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Paraguay: Habla el Candidato Presidencial Fernando Lugo

 

 


Discurso del candidato presidencial Fernando Lugo, pronunciado durante el Foro del Socialismo del Siglo XXI, el 25 de agosto. El texto se reproduce a continuación:


Muy buenas noches a todos y todos, señor Presidente de mi querido país Ecuador, estimados panelistas, no puedo ocultar la emoción que siento esta noche al poder dirigirme a ustedes.


Fernando Lugo, candidato a presidente de la República del Paraguay, es el mismo que allá por la década del setenta recorría la campiña de Bolívar a mula, a pie o en moto, que vino a llevar ese mensaje que le da la redención de Jesús; y creo que ayer comenzábamos a hablar y que no es casualidad que hoy estamos en una Iglesia, una Iglesia con signos de contradicción, con sus luces y sombras, no voy a reclamar que me abran las puertas; tampoco voy a reclamar hablar desde allí (apuntando al púlpito) (risas), pero sí les comento que provengo de una tradición de Bartolomé de las Casas, de San Romero de la Vecchia… y de los santos hombres y mujeres que dieron su vida por las comunidades indígenas (aplausos).


Quiero también, como la que me precedió en la palabra, referirme al tema económico del socialismo en el siglo XXI. ¿Un pastor, un obispo de campo habla de economía? Y a veces en broma, a veces en serio digo que en Paraguay, si soy presidente, voy a nombrar como ministra de Economía a una ama de casa porque ella es quien hace milagros con el dinero cada día, para que la comida nos alcance (aplausos y eufóricos gritos).


El mundo está dividido en tres tipos de países, aquellos que gastan mucho para hacer dieta y no aumentar de peso (aplausos), aquellos cuya población come para vivir y aquellos que no saben cómo obtendrán su próxima comida.


Voltaire definía la esencia de los principios de la economía nacional resumida en una sola clase, la que un país solo puede ganar cuando otro pierde.


No puedo negar mi formación filosófica, Aristóteles ve la economía sobre toda la política, de la ética, el derecho y la historia.


En la teoría económica del filósofo Aristóteles, la economía es el nombre que se da ante la emisión cuya sustancia es la creación de los medios, que son necesarios para el sustento de la familia y el Estado; es decir, el cubrimiento de las necesidades.


Aristóteles también señala la insaciabilidad de la crematística, mientras que en la economía la separación de las necesidades, tiene un límite natural. La crematística pretende incrementar su dinero hasta el infinito.


A través de todos los cambios del Estado: imperios, dinastías, religiones y sistemas sociales, llevan a los mismos casos esenciales: el afán de obtener riqueza y poder, tanto por la aparición del comercio, la guerra y el despojo durante la transición de la economía local a la economía nacional hace como diez mil años.


Si entendemos la economía como el conjunto de todas las actividades e instituciones dedicadas a satisfacer las necesidades generales, me pregunto ¿por qué en la tierra o en el planeta prevalecen la carencia, la necesidad y la miseria? Mil millones de personas viven en prosperidad, una décima parte de ellas en la opulencia, tres mil millones en la pobreza y más de mil millones sufren hambre.


Siempre suelo repetir, muchas veces, que en la Iglesia nos hemos escandalizado cuando una niña entra con un escote o una minifalda, y NO nos hemos escandalizado cuando miles de hermanos mueren de hambre (aplausos).


Si la misión de la economía consiste en satisfacer las necesidades generales mediante una planificación razonable del Estado, tenemos que constatar que este sistema económico no cumple con su tarea. No es el crecimiento demográfico, como algunos quieren hacernos entender, ni tampoco la naturaleza o el hombre los que tienen la culpa de la creciente miseria y del hambre del sector pobre, sino nuestro sistema económico: la economía del caos en la cual los productos y servicios no se intercambian a su valor, sino al precio del mercado mundial. La economía nacional que ha probado la economía del mundo, también miles de años atrás, está llegando a su fin.


El experimento de la economía de Davos está llegando a su fin. Entonces, ¿es posible modificar el sistema económico, conforme al socialismo del siglo 21? El conflicto ente los que tienen que acumular y aquellos que no tienen y son un producto empobrecido, no se resolverá con teleconferencias de los ladrones globales, sino solo por la conquista del pueblo.


La tesis de Davos y la antítesis de Porto Alegre, de los movimientos de los Sin Tierra del Brasil, del Ejército Zapatista de Liberación de México, de la Confederación de nacionalidades indígenas del Ecuador, de los múltiples sujetos sociales de resistencia y dignidad de Argentina, de la crisis campesina en Paraguay, del Movimiento Bolivariano de Venezuela y de la Revolución Cubana, es llevar a la síntesis la democracia participativa por medio de la empatía y del convencimiento de todos, no por una acumulación brutal del poder constituido que logre ser superior a la de los conservadores (aplausos).


La gran interrogante es ¿cómo acumular este poder necesario y suficiente para volcar al mundo?, ¿cómo convertir masas populares en capacidad gobernante? Las razones son: mediante proyectos históricos, un nuevo proyecto histórico, construido por nuestras mismas comunidades. Su contenido: la democracia participativa.


Si el fantasma que recorría el mundo en el siglo XVIII era la democracia formal, hoy el fantasma que recorre la América Latina del siglo XXI es la democracia participativa.


Ha llegado el momento histórico para construir e implementar un nuevo proyecto socialista; es decir, la democracia real participativa.


¿Existen modelos históricos, no fracasados?


¿En que consiste el nuevo socialismo del siglo XXI, que hemos escuchado tratar todos los días? A veces queremos caer en la simplicidad de decir, bueno, en que las mayorías que tengan el mayor grado de decisión históricamente posible, en las instituciones económicas, políticas, culturales que tanto rige en la vida.


El primer ciclo de la vida social moderna ha llegado a su fin. Por más de 200 años, desde la revolución francesa hasta la actualidad, el género humano ha transitado por años de anarquía y la corrupción que tienen por recurso el capitalismo y neoliberalismo.

Ninguno de los dos ha logrado resolver los apremiantes problemas de la humanidad, entre la pobreza, el hambre, la explotación, delitos económicos, sexista y racista, la destrucción de la naturaleza, y hoy la presencia de la democracia real participativa.

Lo que caracteriza nuestra época es, por lo tanto, el acortamiento de los movimientos sociales a expensas de la economía del escritorio y la apertura de la sociedad global hacia una nueva civilización que es la democracia participativa.

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