CAOS EN EL CONGRESO, MOVILIZACIONES Y FUERTE PRESENCIA MILITARLo que amenazaba con una jornada de choques, terminó en una tensa comedia política que dejó a la figura presidencial en el lugar que se labró a sí misma durante los últimos seis años en México: el ridículo. Vicente Fox no pudo leer el mensaje que cada año, desde hace décadas, los presidentes mexicanos han leído en el inicio de trabajos legislativos. Diputados y senadores del Partido de la Revolución Democrática tomaron la tribuna legislativa minutos antes de la llegada del presidente, quien se quedó en la puerta, como esperando a ver si lo dejaban pasar.
Seis legisladores de diferentes partidos, incluido el otrora hegemónico PRI, habían fijado ya su postura en el recinto, y habían coincidido en condenar el exceso de fuerza empleado por el gobierno de Fox para resguardar la legislatura, dejando una amplia zona en virtual estado de sitio.
Eso mismo destacó el senador Carlos Navarrete, cuando tocó al PRD su turno de hablar. Pero no hubo discurso, sino arenga. “Como no existen condiciones para fijar nuestra postura, aquí nos quedamos y no nos retiraremos hasta que se reintegren las garantías individuales de la población”, bramó. A esta señal, los diputados y senadores del PRD saltaron de sus curules y se abalanzaron sobre la tribuna.
El presidente Fox se encontraba a unas calles de distancia del Congreso de la Unión, pero el convoy presidencial siguió su marcha y llegó hasta el recinto legislativo. Logró llegar hasta el vestíbulo y no avanzó más. Alguien le alcanzó un micrófono, y dijo: “Ante la actitud de un grupo de legisladores que hace imposible la lectura del mensaje, me retiro de este recinto”. Apenas estuvo ahí siete minutos.
En el país que alguna vez fue gobernado desde la “Presidencia Imperial”, Fox optó por difundir su mensaje dos horas después por radio y televisión, en cadena nacional. De haber podido tomar la palabra en la Cámara de Diputados, Fox iba a hablar de división de poderes, de pesos y contrapesos. Ayer se los aplicaron.
En el Zócalo, donde una hora antes Andrés Manuel López Obrador había anunciado que se expondrían a la represión gubernamental, el júbilo estalló cuando las pantallas gigantes de televisión mostraron al presidente abandonando la Cámara de Diputados. Cantos y consignas celebraron que por primera vez en la historia moderna de México, un presidente de la República fuera sometido, en forma pacífica, por un puñado de legisladores.
Por la tarde, López Obrador había convocado a sus seguidores para decidir las acciones a seguir. El despliegue militar y policíaco en la Ciudad de México recomendaba mesura. “Que levanten la mano los que quieran ir a San Lázaro”, pidió López Obrador ante decenas de miles de personas que escuchaban su discurso en el Zócalo, mientras el Ejército los rodeaba e instalaba retenes apenas a cinco calles del mitin. Sólo unos cuantos cientos de puños se irguieron, reclamando marchar hacia donde el presidente Vicente Fox tendría que presentarse dos horas después a rendir su último informe de gobierno.
“Ahora que las levanten los que se quieran quedar aquí.” Por miles, los brazos arriba le daban la razón a su líder, que acababa de decirles que no valía la pena caer en una trampa que les habían tendido desde el gobierno para justificar la represión.
“Esa es la decisión correcta”, celebró López Obrador.
Cada vez más cerca de autoproclamarse “presidente legítimo” mediante aclamación popular, López Obrador desmovilizó por hoy a sus seguidores, pero no sin antes hablar de revolución.
“¡Que se vayan al diablo con sus instituciones!”, clamó López Obrador. “Ha empezado una revolución, la revolución de la conciencia, para que el pueblo se dé la forma de gobierno que necesita, que el pueblo sea el que gobierne y podamos crear las instituciones que el pueblo decida.”
Luego de 34 días de resistencia pacífica durante la cual todos los días ha descalificado a las instituciones de la República, López Obrador hizo hoy una excepción: el Ejército. “A cinco calles del retén militar, les digo: No vamos a ir. Aquí nos vamos a quedar. No tiene ningún sentido. Que se queden con sus tanquetas, sus soldados. Hago un llamado muy respetuoso al Ejército mexicano, porque es una institución que merece respeto: el Ejército no debe ser utilizado para justificar un fraude electoral, ni mucho menos para reprimir a un pueblo que lucha por la libertad, la justicia y la democracia.”
Ante aplausos de la gente, y el evidente alivio de muchos dirigentes, Obrador advirtió: “Dejo como garantía que vamos a respetar la institución militar, pero exigimos respeto a la integridad de la ciudadanía.”
Por Gerardo Albarrán de Alba
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