Para la situación colombiana y las discusiones más activas que se mantienen entre las organizaciones sociales y políticas, cruzadas en los últimos meses por el tema electoral, es necesario rescatar una en especial: el referente. ¿Cómo construir un liderazgo y un referente, que permita centralizar las luchas y crear una idea precisa de la tarea principal por enfrentar y el norte a seguir en caso de una crisis de gobernabilidad?
Al mirar la experiencia ecuatoriana la enseñanza es más que aleccionadora: luego de destituir tres presidentes en los últimos años, las organizaciones alternativas no han contado con un liderazgo, un referente, que les permita encausar sus fuerzas y concretar sus sueños. Las organizaciones sociales del vecino país, tras duras batallas callejeras, han terminado por soportar gobiernos nuevamente ajenos que han dividido las fuerzas populares. El que está hoy al frente del país aún no se sabe a plenitud, para dónde va.
En el caso boliviano la experiencia, aunque un poco distinta no lo es del todo. La inmensa fuerza desplegada por decenas de organizaciones ha llegado a paralizarse por la atomización de los liderazgos y la falta de cohesión en el referente. En la última jornada (mayo-junio) la posibilidad de la constituyente y de la nacionalización efectiva del gas centró los esfuerzos con precisión. Pero aún ninguno de los liderazgos logra la confianza suficiente para dirigir todas las energías tras un solo propósito. Las elecciones para la constituyente mostrará como evolucionan estos liderazgos y si es posible una nueva hegemonía.
El caso venezolano es distinto. Tras las disputas suscitadas en los sectores sociales a mediados de los años noventas, ahora hay un liderazgo definido, que logra precisar un referente. Ese hecho ha permitido encarar golpes de Estado, complots, sabotajes, atentados y toda la campaña mundial de aislamiento contra su experiencia de poder y de gobierno. Está por definirse el sector hegemónico al interior de la dirección de este gobierno y este poder.
Por último el caso mexicano. Tras una estrategia de dinamización del movimiento social a partir de sus propias capacidades y posibilidades, el movimiento zapatista opta por retomar un tema y una consigna nacional: nueva constitución, que le permita en todos los rincones del país movilizar a los actores sociales en post de un solo propósito.
En nuestra casa
Mientras esto ocurre en algunos países cercanos, en nuestra casa nos conservamos sin referente ni liderazgo evidente. Aunque se avanza en el proceso de constitución de un nuevo partido (PDI), y de alianzas electorales (Alternativa Democrática), ni el uno ni la otra poseen la capacidad de centralizar las luchas sociales ni de fundar un referente que le brinde luces al conjunto de las resistencias. Y no tienen esa capacidad por que no se lo proponen, por que no tratan de construirlo con las mayorías nacionales ni con el conjunto de las fuerzas políticas que estarían dispuestas a caminar junto a ellos. Preocupados por el tema electoral, se colocan como objetivo y límite la coyuntura. Se niegan a trascenderla. De acuerdo a lo que ahora hacen, están concentrados en definir listas para el Congreso. Los aliados para una u otra consolidan alianzas y problematizan otras.
Por el lado de la Gran Coalición Democrática –esa alianza que tuvo la osadía necesaria para derrotar el referendo gubernamental- su indecisión para proponerse la construcción de una alternativa estratégica la relega a una simple alianza para la acción social. Desde esta realidad seguirá jugando un papel en el escenario nacional pero nunca podrá ser definitivo. Su afán es la coyuntura, el momento, y nunca proyectar el porvenir.
Contradicción entre la necesidad nacional y el afán de los partidos. Si tenemos a la mano la referencia de los vecinos, ¿por qué persistir en la acción de coyuntura, en el momento? ¿Qué haríamos si nos ocurre una crisis de gobernabilidad, como les sucedió en Ecuador o Bolivia? ¿Por qué no decidirnos por construir un referente social y político?
Desde estas experiencias y desde la necesidad de dar al traste con la alternativa Uribe o con una continuidad de la misma, en todas las organizaciones sociales y políticas se coincide en unir fuerzas para que este propósito se haga una realidad. El líder que encabezará esta gesta aún no se conoce. Para unos es Carlos Gaviria, para otros Antonio Navarro y para no pocos es alguien del partido liberal. Definirlo lo más pronto posible es una necesidad inaplazable.
Hasta aquí hay consenso. Pero enfrascados en las listas del Congreso se pierde la perspectiva. Quienes optan por ese esfuerzo, que es el principal para lograr “un fortalecimiento de sus organizaciones”, no se percatan que esa institución está de espaldas al país. Que el 35 por ciento de agentes del paramilitarismo que allí legisla impide que se piense en el país nacional. Porcentaje de control y dominio que se incrementará en los próximos comicios. Por más esfuerzo que se haga no se encontrará en el legislativo ni una Ley digna del país. Su silencio ante el Plan Colombia -aprobado en los Estados Unidos-, su contubernio con toda la privatización, su falta de control ante el manejo de la economía nacional o ante el desarrollo de la guerra que nos carcome, su complacencia con los dictados de la banca multilateral, etcétera, son todas pruebas fehacientes de que en él algo anda mal. En esas circunstancias, una minoría encerrada en sus paredes poco sirve. Desde allí es imposible construir un referente y un liderazgo nacional.
Por el contrario, tomar la decisión de priorizar el país, más allá de los intereses y conveniencias aparentes de grupo, demanda a todas las organizaciones sociales y políticas crear un referente nacional, de acción, pero también de poder. Un referente que muestre los límites y las contradicciones de las instituciones dominantes, que llame a ahondar una dualidad de poderes, cimentando en su trasegar nuevos liderazgos sociales.
Si estas organizaciones le crean un vacío de poder al parlamento, al negarse a estar en él, y al mismo tiempo fundan uno de nuevo tipo –parlamento de los pueblos-, podrán exigir en el mediato plazo su revocatoria. Pero, al mismo tiempo, empezar a legislar con un sentido de país, desde el cual se eduque en la posibilidad y la necesidad de que los que siempre han estado soportando a los de arriba, empiecen a dirigir su propio destino.
El referente es posible. El liderazgo se construye. Entre todos se puede romper la coyuntura y asumir el futuro.
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