El organismo de una persona es un sistema bien afinado de interacciones entre miles de células, cada una de las cuales tiene minúsculos receptores mediante los cuales es sensible al entorno. Los estadounidenses Robert J. Lefkowitz y Brian K. Kobilka realizaron descubrimientos fundamentales sobre una familia clave de esos receptores y cómo funcionan a nivel más básico y en reconocimiento a esas investigaciones merecen este año el Premio Nobel de Química. Los receptores acoplados a proteínas G, como se denominan técnicamente, forman toda una familiar que funcionan de modo similar y que están implicados en múltiples funciones, desde la vista, hasta el sabor o el efecto la acción de la adrenalina.
Lefkowitz es investigador del Instituto Médico Howard Hughes y de la Universidad Duke (EE UU) y Kobilka en la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford. El segundo trabajaba en el laboratorio del primero cuando realizó las investigaciones fundamentales por las que gana hoy el más importante galardón en ciencia.
“Durante mucho tiempo fue un misterio cómo las células notaban su entorno”, explica el Comité Nobel. “Los científicos sabían que las hormonas como la adrenalina tenían un efecto potente aumentando la presión sanguínea y acelerando el ritmo cardiaco. Sospechaban que en la superficie de las células habría algún tipo de recipiente para las hormonas, pero en qué consistían esos receptores y cómo funcionarían siguió siendo un oscuro misterio durante gran parte del siglo XX”.
Ahí entra el trabajo de Lefkowitz que, a finales de los años sesenta, marcando con isótopos radiactivos varias hormonas, logró rastrear su funcionamiento hasta uno de esos recipientes en la célula, un receptor de la pared celular. Así logró empezar a comprender el funcionamiento de este mecanismo a nivel molecular. Ya en los años ochenta, Kobilka se había incorporado al laboratorio de Lefkowitz y logró aislar el gen que contiene la información para hacer un determinado receptor adrenérgico y cuando lo analizaron, descubrieron que el receptor era similar a uno presente en el ojo e implicado en la captura de luz. Descubrieron así que había toda una familia de receptores celulares parecidos y que funcionaban de la misma manera.
“Esta familia se denomina receptores acoplados a proteínas G y aproximadamente mil genes codifican para estos receptores, por ejemplo para la luz, el sabor, el olor, la adrenalina, la histamina, la dopamina y la serotonina. Aproximadamente la mitad de todos los medicamentos tiene efecto a través de los receptores acoplados a proteínas G”, señala la Real Academia de Ciencias Sueca.
El año pasado Kobilka logró en su laboratorio otro hito fundamental: capturó la imagen de un receptor beta adrenérgico (uno de los más estudiados desde punto de vista farmacológico por su implicación en problemas relacionados con el sistema nervioso) justo en el momento en que es activado por una hormona y envía una señal a la célula. “Esta imagen es una obra maestra molecular”, afirma el Comité Nobel.
10 OCT 2012 – 12:42 CET
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