En el estadio Mineirao de Belo Horizonte, este 28 de junio, Brasil le ganó a Chile luego de 120 minutos disputados; en el tiempo regular quedaron empatados 1-1 y en penales el equipo anfitrión consiguió la victoria por 3-2, pasando a los cuartos de final del torneo mundialista.
El partido tuvo un inicio parejo, con el balón repartido para ambos equipos. En el medio del campo la disputa fue intensa, con bastante presión, con ambos equipos buscando recuperar el balón, pretendiendo agarrar al equipo contrario mal parado y tener salidas verticales a gran velocidad, dando buen uso a los jugadores veloces que poseen para el ataque.
Precisamente, fue gracias a un balón parado donde el partido pudo desnivelarse. En el minuto 17, Brasil llegó al gol por medio de un tiro de esquina cobrado por su jugador estrella, Neymar, que Thiago Silva peinó para que llegara David Luiz y la embocara en el arco chileno, decretando la ventaja para el equipo brasilero. El empate llegaría al minuto 32, cuando presionando en cancha contraria, característica particular del equipo chileno, lograron recuperar el balón mientras Brasil buscaba salir jugando, dejando a Sánchez frente al arco, logrando así el empate para los australes. El gol llegó en un momento complicado del partido, cuando Chile no lograba jugar cómodo y el partido ganaba en fricción.
En el segundo tiempo, el partido se nubló y las oportunidades de gol fueron reducidas. Los equipos intentaron resguardarse y ser cautelosos por largos lapsos de la segunda etapa, sabiendo que cualquier error significaba la eliminación. Solamente hasta los últimos diez minutos Brasil logró apurar y hacer figura al arquero Claudio Bravo. Dos llegadas consecutivas elevaron la emoción del cotejo, en los pies de Neymar y Hulk, pero que no significaron un desnivel en el marcador.
El partido debió prolongarse en tiempo suplementario. Minutos en los cuales el equipo chileno evidenció un mayor resto físico que su oponente. Quienes jugaban de local sufrieron más de la cuenta, y durante los 30 minutos suplementarios se contuvieron de ir al ataque, previniendo una catástrofe futbolística que bajara la moral nacional brasilera de cara a las próximas dos semanas. El susto mayor estuvo en el minuto 120 cuando Mauricio Pinilla, de Chile, estrelló el balón en el larguero, que detuvo por un momento los corazones de los asistentes al primer partido de octavos de final.
El azar terminó definiendo el partido, por la vía de los penales. El error fue lo característico: para Brasil fallaron dos jugadores, Willian y Hulk; para Chile erraron Pinilla, Sánchez y Jara. Los goles los anotaron David Luiz, Marcelo y Neymar, para los locales; en Chile marcaron Aránguiz y Díaz. Es así como este duelo termina siendo la tercera vez consecutiva (1998, 2010, 2014) en que Brasil elimina en octavos de final a la selección chilena, cortándole sus aspiraciones de llegar más lejos en una copa mundialista.
Victoria injusta
Desde 1994 el fútbol brasilero sufrió un giro en su modo de practicarlo. Cuando el equipo de Carlos Alberto Parreira renunció a jugar bien, con el único objetivo de conseguir el título mundial, casi que condenó a los hacedores del fútbol en su expresión más lírica a darle prioridad al resultado sobre el buen juego. Desde aquella época, hasta la actual selección brasilera, la única que logró desplegar buen fútbol fue la que dirigía Mario “Lobo” Zagallo, en 1998, pero que no consiguió el título mundial. Luego de eso Brasil ganó un título más, con Luiz Felipe Scolari, actual entrenador, en el año 2002, sin regalar un gran juego.
En este 2014, el equipo anfitrión no ha dado muestra de aquello que lo caracterizó culturalmente en torno al juego. Incluso, puede decirse, que pone en práctica un fútbol antagónico al que la historia mundialista de Brasil, anterior a 1994, demostraba. Su juego expresa pragmatismo: el objetivo final es el resultado; es un modo de jugar en el que ganar es lo importante, sin importar el cómo.
Chile, por otro lado, afirma que los equipos mal llamados “sin historia”, “pequeños”, aislado de las grandes páginas escritas en los mundiales, son los llamados a quedarse con el corazón del hincha. Desde que el “Loco” Bielsa asumió a ‘La roja’, se desprendió de cualquier pudor en la cancha, del culto al resultado, convenciéndose de que lo importante es jugar bien y pararse al frente de cualquier equipo, con capacidad de irrespetarlo en el verde césped. Ahora, el equipo de Sampaoli sale por la puerta grande: sólo el azar lo deja por fuera, porque logró arrebatarle el fútbol a los forjadores del “jogo bonito”.
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