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Así será el Trump 2.0

Así será el Trump 2.0

Donald Trump sigue decepcionando a los alarmistas que lo veían como un dictador en potencia. Carece de sentido de la historia y de la astucia política que convierten a un demagogo en un caudillo. Las amenazas reales a la democracia en el largo plazo son los millones de seguidores de Trump –que les importa poco si se inicia una guerra, se reprime a la prensa o se saltea algún resguardo democrático– y quien sea capaz de explotar ese movimiento.

 

Al acecho entre los millones de estadounidenses que podrían ser presidente seguramente haya una persona que ha prestado mucha atención al fenómeno Trump y que se prepara para darle un manotazo al poder, sin precedentes en la historia del país. Puede ser un hombre o una mujer quien se presente como la versión Trump 2.0, actualizada y más eficaz.

Muchos dirían que el próximo Trump será un hombre blanco, pero sería mucho más astuto apostar por un nuevo Trump en versión femenina, alguien de piel oscura, homosexual o aun alguien que no sea cristiano. La razón para ello: demografía. Aquellos a quienes la Oficina del Censo identifica como “blancos” siguen siendo mayoría. Pero la inmigración, décadas de integración escolar, las parejas “interraciales” y homosexuales están erosionando los muros de prejuicios. Un Trump 2.0 hábil será capaz de explotar cualquier rasgo de minoría que tenga. Después de todo, Adolf Hitler no fue, exactamente, un modelo de ario rubio, blanco y de ojos azules, y Juan Domingo Perón era un oficial entre militares pro-fascistas cuando se disfrazó de adalid de los trabajadores argentinos.

LECCIONES.

La primera lección importante que puede aprenderse de la elección de Donald Trump es que la ideología y la afiliación política son irrelevantes. Noventa millones de ciudadanos con derecho a voto no lo ejercieron en la elección de 2016. Estas son personas sin lealtad partidaria y que no se molestaron en votar porque no vieron mucha diferencia entre que les mintiera Trump o Hillary Clinton.

Otra lección importante es que la democracia quizá no sea tan fuerte en Estados Unidos. Una porción sustancial de los votantes mostró ser tan sensible como los europeos o los latinoamericanos a la retórica nacionalista, la xenofobia y la truculencia de un demagogo.

Trump 2.0 podrá prometer cualquier cosa y contradecirse a cada rato, porque, al igual que Donald Trump, sacará provecho de proclamar que no es un político. Ya que el término “político” se ha convertido en equivalente a mentiroso, Trump 2.0 podrá mentir, abusar e insultar, adular o seducir a cualquiera de cualquier forma que sea necesaria para avanzar en su carrera.

Hasta este punto no hay mucha distancia entre el actual y el próximo Trump.

La gran diferencia, sin embargo, entre Trump y Trump 2.0 es que el segundo ansía más el poder que la adulación. Tendrá un plan definido para avanzar, porque anhela más que el actual mandatario estadounidense un lugar en la historia que la efímera aprobación pública.

Y mientras que Donald Trump es simplemente malicioso, Trump 2.0 será peligroso.

INSTINTO POLÍTICO.

Donald Trump no es la causa del colapso del sistema, sólo está dando el empujón. Una serie de encuestas y estudios ha mostrado en décadas recientes una pérdida de confianza de los estadounidenses en sus instituciones, incluidos los tres poderes del Estado, las iglesias, los medios de comunicación, los partidos políticos y los sindicatos. Donald Trump contribuyó a este escepticismo haciendo de la verdad un asunto negociable.

Pero el actual presidente estadounidense, que es miope y carece de curiosidad intelectual, está cometiendo un suicidio político. Como Neil Irwin señaló en The New York Times, “Trump ofrece populismo sin los caramelitos gratis”. Todo caudillo exitoso ha dado a las masas gratificación instantánea: empleos y orgullo a los alemanes bajo el régimen nazi; vivienda, asistencia médica y educación subsidiadas con el peronismo en Argentina; vivienda, asistencia médica y educación gratuita e igualitaria con el castrismo en Cuba.
Trump no les ha dado nada a sus seguidores más fieles, y ofrece menos a los indecisos. Trump 2.0 tendrá bien claro que el darles más caramelitos fáciles a los ricos no produce más votos a la hora de las elecciones.

Donald Trump, al parecer, también se ha olvidado de lo más elemental en estrategia, si es que alguna vez lo aprendió: uno no gana multiplicando los adversarios y unificando a los enemigos, sino seduciendo a los unos y dividiendo a los otros.

