aún conservan la fe en Dios. Somos absolutamente contrarios  a la mas leve afrenta a las con­vicciones religiosas de estos  obreros […]”. 7

Fidel comprende que independientemente de las diferencias que puedan existir en materia es­piritual, la unidad no solo es ne­cesaria, sino posible. Este enfo­que político de la cuestión religiosa es el que hizo factible que en el IV Congreso del Parti­do Comunista de Cuba,
celebra­do en 1991, se aprobara una resolución que textualmente dice: “Suprimir de los actuales Esta­tutos cualquier interpretación que entrañe negar a un revolu­cionario de vanguardia, en razón de sus creencias religiosas, el derecho de aspirar a ser admito en el partido”. 8

En el primer partido marxista cubano no solo no existió la prohibición, sino que en sus Estatu­tos en 1938 constaba el derecho de los creyentes a pertenecer a él, siempre que aceptaran el pro­grama y cumplieran con sus deberes como militantes. Incluso, las demás organizaciones revo­lucionarias que combatieron la tiranía batistiana y que se unie­ron para formar nuestro actual partido, tampoco excluían a los creyentes.

En el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba, el Primer Secretario explico que esta situación surgió en una fase del proceso revolucionario cubano, en el marco de una coyuntura es­pecifica.

En la actualidad muchos cre­yentes han declarado su pertenencia a una organización reli­giosa o la tenencia de una fe religiosa en el proceso de creci­miento para militante del PCC o de la UJC o lo han declarado después de pertenecer a estas orga­nizaciones.

Al partido no se ingresa por ser creyente o no serlo. No somos  una secta confesional, sino revo­lucionarios de vanguardia y cuando un revolucionario de vanguardia ingresa a la organización política, en su condición de trabajador, campesino, estu­diante, combatiente, profesional de cualquier sector, adquiere de­rechos y deberes con la política y la sociedad. Por eso ser creyente no es un militante de segunda categoría, no es distinto al que no profesa ninguna creencia religiosa.

Es militante como el que mas y tiene la responsabilidad  además de ser igualmente ejemplo, no solo en el centro donde trabaja o estudia, en el barrio donde resi­de, sino también en la comunidad religiosa a la que asiste, debe mantener siempre y dondequiera que se encuentre, una actitud contraria a cualquier violación de la legalidad, a la comisión de acciones delictivas o políticamente opuestas a sus principios, incluyendo el intento de manipular con ese objetivo.

La política del partido y de nuestro Estado en relación con las creencias religiosas, las ins­tituciones y los creyentes, se de­rivan de la historia de nuestra nación, en las que participaron durante las gestas independentistas creyentes de disímiles religio­nes, del pensamiento dialéctico de Fidel, de la práctica de la Revolución, de los acuerdos de los congresos del Partido Comunis­ta de Cuba y particularmente del IV Congreso, así como de los  principios
constitucionales que tienen sus raíces en la tradición independentista cubana, inclui­das todas las constituciones de la Republica en Armas, las que se elaboraron a partir de la de 1901 con el advenimiento de la repu­blica mediatizada y la Constitución aprobada en 1976 con el voto
mayoritario del electorado cubano y modificada en 1992 por la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Esta última establece en varios de sus artículos la separación Iglesia- Estado y por tanto el carácter laico de este; incluyendo la educación que es pública y gratui­ta en todos los niveles; también la igualdad de todos los ciudadanos del país a profesar el culto de su preferencia, a tener varias simultáneamente (aspecto distintivo de la práctica religiosa en el país), o a no tener ninguna (es de las po­cas constituciones que lo recoge en su articulado). La condición de Estado
laico es tradicional en Cuba.

Particular importancia tiene el artículo 8, en el que se expre­sa que el Estado cubano recono­ce, respeta y garantiza la libertad religiosa y que las distintas creencias y religiones gozan de igual
consideración. En tanto en el 55 se garantiza la libertad de cada ciudadano de cambiar de creencias religiosas o no tener ninguna, y a profesar dentro del respeto a la ley, el culto religio­so de su preferencia.9

Cumplir estos y otros precep­tos constitucionales reflejados en los artículos 42 y 43 de nuestra Carta Magna, en los que se reco­noce la igualdad de derechos y sujeción a iguales deberes para todos los ciudadanos cubanos sin distinción, ni discriminación tampoco por creencias religio­sas, refleja la libertad religiosa en el país y la garantía de que esos derechos se ejerzan en el cumplimiento de la ley.10

Los revolucionarios y patriotas no se dividen por su creencia religiosa, sino que los ideales de libertad, solidaridad y promoción humana de la Revolución y  la acción política y social que de ellos se deriva, es 1o que une a todos los que los sustentan.

