La semana próxima se reanudarán en Bonn las negociaciones sobre el clima, en un intento por lograr un acuerdo mundial en diciembre en Copenhague.
Hay grandes presiones para que países en desarrollo como China, India, Brasil y miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) se comprometan a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero todavía no se vislumbran las prometidas transferencias financieras y tecnológicas que los ayuden en ese sentido.
La prensa occidental parece culpar a los países en desarrollo de retrasar la posibilidad de un acuerdo. El Financial Times del 1 de agosto acusa a India de “rechazar una agenda ecológica” al negarse a reducir emisiones durante una década. Pero es injusto esperar que los países en desarrollo se comprometan a reducir sus emisiones antes de que les aseguren los fondos y la tecnología para cambiar de un sistema de producción a otro.
Los países desarrollados tienen la responsabilidad histórica de ayudar a los países en desarrollo porque ya se apropiaron de la mayor parte del “espacio atmosférico” disponible. (La atmósfera sólo puede absorber cierta cantidad de dióxido de carbono.) Si la temperatura mundial promedio sube más de dos grados Celsius se ubicará por encima del nivel de riesgo y eso tendrá consecuencias desastrosas.
Las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera deben limitarse a 450 partes por millón (ppm) y para 2050 las emisiones mundiales deben reducirse entre cincuenta y ochenta y cinco por ciento comparadas con las de 1990.
El tema clave para el “acuerdo mundial” de Copenhague es cómo asignar equitativamente la reducción de las emisiones entre los países desarrollados y en desarrollo.
Los primeros proponen una reducción del cincuenta por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero para 2050 (de 38.000 millones de toneladas de 1990 a 19.300 millones en 2050). Están dispuestos a asumir una reducción del ochenta por ciento (de 18.300 millones a 3.600 millones de toneladas), lo que implica que los países en desarrollo tendrían que aceptar una reducción del veinte por ciento (de 20.000 millones a 15.700 millones de toneladas).
A efectos del clima, lo que importa es el total de gases emitidos. Pero desde el punto de vista del bienestar humano, lo que cuenta son las emisiones por habitante. Como la población de los países desarrollados no crece, su reducción por habitante será la misma que su reducción general de 80%. Pero en los países en desarrollo la población se duplicará en ese periodo, con lo cual su reducción por habitante terminaría siendo del sesenta por ciento.
No es justo pedir a los países en desarrollo, que parten de niveles muy bajos de consumo individual, que asuman una reducción de emisiones por habitante apenas por debajo de la que están dispuestos a asumir los países desarrollados. Aun cuando los países más ricos redujeran sus emisiones a cero (o sea 100%), para no llegar al límite de calentamiento de dos grados se necesitaría que los países en desarrollo bajaran sus emisiones por habitante en cincuenta y dos por ciento.
Para que los países en desarrollo mantuvieran su nivel actual de emisiones por habitante, los países desarrollados deberían reducir sus emisiones en 213 por ciento para 2050. En otras palabras, estos últimos deberían reducir sus emisiones a cero por ciento y crear sumideros para absorber un volumen de gases de efecto invernadero equivalente a otro 113 por ciento de sus emisiones de 1990.
Esto podría parecer imposible tanto para países desarrollados como en desarrollo. Para éstos puede parecer imposible lograr el desarrollo económico y a la vez mantener –en lugar de aumentar– su bajo nivel actual de emisiones por habitante. Para aquellos puede parecer imposible ir más allá de una reducción del cien por ciento de sus emisiones. Pero tal vez se necesiten dos imposibles para hacer posible un acuerdo.
Para no superar el nivel de peligro, el mundo tiene unos 600.000 millones de toneladas de emisiones de carbono (equivalentes a 2,2 billones de toneladas de dióxido de carbono) para administrar entre 1800 y 2050.
Dada la proporción de la población mundial, la cuota equitativa de carbono para los países desarrollados sería de 125.000 millones de toneladas, en tanto que para los países en desarrollo sería de 475.000 millones de toneladas.
No obstante, los países desarrollados ya emitieron 240.000 millones de toneladas de carbono entre 1800 y 2008. Esto está muy por encima de la “cuota equitativa” de 81.000 millones de toneladas que les correspondería para ese periodo. Y, dado el escenario de una reducción mundial del cincuenta por ciento y una reducción del ochenta y cinco por ciento para estos países en 2050, emitirán otros 85.000 millones de toneladas de carbono entre 2009 y 2050. Por lo tanto su emisión total sería de 325.000 millones de toneladas de carbono entre 1800 y 2050.
Como su cuota equitativa es de 125.000 millones de toneladas, tienen una “deuda de carbono” de 200.000 millones de toneladas que deben a los países en desarrollo.
Por otro lado, si el espacio de carbono se distribuyera en forma equitativa, los países en desarrollo tendrían una cuota de 475.000 millones de toneladas de emisiones de carbono entre 1800 y 2050.
Pero la situación hasta ahora, más los escenarios desde el presente hasta 2050, implicaría que los países en desarrollo de hecho sólo emitirían 275.000 millones de toneladas de carbono, lo cual son 200.000 millones de toneladas menos que la cuota que les correspondería equitativamente.
En un acuerdo justo sobre el clima, los países desarrollados compensarían a los países en desarrollo el equivalente a 200.000 millones de toneladas de carbono (733.000 millones de toneladas de dióxido de carbono).
El economista Nicholas Stern, en su libro The Global Deal, le da un valor al dióxido de carbono de cuarenta dólares la tonelada en el mercado de carbono. De 1800 a 2008 los países desarrollados tienen una deuda de carbono de 159.000 millones de toneladas, o 583.000 millones de toneladas de dióxido de carbono. A cuarenta dólares la tonelada, el valor de esta deuda de carbono sería de veintitrés billones de dólares. La deuda de carbono puede colocarse en un fondo mundial para el clima que ayudaría a los países en desarrollo a tomar medidas para reducir sus emisiones.
Si bien veintitrés billones de dólares pueden parecer mucho, es apenas un poco más que los dieciocho billones de dólares que los países desarrollados destinaron al rescate de bancos y empresas en problemas durante la actual crisis financiera. Si bien puede ser importante salvar a los bancos, salvar al mundo de la catástrofe climática lo es aún más.
Si se llega a un acuerdo sobre este enfoque y la creación del fondo, entonces sí estaríamos en vías de lograr un acuerdo mundial en Copenhague.
Por Martin Khor, fundador de Third World Network (TWN), es director ejecutivo de South Centre, una organización intergubernamental de países en desarrollo con sede en Ginebra.
Leave a Reply