Alguien como Trump 2.0, con un instinto político más desarrollado, actuaría para ampliar su apoyo popular, en lugar de achicarlo, sabiendo que los votantes que adoptaron con orgullo la etiqueta de “deplorables” que les espetó Hillary Clinton –algo así como los “descamisados” del peronismo– lo seguirán haga lo que él haga, y que lo que necesita es atraer más gente a sus filas.

Trump 2.0 probablemente haya estudiado a Hitler, Mu-ssolini, Francisco Franco y Augusto Pinochet: ellos no fueron meros instrumentos de los ricos, sino que usaron y abusaron de los ricos para promover sus propias carreras. Algo que se escapa a la perspicacia de Donald.

LA SALUD.

Los izquierdistas, liberales, ambientalistas, gremialistas, pacifistas, feministas, militantes hispanos y negros, cristianos de la teología de la liberación y todos los demás que se horrorizaron por la elección de Donald Trump en noviembre de 2016 compartieron en una u otra medida las pesadillas de un futuro aciago, de dictadura y guerra.

Estos temores bien se podrían materializar, pero es difícil que sea Donald Trump quien lo cause. No tiene la capacidad política para construir una “solución” autoritaria.
Un gran ataque terrorista en Estados Unidos haría que la población clamara por seguridad, lo cual, en la vida real, se traduciría en mayor represión policial. Un conflicto armado en el exterior arrearía a la población tras las banderas del patriotismo.

Trump 2.0 no esperaría que un suceso como ese reorientara la política, tendría la visión y la inteligencia necesarias para iniciar el cambio de rumbo solo.
¿Cuáles son las preocupaciones principales de los estadounidenses? Al igual que la política exterior no es lo que más preocupa a los chilenos, los rumanos o los australianos, los estadounidenses atienden lo que toca a sus vidas cotidianas, sus familias, su economía.

Por ejemplo, la asistencia médica. El gobierno de Barack Obama creó el llamado “Obamacare”, una reforma del sistema de salud que ha traído algunos beneficios y problemas nuevos. Trump prometió que la derogaría y remplazaría con un sistema nuevo, maravilloso, con el cual todos tendrían asistencia médica excelente y más barata. Pero hasta ahora no ha demostrado tener un plan para conseguirlo, y los republicanos no proponen otra cosa que recortar los servicios de salud para los pobres y los ancianos.

La asistencia médica en Estados Unidos funciona como un negocio, como si la gente pudiera elegir enfermarse o no de la misma manera que decide si compra o no una aspiradora. Quienes dominan ese negocio son las compañías privadas de seguros médicos, cuyo propósito principal es maximizar sus ganancias, no mejorar la atención en salud. Los principales factores que inciden en el alto costo de los servicios de salud en Estados Unidos son los hospitales gigantes que existen para lucrar, las compañías de seguros que lucran y la industria farmacéutica que también opera para generar ganancias.

Trump 2.0 lidiaría con los problemas reales de acceso a la asistencia médica con la táctica –de eficacia comprobada– de culpar a un grupo pequeño (los mercaderes de la salud) por los grandes males.

El gobierno de Obama no tuvo la determinación necesaria para establecer un verdadero sistema de salud pública como opción al negocio privado. El gobierno de Trump y el Partido Republicano carecen de soluciones viables. Y esta falta de resolución está convenciendo a más y más gente de que la solución es un sistema nacional de salud pública. Trump 2.0 no se quedaría esperando que esto ocurra por sí mismo. Él tomaría la iniciativa.

POPULISMO DE VERAS.

Un populista de veras, Trump 2.0, primero denunciaría a las “sanguijuelas de los seguros” y a los “farmavampiros” que lucran con los medicamentos. Luego convocaría a los ejecutivos del negocio de la salud a la Casa Blanca y les daría 30 días para que recorten sus ganancias, bajen los costos de hospitales y medicamentos, eviten exámenes costosos e innecesarios, y regulen las tarifas de los médicos. Y si no cumplen, les dedicaría un festival de insultos por televisión.

¿El deterioro de los salarios reales? Trump 2.0 propondría un incremento del 100 por ciento en los sueldos mínimos a 15 dólares por hora en todo el país. Y dejaría a los políticos la opción de sumarse a su campaña o encarar a sus votantes. La gente que trabaja por el sueldo mínimo no es una porción sustancial de la fuerza laboral en este país, por lo cual se trataría de una reforma poco costosa. En cambio, sería una medida de gran simbolismo, que generaría muchos votos.

