Cuando nos hacemos adultas, jugar parece dejar de importar en nuestras vidas. De igual manera, y como producto elaborado por la escuela y la familia, la sexualidad se cree que es de dos, no de tres, no de cuatro, no de una. Estas creencias lo único que hacen es limitarnos el campo del placer, que en sí, es infinito.
Los juguetes sexuales suelen ser representados como un pene de plástico que usamos las pobres mujeres solteras que no tenemos “sexo de verdad”. Pues resulta que los juguetes los puede usar una persona con ella misma o pueden usarse con más personas, pueden tener forma de delfín o vagina, de hoja, pueden vibrar, pueden ser usados con lubricantes, en la ducha. Los juguetes no son “consoladores” para nuestra soledad. Los juguetes son ingredientes extras posibles de agregar en procura de mayor placer, diversión extra, objetos que nos recuerdan que podemos jugar y divertirnos, como niñas/niños, aunque ahora seamos adultas/os.
Todo esto es posible, pero es importante no hacerlos indispensables, pues, recordemos, que podemos sentir placer sexual usando sólo nuestras manos o nuestra imaginación ( https://www.desdeabajo.info/component/k2/item/33933-practicar-para-conocer-el-placer.html ). Los juguetes son condimentos que pueden ampliar los horizontes de placer; los podemos comprar, o hacerlos nosotras mismas, o usar como juegue objetos de la cotidianidad. En este caso, como en todo lo concerniente con el placer, lo fundamental es dejar a un lado los temores y prejuicios que desde la infancia nos inculcaron.
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