La victoria de Hamas en las elecciones legislativas el pasado 25 de enero de 2006 ha suscitado irremediablemente gran cantidad de comentarios indignados por parte de Estados Unidos y la Unión Europea. Conviene resaltar algunos aspectos para resituar este acontecimiento en su contexto. El escrutinio, que ha tenido lugar bajo ocupación extranjera, ha suscitado una gran movilización de la población palestina. Más de tres cuartas partes de los electores han acudido a las urnas. Es incontestable la victoria de la democracia y la prueba de que los palestinos están comprometidos con ella. Y los cerca de 900 observadores internacionales han dado testimonio de la limpieza con la que ha tenido lugar el proceso electoral. Los electores han expresado su rechazo a la política seguida por la Autoridad Nacional Palestina y Al Fatah al menos en dos aspectos. En primer lugar una condena a su incapacidad para crear instituciones sólidas, para erradicar la corrupción, para mejorar las condiciones de vida cotidiana. Todo el mundo en Palestina es consciente de las intimidaciones permanentes de una ocupación que se mantiene desde hace cuarenta años, pero, incluso teniendo en cuenta estas condiciones, el balance de la Autoridad es negativo. Lo es también en el ámbito de las negociaciones con Israel desde los acuerdos de Oslo de 1993. El mayor compromiso de Mahmoud Abbas, elegido presidente de la Autoridad Nacional Palestina en enero de 2005, era que una posición “moderada” por su parte relanzaría el “proceso de paz”; y no ha ocurrido nada de eso. Ariel Sharon que había afirmado, durante mucho tiempo, que Yasir Arafat era el obstáculos para la paz, no ha ofrecido nada a su nuevo interlocutor: la retirada unilateral de Gaza ha ido acompañado -era el principio de la maniobra- por la aceleración de la colonización y de la construcción del muro de separación- a pesar de la condena del Tribunal Internacional de La Haya. Los pasos fronterizos y los controles continúan haciendo imposible el día a día de los palestinos, el número de prisioneros políticos se eleva a varios millares, etc. Es bastante extraño escuchar a los dirigentes estadounidenses, europeos y franceses preguntarse de una manera cabal sobre “los esfuerzos para llevar a buen fin el proceso de paz”. Este proceso no existía antes de las elecciones. Había cesado, de hecho, con la elección de Sharon. Habría que hacer otra reflexión. Los electores han votado por Hamas, no porque ellos se adhieran a su programa “histórico” de eliminación del estado de Israel, no porque ellos deseen el relanzamiento de atentados kamikazes (las recientes encuestas de opinión ponen de manifiesto, por el contrario, una voluntad de paz y de negociación). Sino porque quieren acabar con la gestión catastrófica de la Autoridad Nacional Palestina. Por otra parte se puede esperar que la conmoción del 25 de enero suscita una recomposición de la vida política palestina que permite una estrategia más eficaz contra la ocupación.
También conviene hacer algunas reflexiones sobre Hamas. Esta organización es incontestablemente popular y está implantada en Cisjordania y en Gaza. Forma parte del paisaje político. Como en muchos otros países árabes, es ilusorio pensar que se pueda avanzar hacia la democracia excluyendo a los islamistas. Hamas dispone de tres cartas de triunfo sobre la población: su participación en la resistencia de la ocupación; su red de ayuda social y el heroísmo de sus cuadros. Pero el ejercicio del poder será un desafío peligroso. Recordemos, por otra parte, que en el plano económico Hamas se sitúa en el tablero con la derecha favorable al liberalismo; y en el plano de las costumbres, es extremadamente conservadora, lo que suscita inquietud especialmente en un gran número de mujeres.
Hamas es también una organización que sabe ser pragmática. Y eso lo demostró cuando renunció a participar en las precedentes elecciones de 1996, bajo el pretexto de que se desarrollaban en el marco de los acuerdos de Oslo. Actualmente ha modificado su posición aunque las condiciones no hayan cambiado. También ha sabido establecer alianzas con personajes notables locales muy respetados, aceptar cristianos en sus listas, gestionar competentemente los municipios que ha conquistado, etc. Es difícil saber lo que va a pasar en los próximos meses. Sin embargo, si Francia tiene un papel que representar es el de recordar que toda solución al conflicto pasa por la aplicación de resoluciones de la ONU: retirada total de Israel de todos los territorios ocupados desde 1967, incluido Jerusalén-Este; creación de un Estado Palestino independiente; derecho de Israel a la paz y a la seguridad. Afirmar que se quiere obtener de Hamas el reconocimiento del Estado de Israel, conforme al derecho internacional, sin repetir al mismo tiempo que el impasse actual reside en el rechazo permanente de ese Estado a poner en marcha las resoluciones de la ONU, no haría más que confirmar que París renuncia a su papel de independiente en Oriente Próximo.
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