¿La inmigración? La mayoría de los estadounidenses quiere una reforma integral del sistema de inmigración, pero no apoya las bravuconadas de Donald Trump sobre redadas masivas y la deportación de 11 millones de personas. Trump 2.0, siempre con la mira puesta en ganar más poder, reconocería que esta gente ya está aquí, es parte de la economía, y no desaparecerá. Ofrecería una amnistía a todos los inmigrantes indocumentados que no hayan cometido crímenes, con un trámite expedito para la ciudadanía a quienes hayan estado en el país más de cinco años. Y de este modo los inmigrantes optarían por el bando de Trump 2.0 durante generaciones.

¿Cómo generar empleos? La respuesta evidente y comprobada es la infraestructura. Trump 2.0 no se limitaría a hablar, como lo ha hecho Donald J Trump, de un programa multimillonario de reparación, construcción o mejora de aeropuertos, escuelas, autopistas, puertos y las redes de electricidad y comunicaciones. Convocaría a los dirigentes sindicales a la Casa Blanca y los instruiría para que movilizaran a sus miembros como agitadores en todo el país en apoyo a las nuevas obras públicas. Luego dejaría en manos de los dirigentes sindicales el monitoreo de la gestión de las obras, en lugar de confiar esta tarea a un organismo estatal.

¿Y el tema ambiental? Al igual que su predecesor, a Trump 2.0 probablemente el asunto le importe un bledo, pero sí podría ver que las fuentes de energía alternativas producen empleos, y que el cuidado del ambiente es una preocupación seria para los votantes más jóvenes. Por otra parte, la recuperación de empleos en la industria del carbón –si es que fuese posible– cosecha menos votos que una política que complazca a los sentimentales que defienden los bosques y la fauna. Hay más empleos –y votos– en Silicon Valley que en las regiones del carbón.

¿La deuda estudiantil, la vivienda? Desde la Gran Recesión los bancos han acumulado capitales enormes. Trump 2.0 propondría al Congreso una ley que cortara la deuda de los estudiantes y facilitara el crédito para la compra de vivienda. Luego llamaría a los bancos “vacas gordas” y a los banqueros “plutócratas crueles”. Y si los banqueros quieren batalla, Trump 2.0 incitaría a las masas, y los militantes de Occupy Wall Street marcharían en primera fila.

LA ETERNA GUERRA.

Algunas de estas políticas de gratificación instantánea podrían tener impacto negativo sobre la economía de Estados Unidos, pero para eso es que sirven las guerras. Si después de ganar apoyo ciudadano con un populismo auténtico, Trump 2.0 viera que la opinión pública flaquea, no dudaría en encontrar una guerra que unificara a la nación y consolidara su poder. Para eso, también, es que sirven las tretas sucias. Es una lección que desconocía Donald J Trump: no te metas con los servicios de inteligencia. Están ahí para usarlos. Un ataque terrorista en el momento oportuno silenciaría a todos los críticos.

¿Acaso los medios de prensa serían un obstáculo para Trump 2.0? No. La mayoría de los estadounidenses ya confía poco en “los grandes medios”, despreciados rabiosamente por la derecha y profundamente mal vistos por la izquierda. Quizá unos poquitos “ataques espontáneos” de patriotas iracundos contra algunos periodistas locales, accidentes misteriosos o aun la desaparición de un par de grandes figurones de los medios comunicarían el mensaje: la libertad de prensa está passé. ¿Cuántos estadou-nidenses saldrían a la calle a defenderla?

Casi por reflejo intelectual se equiparan las políticas progresistas con las libertades políticas, y las reformas sociales con la democracia. La historia enseña que un régimen puede imponer políticas progresistas y usar reformas sociales como medios para afianzarse en el poder mientras cercena las libertades políticas y la democracia.

Un Trump 2.0 sería capaz de erradicar por completo la más remota posibilidad de presentarse como alternativa política de una izquierda que sí defiende la democracia.
La amenaza para la democracia y las libertades en Estados Unidos no es Donald J Trump. Es esa persona, todavía desconocida, que va aprendiendo de las carencias de Trump, y los millones de votantes ansiosos por llevarla al poder.

Información adicional

Autor/a: Jorge Bañales
País: Estados Unidos
Región: Norteamérica
Fuente: Brecha

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