Todavía hay muchas personas revolucionarias que mantienen el criterio de que no es políticamente confiable quien profese una creencia religiosa; 1o que no es fiel a la verdad. Hoy los cre­yentes, como parte del pueblo que son, participan activamente en las más disímiles actividades organizadas por los CDR, la FMC, el Poder Popular y otras organizaciones sociales.

Las instituciones religiosas de­terminan sobre la participación de su personal consagrado en los órganos de representación gu­bernamental. Actualmente cua­tro de ellos son diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular, mientras otros de dife­rentes religiones están presentes en los órganos de poder estatal en diversos niveles de dirección.

El Estado no subvenciona nin­guna institución religiosa, ni interviene en su funcionamiento interno y todas desarrollan, con total independencia y autonomía en relación con éste sus actividades sociales, nombran sus jerarquías o directivas, forman a su personal, se mueven libre­mente dentro del territorio, sos­tienen relaciones con sus homó­logas en el extranjero y con personalidades del medio en el ex­terior, reciben delegaciones e invitados de ese carácter, organizan eventos o asisten a ellos fuera del  país.  Muchas de ellas tienen incluso miembros  en estructuras religiosas internacionales.

Las instituciones religiosas son propietarias de sus bienes muebles e inmuebles, incluyendo sus templos. Los reparan, amplían y reconstruyen; reciben apoyo del Estado cubano para la compra de los materiales de construcción.

Poseen centros para la formación de su personal consagrado (seminarios, noviciados e insti­tutos bíblicos). Realizan sin limitación la selección e incorporación de su personal a los estudios. Cientos de jóvenes 1os terminan en seminarios y universidades religiosas en diferentes países.

Reciben literatura desde el exterior y publican en el país  revistas y folletos; una gran parte del los cuales esta inscrita en el re­gistro de publicaciones seriadas.

Además desarrollan también actividades de carácter social, entre las que se encuentran la gestión en hospitales y hogares de ancianos, para lo que cuenta con el apoyo estatal; reciben y distribuyen donaciones a través de entidades sociales y guberna­mentales y desarrollan
proyec­tos de colaboración.

Se efectúan actividades de carácter religioso o cultural, algu­nas de ellas fuera de sus locales de culto y con carácter ecuménico: peregrinaciones, procesiones, cultos unidos, tambores, conciertos, etc, son los más significativos; para 1o que se crean las condiciones y facilidades para su realización por parte de las autoridades de los lugares donde se organizan.

Durante todos estos años la oficina de atención a los  asuntos religiosos y las instituciones es­tatales que corresponde, han mantenido una sistemática, per­manente y positiva comunicación con todas las instituciones y ma­nifestaciones religiosas y asocia­ciones
fraternales.

Participamos en despachos, encuentros, asistimos a las diferentes celebraciones a las que somos invitados, intercambiamos con los lideres para lograr incrementar las favorables rela­ciones que existen.

Desarrollamos con todas un vinculo que nos permite reflexio­nar sobre asuntos de interés de carácter nacional o internacio­nal, evaluar cómo pueden inser­tarse crecientemente en nuestra realidad y resolver los problemas cotidianos para realizar sus ac­tividades, que son los
mismos que afectan al pueblo, resultado fundamentalmente del injusto blo­queo genocida impuesto desde Estados Unidos por casi 50 años y las medidas cada vez mas res­trictivas de esa hostil política del gobierno norteamericano.

Dar a conocer la realidad cu­bana a las organizaciones e ins­tituciones religiosas no sola­mente del país, sino también extranjeras, son tareas de estos tiempos.

La  política del partido en sus relaciones con los creyentes y sus instituciones no tiene como propósito la eliminación de las creencias religiosas, 1o que no es obje­tivamente factible como ha demostrado la historia repetidamente y es contrario a los princi­pios de igualdad y libertad que sustenta nuestra Revolución.

Esta política que se leva a cabo en la nación tiene como objetivo primario ampliar y fortalecer la unidad de todo nuestro pueblo y lograr la participación de todos sin discriminación alguna.

Sus aspectos fundamentales son el arma principal que ha qui­tado espacio a los enemigos, ha ganado para las tareas de la construcción de la sociedad que desarrollamos a muchas perso­nas honestas y valiosas. Ha  impedido que el enemigo manipule el sentimiento religioso, así como a las diversas manifestaciones e instituciones en que se agrupan los creyentes y los miembros de las asociaciones fraternales.

