Tras el brutal seísmo de 7,8 grados en el país andino que ya ha dejado al menos 413 muertos, continúan los trabajos para sacar los cuerpos bajo los escombros.
QUITO.- “Es como una de esas películas de guerra en las que pasa un tanque y acaba con todo”. Así describe Jennifer Cedeño la situación en Pedernales, en la costa norte de Ecuador, tras el terremoto de 7,8 grados que sacudió al país latinoamericano el pasado sábado. Cedeño se alistó como voluntaria en un grupo de rescate que partió desde la vecina provincia de Esmeraldas el domingo y ha presenciado las labores de rescate llevadas a cabo en Pedernales. “No queda nada en pie. Ni siquiera la iglesia. Todo está destruido”, afirma a Público. La localidad de Pedernales, declarada zona de desastre por el Gobierno ecuatoriano, es la más afectada por el seísmo de mayor magnitud que ha vivido el país desde 1979, que ya ha dejado al menos 413 muertos.
El reloj estaba a punto de marcar las siete de la tarde cuando la tierra comenzó a agitarse. Mientras los turistas se preparaban para cenar en los concurridos chiringuitos del pueblo costero de Canoa, dos placas tectónicas chocaron provocando el pánico en la población. Desde el puerto de Manta, en el sur, hasta la ciudad de Esmeraldas, en el norte, la costa del Pacífico ecuatoriano se sacudió salvajemente hasta no dejar nada en pie. Cientos de vidas se perdieron entre los escombros, mientras una gran oleada de solidaridad emanaba desde el resto del país y del mundo.
“Durante el rescate de un cuerpo, un hombre que estaba a mi lado me contó su historia”, explica Cedeño desde Pedernales. “En el momento del terremoto, él estaba dentro de un hotel. Vio cómo se partía la pared y decidió saltar a través de ella para llegar al suelo”, narra esta joven esmeraldeña que decidió unirse a un equipo de rescate para ayudar a las personas afectadas. “Su amigo, en cambio, decidió subir hasta la terraza del hotel, que tenía cuatro pisos. El edificio colapsó y la terraza cayó inclinada, de tal forma que el señor se deslizó como si fuera una resbaladera (tobogán) hasta el suelo”, agrega.
El estado de las carreteras dificulta el acceso de los cuerpos de rescate a los lugares más afectados por el terremoto. Muchas de las vías han sido cerradas al tráfico al sufrir desperfectos. La carretera que lleva a Pedernales es una de las más dañadas. “Toda la vía de acceso estaba como si partieras un pastel: abierta en capas. Nosotros conseguimos llegar en una camioneta, pero corrimos un riesgo muy grande”, comenta Cedeño.
Más de 300 réplicas
El movimiento telúrico, que hasta el momento ha registrado más de 300 réplicas, según el Instituto Geofísico Ecuatoriano, se dejó notar en prácticamente todo el país. En Quito, a casi 200 kilómetros del epicentro, se sintió una fuerte sacudida que llevó a la población a salir a las calles por miedo a posibles derrumbes. No obstante, no se registraron mayores daños en la capital. En Guayaquil, la ciudad más poblada del país, un puente colapsó matando a una persona. La segunda víctima mortal registrada en esta ciudad, situada en la costa sur, falleció tras la caída del techo de un centro comercial.
Pero los mayores daños se produjeron en la provincia costera de Manabí. En la localidad turística de Canoa, frecuentemente visitada por aficionados al surf y jóvenes mochileros, la devastación fue total. “El 80% de las casas están destruidas. Los muertos están en el parque. Tenemos cuadros de niños con epilepsia que necesitan medicación urgente”, cuenta por teléfono Karla Morales, directora de la ONG Kahre. “Mucha gente está durmiendo en las calles y otra gente, por temor a alertas de tsunami o réplicas, se ha refugiado en la montaña, en ranchos o improvisadamente en el campo”, asegura.
Pocas horas después del terremoto, las autoridades anunciaron que no existía riesgo de tsunami. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, decretó el estado de excepción en el país, antes de regresar desde Roma, donde se encontraba visitando al Papa. “Tomará meses, años y probablemente miles de millones de dólares” recuperarse del terremoto, declaró Correa desde Pedernales, donde hasta el momento se han recuperado 76 cadáveres. “Hemos recibido un impacto muy fuerte, es la mayor tragedia de los último 67 años”, añadió el mandatario.
Solidaridad con Ecuador
Un poco más al norte, en San José de Chamanga, la población corrió mejor suerte. En esta localidad de la provincia de Esmeraldas no se produjo ninguna víctima mortal. Sin embargo, el 90% de sus construcciones han sido afectadas, según Andrea Inghman, responsable de ACNUR en esa región fronteriza con Colombia. “Es muy impactante porque hay mucha destrucción. La gente se está organizando para recuperar sus cosas”, afirma a este diario. En esta localidad, 485 familias han sufrido la destrucción provocada por el seísmo. Según su vicealcaldesa, Maira Solórzano, “apenas quedan edificios en pie, todas las casas de dos plantas se desplomaron, mientras que a las de una planta se les cayeron las paredes”. Solórzano agradece el apoyo brindado por voluntarios y personas solidarias, pero asegura que no es suficiente. “Nos llegan alimentos, pero apenas nos duran para una sola comida. Necesitamos mucho más”, clama.
Países latinoamericanos como Venezuela, Cuba o México ya han enviado a Ecuador aviones cargados de ayuda humanitaria. Cuba, por ejemplo, mandó una brigada médica especializada en desastres naturales, mientras que México apoyó al país andino con un grupo de 120 topos, rescatistas de la Policía Federal especializados en la búsqueda de supervivientes entre escombros. La ONU, a través de ACNUR, también ha enviado su ayuda en forma de tiendas de campaña para albergar a las personas que han perdido sus casas. España, por su parte, ha fletado un avión con 50 miembros de la Unidad Militar de Emergencias, ocho bomberos, dos sanitarios y perros adiestrados.
En Quito y Guayaquil, cientos de personas han acudido en los últimos días a los puntos establecidos por las autoridades y por colectivos de la sociedad civil para entregar víveres, agua y bienes de primera necesidad para las personas afectadas. No obstante, otro tipo de bienes, mucho más tétricos, también son requeridos. “Además de alimentos y bebidas, la gente también pide donación de ataúdes y hasta formol para contrarrestar el olor de los restos de los fallecidos”, afirma Morales, de la ONG Kahre.
La sociedad ecuatoriana ya trabaja para levantarse de este nuevo golpe propinado por la naturaleza. Con varios volcanes activos amenazando la calma en el país y el fenómeno de El Niño haciendo de las suyas, el terremoto del sábado cogió por sorpresa a un país acostumbrado a los desastres naturales. Como respuesta, desde las redes sociales un mensaje comenzó a propagarse: “Fuerza Ecuador”.
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