El Día Mundial de la Alimentación se conmemora hoy, una vez más, con cifras en rojo, debido a las crisis económica y alimentaria que enfrenta el planeta.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) elaboró el informe titulado “El estado de la seguridad alimentaria, 2009”, en el que estima que el número de personas que pasa hambre en el mundo aumentó un 9% este año.
El estudio destaca que en comparación con 2008, la cantidad de desnutridos creció en más de 100 millones, es decir, se calcula que este año hay 1.020 millones de personas que no tienen acceso a alimentos. De ellas, 642 millones están en Asia y el Pacífico; 265 millones en África subsahariana; mientras que 42 millones en Medio Oriente y el norte de África.
En América Latina y el Caribe, la situación no es menos grave. Otro informe de la FAO titulado “Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional” estima que hay 53 millones de hambrientos.
Desde Chile, sede regional de la FAO, Salomón Salcedo, oficial principal de Políticas Públicas del organismo y quien participó en la elaboración del informe, explica a El Telégrafo que “desafortunadamente” la región ha dado un retroceso, desde el principio de los 90 hasta mediados de la década de 2000.
Las cifras confirman su análisis. En 1990, había 53 millones de personas que padecían hambre, número que se redujo hasta llegar a 45 millones en 2004. Sin embargo, con el surgimiento de la crisis de alimentos en 2007 aumentó el número de personas a 47 millones en 2008, y en 2009 volvimos a la cifra de hace 19 años: 53 millones.
Aunque el informe no hace un detalle por países -explica SalcedoGuatemala, Bolivia, Honduras, Perú y Haití son las naciones que enfrentan la peor situación, basados en el último informe de 2006 y por el incremento de los precios de granos, como el trigo y el maíz.
La cifra de los 53 millones incluye dos problemas relacionados con el hambre: la desnutrición crónica, que tiene que ver con la talla de acuerdo con la edad y refiere sobre todo a los niños; y los desnutridos, que es la población que no está recibiendo las calorías necesarias para llevar una vida normal.
El ‘talón de Aquiles’ de la región es la falta de acceso a los alimentos por el aumento de sus precios. A diferencia de otras regiones, como África, que es deficitaria en productos, América Latina tiene un superávit. “Tenemos como región una balanza comercial positiva, exportamos mucho más de lo que importamos, entonces el problema del hambre es de acceso, la gente no tiene el recurso necesario para comprarlos”, precisa Salcedo.
En el caso de Guatemala, el Gobierno decretó, el pasado 9 de septiembre, el estado de calamidad pública para hacer frente a la crisis alimentaria, lo que les permite acceder a recursos económicos de la cooperación internacional.
El viceministro de Seguridad Alimentaria y Nutricional de Guatemala, Edmundo Álvarez, reconoce que el problema de la desnutrición es recurrente en su país y enumeró como causas estructurales: la pobreza, la desigualdad y la sequía que sufren este año siete departamentos (Jalapa, El Progreso, Zacapa, Chiquimula, Jutiapa, Santa Rosa y Baja Verapaz) en el llamado ‘Corredor Seco’, es decir, el oriente del país centroamericano.
El funcionario destaca que la sequía es la más fuerte registrada en Guatemala en los últimos 30 años y por eso ocasionó un repunte en la desnutrición aguda, ya que miles de cosechas fueron destruidas y la escasez de los alimentos hizo que suba el precio del fréjol, alimento básico de los guatemaltecos.
Así, la crisis alimentaria afectó a 54.000 familias pobres y ha puesto en peligro a otras 400.000. De los niños, un 49,3% de 2,5 millones de menores de seis años sufre de desnutrición crónica.
Políticas de corte social y de fomento productivo es lo que se necesita para poder superar la crisis alimentaria en la región. Salomón Salcedo, de la FAO, explica que, por ejemplo, en Brasil y México, se han implementado instrumentos de transferencias directas condicionadas, que han tenido “excelentes resultados”. Esto significa que se transfieren recursos en efectivo a las madres de familia, y el 80% de ellas lo dedica a la alimentación.
Hay otro plan con la pequeña agricultura y consiste en que los productores reintroduzcan cultivos tradicionales que no están ligados con los precios de los productos como el trigo. Entonces -resalta- si sube el precio del trigo a nivel internacional, tienen otras alternativas para vender, por ejemplo, quinua o papa, y eso reduciría la dependencia que tienen algunos países a las importaciones de granos.
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