El imperialismo no renuncia a la manipulación de la fe contra la Revolución. No puede des co­nocerse la utilización de algunas practicas, que poco tienen que ver con los propios conceptos re­ligiosos, dirigidas a captar adep­tos efímeros o interesados en obtener ventajas materiales o políticas de ocasión.

Nuestra política tiene como objeto establecer y ampliar re­laciones de mutuo respeto entre el Estado cubano y el medio reli­gioso, entre creyentes o no, o ­pedir las acciones contrarrevo­lucionarias y descaracterizar  a los elementos que promueven no solo estas, sino también las de orden delictivo común y enfren­tar los intentos y acciones del enemigo dirigidos a implementar los propósitos subversivos del plan Bush contra nuestro país tanto en general como contra los religiosos cubanos en particular.

En este bochornoso programa en que el gobierno norteamerica­no intenta dictar acciones para una transición política y guber­namental en nuestro país, las ins­tituciones religiosas tampoco es­capan de la insidia de nuestros enemigos y tratan de imponer en su contenido tareas para ser cumplidas por estas organizaciones religiosas y fraternales en Cuba, como si fueran sus súbdi­tos, como si las iglesias y demás instituciones de este carácter no se debieran a su
pueblo, a servirlo, a respetarlo.

Se promueven relaciones cons­tructivas entre las diferentes de­nominaciones y manifestaciones religiosas y fraternales o de her­mandad. No se exacerban las diferencias, se construye sobre las coincidencias. La Revolución no esta reñida con los sentimientos religiosos, sino con la utilización y manipulación  política en contra de los intereses de la sociedad.

“Las practicas y creencias  religiosas no están  reñidas con la Revolución siempre que correspondan a  la profesión honesta de  cualquier fe religiosa, cuyos principios, o solo formalmente sostenidos, sino consecuentemente observados, en el comportamiento personal y social, promuevan el amor al prójimo, el desinterés, la protección al más débil o desvalido, la unidad de la familia, la justicia social, las vir­tudes morales y ciudadanas, el amor y el sacrificio por la pa­tria. Los que no actúen así, niegan no sólo a su pueblo, sino a su fe “.11

Por, Caridad Diego Bello
Jefa de la  Oftcina  de Atenci6n a Los Asuntos Religiosos del Comité Central
del Partido Comunista

———
*Tomado de Cuba Socialista, revista teorica del Partido Comunista de Cuba.

1- Fidel Castro: Comparecencia en el programa Ante la Prensa del 17 de
diciembre de 1959, Revolución y Religión,       Dirección Política
del MINFAR, La Habana, 1997, p. 18.

2- Carlos Marx: Critica del Derecho Político Hegeliano, Editorial de
Cien­cias Sociales, La Habana, 1976, p. 14.

**  El escritor brasileño Frei Betto es un fraile dominico, conocido
internacionalmente como teólogo de la liberación. Autor de 53 libros
de diversos géneros literarios-novela, ensayo, policiaco, memorias
infantiles y juveniles, y de lema religioso. En 1986 fue elegido
Intelectual del Año por la Unión Brasileña de Escritores. Es asesor de
movimientos sociales, como las Comunidades Eclesiales de Base y el
Movimiento de Trabajadores Rurales  sin Tierra, ha participado
activamente en la vida política de Brasil en los últimos 45 años. En
los años 2003 y 2004 fue asesor especial del presidente Luis I. Lula
da Silva y coordinador de Movilización  Social del Programa Hambre Cero.

3-Frei Betto: Fidel y la religión, Oficina de Publicaciones del
Consejo de Consejo de Estado, 1985, p. 332.

4-Ibídem, p. 333.

5-Ibídem.

6-Ibídem.

7-Vladimir I. Lenin: Lenin sobre la religión, Imprenta Nacional de
Cuba, La Habana, 1961, pp. 44 Y 45.   .

8-CC del PCC: Este es el Congreso más democrático, Resolución sobre
los Estatutos del Partido Comunista de Cuba, Editora Política, La
Haba­na, 1991.

9- AN del PP: Constitución de la República de Cuba, Ediciones Pontón
Ca­ribe S.A., La Habana, 1975, pp. 17, 34, 35 Y 40.

10- Ibídem.

11- CC del PCC: Documentos para el trabajo del partido, “El trabajo
del partido en la actual coyuntura”, Editora Política, La Habana, 1996, p.22.

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