Las palabras rara vez o ninguna son inocentes o gratuitas o neutras, mucho menos si se trata de un término como el que, con conciencia de la historia y lucidez crítica, se analiza en este artículo, y que pone en evidencia lo mucho que aún es necesario hacer para cambiar el pensamiento arraigado en la palabra ‘feminazi’.
El 5 de febrero de 2020, durante su discurso del Estado de la Unión, el entonces presidente de Estados Unidos Donald Trump otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad al conductor de radio Rush Limbaugh, a quien se refirió como “un luchador y un ganador” que ha dedicado “décadas de incansable devoción a Estados Unidos”. Lo único decepcionante fue que, con todo y lo lenguaraz que es, el magnate no mencionó que a principios de la década de 1990 Limbaugh tildó de feminazis a las mujeres que abogaban por la legalización del aborto, porque, según él, las hordas nazis y las feministas asesinaban niños. Tan elocuente muestra de misoginia habría dejado fuera de duda los méritos del locutor para recibir la insigne medalla.
De aquella década de 1990 a esta parte, el término feminazi se ha expandido no sólo entre derechistas fanatizados, religiosos ultramontanos o machistas recalcitrantes, sino también entre personajes que, por su filiación progresista, liberal o socialista, al menos en teoría creeríamos que comprenden la bajeza y la contradicción del vocablo.
Bajeza, porque equipara la lucha de las mujeres por sus derechos con la ideología nazi, que, con base en la denigración de los orígenes étnicos, las convicciones políticas, las preferencias sexuales o la simple existencia, anuló la condición humana de millones de personas y las condenó al exterminio. Denigración, anulación y exterminio a tal punto premeditados y sistematizados, que convirtieron la masacre de millones de seres humanos en una actividad burocrática. Contradicción, porque enlaza dos visiones opuestas de la convivencia humana: la feminista, que busca relaciones basadas en el principio de igualdad y comprensión entre hombres y mujeres; la nazi, que nunca se interesó por los derechos femeninos, toda vez que redujo a las mujeres a meras paridoras de soldados para su máquina belicista.
Los nazis mantuvieron el concepto de la triple k, que limitaba la vida de las mujeres y que asomó durante la relativa democracia de la República de Weimar, pero que el nazismo exacerbó. Triple k: Kinder, Kirche, Küche (niños, iglesia, cocina); mujeres prisioneras del esposo, la autoridad religiosa, el entorno vecinal y los hijos.
La ideología nazi se ubica así en las antípodas del feminismo, que no promueve ni aspira a la aniquilación del ser masculino, porque de entrada tal idea seguiría los postulados de la cultura patriarcal, que por milenios ha sustentado su poder en la inequidad y la exclusión, lo que determinó y aún determina la relación entre hombres y mujeres, como devela el uso del término feminazi, una más de la larga lista de palabras que rebajan y violentan a las mujeres en el afán patriarcal de cosificarlas, situación de tal calado que, en buena medida, la búsqueda del feminismo estriba en recuperar la condición humana de la cual se les despojó.
El feminismo implica la creación y cimentación de una convivencia humana real, por lo que es indispensable superar el patriarcado, lo que traería aparejada la liberación de mujeres y de hombres, porque los hombres también estamos atrapados en el patriarcado, que nos empuja a vivir a partir de valores que nos deforman en seres insensibles, esclavistas, solitarios incapaces de comunicarnos; es decir, se trata de tener comunión con la otredad.
El neoliberalismo y sus neonazis
El término feminazi no califica al feminismo, sino a la hipocresía machista, que le atribuye la necrofilia nazi porque los machos saben que, al equipararlo con el nazismo, se le vincula con una ideología que provocó la más sangrienta guerra en la historia, en donde la apropiación y denigración de las mujeres alcanzó niveles patológicos. E hipocresía doble, además, pues el nazismo es un monstruo creado por machos.
Las feminazis no existen; en cambio, sí existen machos que rinden culto al nazismo, quienes desde distintas posiciones exaltan el sometimiento de las mujeres a un patriarcado siempre crispado. Machos nazis que son producto de evidencias incontrastables: los locutores de radio, televisión y plataformas de internet que basan su humor en degradar a las mujeres; los feminicidas y sus protectores en las instancias de justicia; los profesores que desprecian la inteligencia de las alumnas y consideran a las escuelas cotos de acoso sexual; los lenones dedicados a la explotación sexual de niñas y adolescentes, y un larguísimo etcétera con su discurso totalitarista que, sin embargo, no esconde detrás de la violencia y la intransigencia que el sistema patriarcal, sustento del machismo y la misoginia, no es más que una aberración bioética. Esta es una realidad que los hombres debemos comprender, so pena de acabar en patéticos remedos de seres humanos; porque mujeres y hombres somos, antes que nada y después de todo, humanos, y el feminismo también ha dado la pauta para que los hombres recuperemos la condición humana que el patriarcado nos ha negado.
Por Moisés Elías Fuentes, 22 Aug 2021 07:43
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